
25 Abr Papa del encuentro, del diálogo y de la sinodalidad Vicario episcopal para la Vida Consagrada, Martín Gelabert Ballester O.P.
Bergoglio ha sido el primer Papa jesuita de la historia y el primero proveniente del hemisferio sur. El nombre que adoptó, en honor al santo de Asís, ha sido una marca de su pontificado: la opción por los pobres y su compromiso de diálogo con personas de diferentes culturas y religiones.
Uno de sus primeros gestos fue fijar como residencia papal, no el Palacio Apostólico Vaticano que, en cierto modo, le asilaba, sino la Casa de Santa Marta, que le permitía estar en relación más cercana con la gente que también allí vivía. Una de sus primeras y espontáneas palabras fue: “cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”. Una de las pobrezas que más han preocupado a Francisco ha sido la de los migrantes. De hecho, en su primer viaje fuera del Vaticano visitó la isla siciliana de Lampedusa, en la que poco antes había naufragado una lancha neumática de migrantes. Allí, el recién elegido Papa lanzó una guirnalda de flores blancas y amarillas en recuerdo de quienes perdieron la vida buscando un futuro mejor.
La exhortación Evangelii Gaudium, publicada el 24 de noviembre de 2013, puede considerarse programática de su pontificado. En ella habla de una “Iglesia de puertas abiertas”, de modo que los de dentro salgan hacia afuera para anunciar el Evangelio, y los de fuera puedan entrar y sentirse en casa. Esta Iglesia de puertas abiertas es una “Iglesia en salida”, atenta a las necesidades de las personas, capaz de hablar con el lenguaje que ellas entienden. Esta Iglesia en salida es lo contrario de una Iglesia autorreferencial que, según Francisco, es uno de los peligros más destructores que acechan a la Iglesia.
Tras esta exhortación el Papa ha publicado algunas grandes encíclicas, iluminando los grandes problemas de hoy. Dos de estas encíclicas llevan un título en italiano, porque son expresiones tomadas de Francisco de Asís: Laudato si y Fratelli tutti. La primera trata del cuidado de la casa común y de la necesidad de una ecología integral, en la que el primer beneficiado sea el ser humano. La segunda es una urgente llamada a la fraternidad entre todos los seres humanos. El Papa pasa revista a las sombras que obstaculizan la fraternidad; todas se resumen en una palabra: individualismo, “el virus más difícil de vencer”.
Una cosa llamativa en estos documentos es la referencia que hay en ellos a textos de las Conferencias Episcopales. Hasta ahora eran los Obispos los que citaban al Papa. Francisco ha citado a los Obispos, y no sólo a los Obispos católicos sino al Patriarca ortodoxo Bartolomé de Constantinopla y al gran Iman Admad Al-Tayyeb, con quién se encontró en Abu Dabi. Uno de los teólogos más citados por Francisco es Tomás de Aquino, pero también (cosa que no solía ocurrir en los documentos papales) se complace en citar a teólogos contemporáneos, uno de ellos el dominico Antonio Royo Marín; otro, el buen teólogo de Ávila Olegario González de Cardedal, al que cita por extenso en su última encíclica Dilexit nos.
Hablando de citas de otros, me gustaría notar que alguna de las posiciones de Francisco que han recibido más críticas han sido repeticiones casi literales de textos de Juan Pablo II. No sé si porque en boca de Francisco se entendían mejor o porque ya se estaba predispuesto a la crítica de su persona. Un ejemplo claro, aunque no el único, de avance doctrinal del Magisterio por parte de Francisco es la valoración de la propiedad privada. Si para León XIII se trataba de un “derecho natural”, para Francisco (citando a Juan Pablo II) es un derecho natural secundario, siempre subordinado al destino universal de los bienes.
Es normal que con cada Papa se renueve el Colegio cardenalicio. Pero con Francisco esta renovación ha adquirido nuevos aspectos. Por ejemplo, el hecho de tener un puesto importante en la curia, ocupar una determinada sede episcopal o incluso ser italiano, ya no ha sido garantía de ser creado cardenal. Francisco ha creado cardenales a Obispos cercanos al pueblo, algunos de pequeñas diócesis. Y sobre todo ha “universalizado” el colegio cardenalicio. En estos momentos, bien puede decirse que los cardenales electores representan a todas las culturas de la tierra. Veremos qué resultados da ese renovado colegio en la elección del nuevo Papa.
La terrible historia de abusos y escándalos vividos en las últimas décadas, y el examen de algunas nuevas congregaciones religiosas, sobre todo de sus fundadores, en las que ha habido abuso de poder y de conciencia, han sido afrontados por Francisco con valentía. El Papa ha sido capaz de tomar decisiones valientes y arriesgadas.
Francisco ha sido muy sensible a la promoción de la mujer en la Iglesia. No ha rehuido las preguntas que, en distintas ocasiones, le han hecho sobre un tema tan delicado como el sacerdocio de la mujer, aunque ha dejado claro que esta no es la principal cuestión para valorar a la mujer. De hecho, es el primer Papa que ha puesto a mujeres al frente de algunos altos puestos de la Iglesia, como es el caso de la presidenta de uno de los Dicasterios de la Santa Sede o el caso de la gobernadora del Estado Vaticano. También ha abierto la participación de mujeres y de laicos, con voz y voto, en el Sínodo.
Las posturas de Francisco contra la guerra y en favor de la paz han sido claras desde el inicio de su ministerio, y en esto no ha hecho más que continuar las líneas abiertas por el Vaticano II y continuadas por sus predecesores. Otro tema que ha marcado este pontificado es la sinodalidad que, siendo algo muy propio de la Iglesia, estaba un tanto olvidada. Pues ser Iglesia significa precisamente caminar juntos y compartir cada paso de este viaje.
Nos ha dejado un gran Papa. Un Papa cercano a la gente y con sentido del humor. Podría contar una anécdota que yo he vivido y alguna que otros me han contado. Con frecuencia invitaba a clérigos y monjas a no tener cara avinagrada. E invitaba a todos a sonreír. Porque la sonrisa y el sentido del humor nos ayudan a ser mejores y ayudan a que los demás lo sean. En una ocasión confesó que todos los días rezaba la oración de Santo Tomás Moro para pedir el sentido del humor, oración que empieza así: “concédeme, Señor, una buena digestión, pero también algo que digerir”. Y acaba así: “concédeme la gracia de comprender las bromas, para que conozca en la vida un poco de alegría y pueda comunicársela a los demás”.