23 Dic ¿Qué es lo que espera el ayudado del escucha? Quinta sesión formativa de los voluntarios de los centros de escucha de la Archidiócesis de Valencia
Quinta sesión de la propuesta formativa que se está ofreciendo a los voluntarios de los centros de escucha de la Archidiócesis de Valencia. En esta ocasión, la encargada de ofrecer un perspectiva fue Ana Martínez Cuevas, profesora del Centro de Humanización de la Salud de los religiosos camilos, que se centró en responder a la pregunta, ¿Qué es lo que espera el ayudado del escucha?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la escucha inicial nos presenta la secuencia situación-dificultad-sufrimiento-sentimiento. Sin embargo, la respuesta a la pregunta la encontramos al realizar el recorrido inverso. «El escucha debe empezar por atender los sentimientos del ayudado», apuntó Martínez Cuevas. Este necesita espacio para poder compartir su relato y explorar el significado de sus sentimientos. Entonces, «el escucha debe empatizar con su sufrimiento, siendo capaz de ponerse en los zapatos del otro, utilizando destrezas como la personalización y la autorrevelación, si se considera oportuna». Se trata de analizar, junto con el escuchado, las dificultades latentes para concretar el problema. Una vez definido el problema, el escucha acompaña al ayudado en la búsqueda de alternativas y soluciones.
Para afianzar la escucha activa, puede resultar de utilidad ponerse por parejas y que uno/a responda a la pregunta ¿y tú, ¿quién eres? Posteriormente, se realizará una inversión de roles, de manera que ambos puedan experimentar lo que significa escuchar y ser escuchado. Este ejercicio muestra la visión de la persona, así como la capacidad de escucha activa y respuesta empática del que ejerce el rol de escucha.
Como se ha comentado anteriormente, «es importante atender a los sentimientos, sabiendo que son espontáneos y representan el modo más íntimo de vivir lo que a cada persona le sucede». Reconoció la ponente que muchas veces dificultan la relación con los demás e incluso, por cuestiones culturales, podemos tender a controlarlos. Sin embargo, «los sentimientos no son ni buenos ni malos, sino la conducta derivada de ellos, sobre todo cuando esta es resultado de no haberlos encauzado adecuadamente».
Por eso, es preciso reconocer-reforzar-agradecer. Este es el proceso de integrar los sentimientos que implica, en primer lugar, tomar conciencia de lo que sentimos. No obstante, la realidad es que no estamos acostumbrados a transitar por ellos, ni tampoco a hablar del significado que tienen para cada uno de nosotros. Así, el primer paso es «poner nombre a lo que sentimos» y aceptar nuestra realidad eliminando la connotación moral que pueden tener, para posteriormente encauzarlos en función de nuestros valores. Y, finalmente, expresar con autenticidad solo aquello que nos sirve. Es pues relevante que el escucha también afiance este aprendizaje, reconociendo las dinámicas personales que le suceden respecto a esto. «Reconocer los sentimientos y actitudes tiene consecuencias tanto para la persona como para los demás», dijo Ana Martínez.
En este sentido, cabe señalar el interés de reorganizar los procesos inherentes a cada una de las fases: respuesta empática, personalización, inmediatez, autorrevelación, confrontación y persuasión. El estilo deberá ser siempre facilitador a través del uso de frases como «permíteme que…», «entiendo que…», etc.
El mundo de los sentimientos, tanto del escucha como del ayudado, es clave para poder establecer una relación de ayuda y un acompañamiento centrado en la persona, de tal forma que implica no solo la adquisición de un conjunto de destrezas, sino también un trabajo personal del escucha. De esta forma, el proceso relacional será eficaz y favorecerá el crecimiento del ayudado.