LA PALABRA DEL DÍA

Evangelio del día

Lunes, 3 de febrero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 1-20

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.

Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras.

Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente:
«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes».

Porque Jesús le estaba diciendo:
«Espíritu inmundo, sal de este hombre».

Y le preguntó:
«Cómo te llamas?».

Él respondió:
«Me llamo Legión, porque somos muchos».

Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:
«Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos».

Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar.

Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado.

Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron.

Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca.

Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él.

Pero no se lo permitió, sino que le dijo:
«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti».

El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

Martes, 4 de febrero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».

Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.

Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando:
«Con solo tocarle el manto curaré».

Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba:
«Quién me ha tocado el manto?».

Los discípulos le contestaban:
«Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “Quién me ha tocado?”».

Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad.

Él le dice:
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».

Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».

No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida».

Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).

La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.

Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Miércoles, 5 de febrero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».

Y se escandalizaban a cuenta de él.

Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».

No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.

Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Jueves, 6 de febrero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 7-13

En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.

En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.

Y decía: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos.»

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Viernes, 7 de febrero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 14-29

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían:

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían:
«Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él».

Otros decían:
«Es Elías».

Otros:
«Es un profeta como los antiguos».

Herodes, al oírlo, decía:
«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».

Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.

El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano.

Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto.

La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.

La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo daré».

Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».

Ella salió a preguntarle a su madre:
«¿Qué le pido?».

La madre le contestó:
«La cabeza de Juan el Bautista».

Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».

El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.

Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

Sábado, 8 de febrero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

Él les dijo:
«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».

Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.

Se fueron en barca a solas a un lugar desierto.

Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.

Comentario al evangelio de hoy

Miércoles, 5 de febrero de 2025

Santa Águeda

Lecturas:

Heb 12, 4-7. 11-15. El Señor corrige a los que ama.

Sal 102. La misericordia del Señor dura por siempre, para aquellos que lo temen.

Mc 6, 1-6. No desprecian a un profeta más que en su tierra.

La Palabra que el Señor nos regala hoy nos invita, como siempre, a la conversión. A superar los prejuicios que nos impiden acoger plenamente a Jesucristo en nuestra vida.

Hoy contemplamos a Jesús enseñando en la Sinagoga de Nazaret, su pueblo.

Tres cosas escandalizan a los que le escuchan: su origen, su sabiduría y sus milagros: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero?

¿Por qué se escandalizan de él? Porque no tenían fe.

Y es que a la “familia” de Jesús no se entra por el parentesco o por los lazos sociales: se entra por la fe, por creer y confesar que Jesús es el Señor.

Y para esa confesión hace falta antes acoger el don del Espíritu Santo: Nadie puede decir «¡Jesús es Señor!», sino por el Espíritu Santo (cf. 1 Co 12, 3).

Y por esta falta de fe Jesús no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos.

Y hoy también tú te puedes “escandalizar de Jesús”. Nos escandalizamos cuando miramos a Jesús sin el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el que nos hace ver más allá de las apariencias. Nos hace ver el designio de Dios más allá del “envoltorio” con el que, a veces, se nos presenta este designio.

A veces, este “envoltorio” no nos gusta o nos desconcierta. Y podemos acabar rechazando el regalo precioso que se esconde debajo del envoltorio. Y… lo importante es que quites el envoltorio y te encuentres con el Regalo.

Por eso, cada día hemos de invocar al Espíritu Santo para que nos de una mirada de fe para poder mirar más allá de las apariencias. Cuando no tenemos el Espíritu Santo, todo se vuelve complicado.

Entonces, fácilmente acabamos viendo a Jesús, como un “personaje” del pasado; Dios, como una idea que no da vida; el Evangelio, como literatura bonita; el discipulado, como una exigencia; los hermanos, como una carga; la Iglesia, como una ong; la evangelización, como mera propaganda; la liturgia, como un rito anticuado y vacío…

¡No te dejes robar a Jesucristo vivo y resucitado! Mis ovejas escuchan mi vos, dice el Señor, y yo las conozco, y ellas me siguen. Entonces podrás ver los milagros que el Señor hace todos los días en tu vida.

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al Evangelio

Mc 6, 1-6. “Se admiraba de su falta de fe”. Jesús vuelve a Nazaret, el lugar donde se había criado, donde había crecido. Todos lo conocían porque lo habían visto correr por sus calles. Sabían quiénes eran sus padres y su familia más cercana. Consideran a Jesús uno de los suyos. Y eso, que aparentemente es bueno, se convierte en un obstáculo para creer. Ahora Jesús se presenta con una sabiduría nueva, con una enseñanza que les sorprende. Y no son capaces de acoger esta novedad, de abrirse a esta palabra que Jesús les comunica. Quieren que todo sea como ha sido siempre. Esa actitud nos puede suceder también a nosotros. Podemos acostumbrarnos a Jesús y no estar abiertos a su novedad cotidiana. Aunque queramos seguirle y ser discípulos suyos, podemos cerrarnos a la fe querer que las cosas sean como nosotros pensamos y no como Jesús nos las presenta. Así nos cerramos a la bondad y al poder de Jesús.

9 de febrero. V Domingo de Tiempo Ordinario
Año Litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del Profeta Isaías 6, 1-2a. 3-8

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.

Junto a él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro diciendo:
«¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!».

Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.

Yo dije:
«¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo».

Uno de los seres de fuego voló hacia mí con un ascua en la mano, que había tomado del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:
«Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado».

Entonces escuché la voz del Señor, que decía:
«¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?».

