16 May Philippe Bordeyne, presidente del Instituto Juan Pablo II (Roma), propone “una renovación de las relaciones mutuas entre las comunidades eclesiales y las familias” En un acto académico en la Universidad Católica de Valencia, con la presencia del Arzobispo
Philippe Bordeyne, presidente del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia de Roma, ha afirmado en la Universidad Católica de Valencia (UCV) que, en el contexto sinodal, “la familia como Iglesia doméstica exige una renovación de las relaciones mutuas entre las comunidades eclesiales y las familias”.
Bordeyne ha pronunciado la lección inaugural del acto académico que, en la festividad de la Virgen de Fátima, ha celebrado la sección extraurbana del Pontificio Instituto en Valencia, donde ha abordado los desafíos eclesiológicos y catequéticos que sugiere la renovación de la pastoral matrimonial y familiar. Así, ha propuesto capacitar a las personas para vivir las etapas catecumenales de forma constructiva, “dados los cambios contemporáneos en nuestra relación con el tiempo y la comunidad”. También, comprender la institución del parentesco frente a “los múltiples cambios, concentrados y profundos” que acentúan la “bien conocida variedad” de las estructuras familiares a lo largo de la historia y de las civilizaciones.
“¿Cómo interpretar la búsqueda de sentido en las sociedades posmodernas? ¿Por qué los individuos necesitan más apoyo y cuidados de las comunidades, y cómo pueden proporcionarlos sin infantilizarlos?”, ha preguntado el ponente. “Es esta la razón por la que nuestro Instituto ha querido desarrollar un curso de eclesiología familiar como parte del plan de estudios básico de nuestra licenciatura canónica en ciencias de la familia. Asimismo, es ineludible desarrollar una investigación interdisciplinar con la catequesis y la liturgia, para mejor integrar una perspectiva catecumenal en el acompañamiento del matrimonio y la vida familiar”, ha respondido.
Para el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II “es un reto apasionante: atreverse a un diálogo fructífero sobre el matrimonio y la familia entre los diferentes campos de la teología, así como entre la teología y las demás ciencias, como sugiere el propio nombre de nuestro Instituto y como pide la constitución apostólica Veritatis gaudium sobre las universidades y facultades eclesiásticas”, ha concluido.
Enrique Benavent: “Los desafíos pastorales tienen que ser también un estímulo para la reflexión teológica y la investigación”
El acto, celebrado en el salón de actos de la sede Santa Úrsula, ha sido presidido por el gran canciller, Arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, y ha contado con la participación del rector, José Manuel Pagán; del vicepresidente y el decano del Instituto, José Manuel Hernández y Juan Andrés Talens, respectivamente, entre otras autoridades académicas, profesores y alumnos.
Monseñor Enrique Benavent ha agradecido la presencia y las palabras de Bordeyne “porque nos sitúan en un horizonte que debemos de tener presente, sobre todo, los que estáis aquí en el Instituto como alumnos y profesores. Ciertamente, la situación no es la misma que hace unas décadas. Y eso lo observamos todos los días en nuestras vidas parroquiales, en nuestras familias, en los pueblos, en la situación que estamos viviendo respecto del matrimonio y de la familia”.
“Hace unas décadas, incluso las personas que no tenían una vivencia habitual de la fe, cuando tenían que tomar decisiones importantes sobre su vida, como es el matrimonio, al vivir en una cultura configurada por los valores cristianos, tomaban esas decisiones como unos cristianos bautizados. Curiosamente, tenían una visión cristiana de lo que era la familia, del matrimonio. Hoy nos encontramos en una situación eclesialmente opuesta”, ha explicado el arzobispo de Valencia.
En este sentido, mons. Benavent ha invitado a “buscar caminos para acompañar a estas personas para que se produzca bien el descubrimiento de la fe y, por tanto, de la riqueza y la santidad y el valor del matrimonio, bien para que, siendo bautizados, vayan madurando para llevarlos a la meta de una vida santa, que es una vida feliz”.
“Los temas y los desafíos pastorales, que son apasionantes, tienen que ser también un estímulo no sólo para la pastoral, sino también para la reflexión teológica, para la investigación, porque un Instituto como éste tiene que ser un modelo de unir vida pastoral y reflexión teológica”, ha asegurado.
José Manuel Pagán: “Vivimos tiempos apasionantes para la familia”
Por su parte, José Manuel Pagán ha agradecido el trabajo que viene desarrollando el Instituto en la Universidad Católica de Valencia durante tres décadas: “Ciertamente, vivimos tiempos apasionantes para la familia, son convulsos, sí, pero ahí entra nuestro trabajo en el ámbito de la educación superior, de la investigación. El amor a la verdad del matrimonio, de la familia, ha de llevarnos a comprender cuál es su realidad”, ha afirmado.
“Hoy son numerosos los estudios y las noticias que evidencian que cada vez los jóvenes españoles son más mayores cuando abandonan el domicilio familiar. Son datos que abruman; cuando se intentan explicar y justificar estos datos se alude normalmente y como causa de los mismos a la dificultad existente en el acceso a la vivienda, a la tasa de paro -especialmente dura entre las personas jóvenes- o a la precariedad laboral existente con carácter general”.
No obstante, el rector ha apuntado a una razón “más importante: la existencia de una cultura dominante que desprecia la condición de adulto, ésa que se alcanza cuando uno es capaz de convertirse en prójimo, de amar al otro como se ama a sí mismo, de renunciar a intereses particulares en favor de un bien común”. En definitiva, “cuando uno es capaz de comprometerse libremente con el otro, entonces, ha alcanzado la condición de adulto, por muy joven que sea. Y cuando eso sucede, todos debiéramos alegrarnos, como sociedad”.
Por ello, Pagán ha apelado a la necesidad de ayudar a los jóvenes en este proceso de iniciación al estado adulto, también desde las instituciones educativas como la Universidad, donde la ayuda del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II es “inestimable. Reconozcamos en cada joven una persona con una vocación de plenitud, una plenitud que sólo alcanzará por sí mismo, pero no por sí solo. Ojalá sepamos acompañarlos para que adquieran una madurez propia, y que lo hagamos siendo testigos de la grandeza de la vida, dando razones de por qué es grande, indicándoles dónde está la verdad y cómo alcanzarla, y mostrándoles modelos como la Familia de Nazaret, una familia donde cada uno decide libremente vincularse y abrirse a la vida”.