Tomás de Aquino: fijar la mirada en Dios Artículo del Vicario episcopal para la Vida Consagrada

Tomás de Aquino: fijar la mirada en Dios Artículo del Vicario episcopal para la Vida Consagrada

Después de celebrar en 2023 y 2024 los 700 años de su canonización y el 750 aniversario de su muerte, la Orden dominicana y toda la Iglesia celebrará, en 2025, el 800 aniversario del nacimiento del posiblemente más conocido y citado teólogo de todos los tiempos. Recordar a Tomás de Aquino es hacer memoria de una figura que sigue teniendo una influencia beneficiosa en la Iglesia de nuestros días. Tomás de Aquino es un clásico de la teología, pues más allá de sus particularidades históricas, su eficacia se ha hecho universal, al ser capaz de abrirse a otras culturas y de sugerir nuevas realizaciones.

Santo Tomás ha dejado ha dejado de ser patrimonio de la Orden dominicana, para convertirse en “doctor común o universal de toda la Iglesia”, ya que “la Iglesia ha hecho suya su doctrina” (Pío XI), pues en ella “reconoce la expresión particularmente elevada, completa y fiel de su Magisterio y del sensus fidei de todo el pueblo de Dios”. Esta afirmación de Pablo VI es probablemente el mejor elogio que pueda hacerse de un teólogo. Elogio tanto más significativo cuanto que santo Tomás no fue precisamente un teólogo conservador y sumiso, sino un teólogo libre, abierto al diálogo con las mejores aportaciones científicas y culturales de su tiempo. Si Tomás de Aquino es el doctor común de la Iglesia católica, eso significa que es un bien de todos y que pertenece a todos.

Recordar a Santo Tomás de Aquino es una buena ocasión para responder a una pregunta que muchos se hacen: ¿para qué sirve la teología?, pregunta que se plantea incluso entre personas creyentes. Hay quien la considera un “montaje cultural” alejado de la “verdadera vida”. Sin embargo, se trata de una tarea eclesial imprescindible, absolutamente necesaria. La teología es la fe vivida en una reflexión humana. Ayuda al creyente a comprender y valorar mas inteligentemente el misterio de Dios, a hablar con coherencia del Dios del que dan testimonio las Escrituras, pero también a situarse frente a las dificultades y problemas que plantea a la fe la cultura ambiental.

El buen creyente busca eso que Santo Tomás de Aquino decía de sí mismo, citando a San Hilario, a saber, que su lengua y todos sus sentidos hablen de Dios. La teología es la mejor ayuda para ello. Pero la lengua y los sentidos hablan de aquello que conocen y hablan bien de aquello que aman. Por eso, en la base de toda teología hay una experiencia de amor. Para Tomás de Aquino la teología es una forma de sabiduría, o sea, de saborear, de gustar a Aquel en el que fijamos nuestra mirada y nuestra mente, y así descubrir su rostro y el embrujo de su presencia. Por eso el teólogo, como era Tomás, es un hombre de oración profunda y permanente, sumergido en un clima de contemplación y de contacto con Dios.

 

Martín Gelabert, o.p.

Vicario episcopal para la Vida Consagrada