El modo propio de la religiosidad popular está marcado por el corazón, la fe se encuentra determinada por los sentimientos. Si bien algunos no aceptan este tipo de religiosidad argumentando que no compromete a la persona, sin embargo los sentimientos del corazón llevan a la fe a expresarse en gestos y delicadezas, con el Señor y con los hermanos. Lo sensible no es contradictorio con las experiencias más profundas del espíritu. Y para eso no hay más que referirse a los grandes místicos de la Iglesia Católica, como San Juan de la Cruz, Santa Teresa o San Ignacio de Loyola quienes nos muestran esta dimensión sensible de la fe. Éste sería uno de los grandes valores que, en un intercambio sano y enriquecedor, aporta la Religiosidad Popular a la Iglesia, muchas veces tentada de racionalizar y quedarse en meros pensamientos o formulaciones que no comprometen la vida.
En la Diócesis de Valencia hay una gran riqueza de Religiosidad Popular –Hermandades y Cofradías Penitenciales y de Gloria, Clavarías Asociaciones Eucarísticas, etc. —cuyo objetivo es cuidar estas realidades como ámbito de “nueva evangelización.
Los actos de devoción popular, arraigados en la verdadera tradición de las comunidades creyentes, constituyen una auténtica expresión de la fe. Ante el peligro actual de una progresiva paganización de estas prácticas religiosas, se impone un esfuerzo de evangelización de la Religiosidad Popular, que cuenta con una gran riqueza de expresiones en la Archidiócesis de Valencia (cf. Sínodo Diocesano Valentino, 657s).