06 Mar Un sacerdote misionero pide ayuda al Arzobispado para construir aulas de formación en el Seminario Redemptoris Mater en Costa de Marfil Allí se forman 30 seminaristas de nueve nacionalidades -uno de ellos, valenciano- que serán misioneros en África y en todo el mundo
El sacerdote misionero David Martínez Gutiérrez, que se encuentra este curso en Valencia ampliando estudios, ha pedido ayuda a la diócesis de Valencia, a través de la Fundación Ad Gentes, para comenzar el proyecto de construcción de varias aulas en el Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Mater en Costa de Marfil.
Martínez, de 39 años y nacido en Oviedo, vive su compromiso sacerdotal y misionero en la ciudad de Abidjan, en Costa de Marfil, desde hace 13 años, concretamente, en Yopougon, un distrito pobre donde está el Seminario Redemptoris Mater, del Camino Neocatecumenal, donde ejerce el cargo de vicerrector desde hace diez años.
Hasta junio está estudiando un máster en el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II de Valencia, ciudad que visita por primera vez y en la que ha tenido una gran acogida.
Su historia es particular: su Seminario de origen es el de Finlandia, donde finalizó sus estudios en 2008, y realizó los dos primeros años de misión en Estonia y el tercero en Costa de Marfil, “el mismo año en el que iba a abrir sus puertas el Seminario Redemptoris Mater, y mi rector me propuso quedarme”, comenta el sacerdote.
En 2010, su primer año en Costa de Marfil, el país vivió una guerra por temas políticos “pero en todo momento tuve claro que mi destino era quedarme a pesar de la guerra, la pobreza y la necesidad de aprender una lengua y cultura. Me enamoré, fue como decirle otra vez que sí al Señor, como al principio de mi vocación, fue todo fácil”.
“En la guerra, muchos escaparon pero los misioneros nos quedamos”
Pero esa facilidad la vivió David en un contexto complicado debido al conflicto bélico: “fue la primera vez en mi vida que escuché disparos de metralletas y el sonido de sus balas perdidas que, al volver a caer, impactan en cualquier sitio y atraviesan coches y edificios porque las construcciones son más frágiles”, relata el sacerdote.
“La situación era de incertidumbre y preocupación por las familias que conocíamos pero, gracias a Dios, no pasó nada. Muchos escaparon del país pero los misioneros nos quedamos: había otra misión más urgente que la de salvar tu vida”, indica David, que añade que las iglesias católicas “se convirtieron en embajadas, eran zonas neutrales en las que ni los militares ni los guerrilleros entraban”.
“Fue un tiempo duro pero también bonito, intenso y de mucha intimidad con el Señor. Por cuestiones de mi parroquia tuve que abandonar el país en el momento de mayor tensión y cuando regresé, continuamos realizando nuestra misión”, explica.
“Me ha tocado la lotería al poder estar en misión en este país”
Costa de Marfil como destino pastoral “ha sido una aventura, me ha tocado la lotería al poder estar en misión en este país con todas las dificultades pero agradecido al Señor”.
Antes de ocupar las instalaciones actuales del Seminario, David y el equipo responsable del mismo vivieron de alquiler en una zona peligrosa en la que sufrieron tres robos. “La segunda vez vivimos una situación muy violenta, pegaron a los seminaristas y amenazaron con una pistola al rector, apuntando a su cabeza y contando hasta tres. Se pusieron muy nerviosos porque allí no teníamos ni dinero ni móviles ni nada de valor”.
Estas situaciones “fueron la puerta estrecha, la cruz, porque después del tercer ataque, que sufrí cuando me robaron el coche, a punta de pistola, tras perseguirme por la carretera, todo cambió y pudimos trasladarnos al terreno actual”, comenta.
30 seminaristas de nueve nacionalidades
“El Señor nos protegió y nos dio una nueva oportunidad para iniciar el proyecto del Seminario, en el que vivimos de la caridad y se están formando actualmente 30 seminaristas de nueve nacionalidades, mayoritariamente de Costa de Marfil y también de otros países africanos, y de Latinoamérica y Europa”, explica el vicerrector.
Además, en el Seminario -donde uno de los seminaristas es valenciano, Jacob López Conejero, de Caudete-, todo es gratuito “porque muchos chicos vienen de situaciones de desestructuración familiar, de esta forma, el dinero no es un impedimento para que puedan estudiar”.
El rector y el vicerrector se encargan de pedir ayudas en Europa y a las empresas locales. Una de las funciones de David es “ir a buscar alimentos para el Seminario visitando supermercados y negocios, y muchos nos ayudan con pescado, aceite o alimentos, no pedimos dinero, con el tiempo hemos creado una red de amigos”, indica.
Nuevas aulas: ayuda a los seminaristas y a la comunidad parroquial
Para evitar que los seminaristas tengan que desplazarse dos horas de ida y otras dos de vuelta cada día para recibir clases, el equipo responsable del Seminario ha puesto en marcha un proyecto para construir aularios, en las mismas instalaciones del Seminario, en los que los profesores puedan impartir las distintas asignaturas.
“Teniendo las aulas en el mismo complejo en el que está la residencia ganamos tiempo para que los seminaristas puedan dedicarlo a actividades deportivas, estudio y la oración. Además, como estamos al lado de la parroquia, estas aulas también se podrán aprovechar para realizar catequesis para niños jóvenes, formación y distintos talleres para mujeres”.
La idea es construir cinco aulas (dos de ellas, de informática, con ordenadores, y una sala para profesores). Cuando consigan los fondos comenzará la construcción, aproximadamente en septiembre, que se prolongará durante seis u ocho meses. Mientras tanto, seguirán dando clases en el Seminario, en distintos lugares que han adaptado, como el comedor.
Gracias a estas aulas “lograremos una mejor formación para los seminaristas que, en el futuro, serán misioneros en Costa de Marfil, otros países de África y en todo el mundo”, expresa el sacerdote.
“Cualquier ayuda que aquí parece pequeña, allí se multiplica. Además, es beneficioso para el barrio, que es muy pobre”, señala Martínez. Y hace un llamamiento a la solidaridad de las parroquias y personas particulares de la diócesis de Valencia para colaborar, a través de la Fundación Ad Gentes del Arzobispado.
Costa de Marfil, un ejemplo de convivencia en África
Costa de Marfil “es un ejemplo en África porque la mitad de la población es musulmana y la otra mitad, cristiana -sumando evangélicos, protestantes y católicos-, y la convivencia siempre ha sido estupenda. Mis vecinos musulmanes participan en nuestras fiestas cristianas y te invitan a comer en sus festejos. En una misma familia hay miembros musulmanes y evangélicos o cristianos y no hay ningún problema”, subraya.
Esto se debe “al gran trabajo que realizó el primer presidente de Costa de Marfil, Félix Houphouët-Boigny, que fue todo un visionario desde el punto de vista de la convivencia, la paz y la unificación de todo el país con una misma lengua, la francesa. Nunca ha habido una guerra de religiones, hay armonía entre ellas”.
Gracias a este contexto, David encuentra puertas abiertas cuando pide ayuda. “Me encuentro, a menudo, empresarios libaneses, muchos de ellos musulmanes. Y confían en mí, no me piden papeles, son generosos y nos dan la bienvenida”, concluye.