Contesté:
«Aquí estoy, mándame».

Salmo

Salmo 137, 1-2a, 2bc-3. 4-5 7c-8
R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario. R/.

Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R/.

Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 15, 1-11

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.

Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.

Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros.

Evangelio del domingo

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.

Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».

Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».

Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».

Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

comentario

POR TU PALABRA, ECHARÉ  LAS REDES

por Jaime Sancho Andreu

(5º Domingo ordinario -C-, 9-Febrero-2025)

El tiempo de los signos.

Estamos acompañando a Jesús en los primeros pasos de su vida pública y ya se va esbozando su mensaje. De hecho, tras la homilía de Nazaret, Jesús enseñaba constantemente en la región del lago de Galilea, y mucha gente le escuchaba con agrado. Pero el evangelista apenas nos refiere las enseñanzas del Maestro. Más que en un momento de palabras, estamos en un tiempo de «señales».

Fiados en el poder de la Palabra

Este domingo se lee que Jesús llegó a la orilla del lago y observó las barcas de pesca y  los pescadores desanimados por las pocas capturas, mientras se preparaban para un nuevo intento. El Señor se presenta como un extraño para los pescadores, sube sobre una barca, y escoge, no al azar, la de Simón, y  le hace ponerla cerca de la orilla. Entonces Jesús, sentado como en un trono o cátedra, se pone a enseñar, como Profeta y Maestro, en cuanto que él es la Sabiduría divina que ha descendido entre los hombres.                                                                                                

Sin embargo, Jesús no se detiene aquí, manda a Simón que lleve la barca lejos de la orilla y que tire las redes a una hora en que nadie pescaba. La respuesta del experimentado pescador, movido ya por la gracia a creer en Jesús,  no se hace esperar: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos recogido nada; pero, por tu  palabra, echaré las redes» (Lucas 5,5).

Simón se fio de la palabra de Jesús como Palabra de Dios, es una palabra poderosa, que obra lo que dice. En cierto modo, es la primera confesión de fe de Simón Pedro, diciendo algo que no venía de él, que no procedía “de la carne y la sangre”, como le dijo Jesús en la confesión de Cesarea (cf. Mt 16, 17. Lc 9, 20).

La pesca milagrosa que siguió mostró el poder de aquella palabra, y esto hizo que Simón le cambiara el título a Jesús, de “Maestro” a “Señor”: «Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» (Lc 5,8). , Jesús es Señor, la Palabra omnipotente divina en persona.

La misión apostólica.

El «terror sagrado» de Simón Pedro y sus compañeros es una consecuencia de la constatación de la presencia divina, que suscita a la vez atracción y alejamiento. Es lo mismo que intenta comunicar el relato de la vocación de Isaías por parte del tres veces Santo, que se lee en la Primera Lectura: «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros… he visto con mis ojos al Señor y Rey de los ejércitos» (Is 6,5). Por eso Jesús restablece la tranquilidad con las palabras típicas de todos los mensajeros celestiales: «No temas», seguidas de las misión: «Desde ahora serás pescador de hombres» (Lc 5,10).

San Pablo tuvo también la experiencia de la vocación divina, y sintió vivamente su propia indignidad, tal como lo confesó a los Corintios: «Porque yo soy el menor de los Apóstoles, y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo» (1 Cor 15,10; Segunda Lectura).

Los apóstoles recibieron una misión que parecía imposible para la experiencia humana, enfrentarse a la tradición judía multisecular y al imperio romano con sus religiones adoptadas y protegidas por el poder absoluto de Roma. También nosotros nos enfrentamos al mundo para defender causas que parecen condenadas al fracaso, tanto como lo era pretender pescar en aquellas horas del día. Pero con el poder de Dios, en su nombre, hemos de echar las redes una y otra vez, con toda confianza, porque no actuamos solos si nos sentimos colaboradores de la voluntad salvadora que se manifestó en Cristo Jesús.

La colaboración humana con la acción de Dios.

Las lecturas de este domingo presentan tal riqueza de temas, que es forzoso detenerse en uno de ellos, como puede ser el equilibrio entre la gracia y el poder salvador de Dios y la colaboración del hombre en la obra de la salvación. Porque unas veces se acentúa tanto el papel de la gracia divina – desde una óptica religiosa y mística – que la parte humana parece desaparecer completamente: «Todo es gracia» «No he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo». Y es verdad, porque Dios nos capacita para que colaboremos con él, gratuitamente, pero sin que desaparezcamos.

Otras veces nos olvidamos de Dios, y lo programamos todo menos nuestra relación con él, para la que parece no haber siquiera ni el tiempo para la oración. Parece que la salvación llegará a los hombres como un mensaje publicitario convincente por sí mismo y por su envoltura testimonial. También esto es una exageración que no llega a darse en forma absoluta.

Superando esta oposición, la Palabra de Dios nos muestra al Señor del cielo y de la tierra como menesteroso de colaboradores: «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?, y al  mismo tiempo nos ofrece el ejemplo de los que se comprometen para trabajar en la causa de Dios: «Pescadores de hombres» que tiran las redes en su nombre. Voluntarios que se ponen en pie: «Aquí estoy, mándame», «He trabajado más que todos los Apóstoles».

En forma negativa, también podemos hacer que la gracia de Dios no sirva para nada, que se fruste o quede estéril: «Su gracia no se ha frustrado en mí». Así es: hemos de trabajar por la salvación propia y la de los demás como si todo dependiera de nosotros, pero hemos de confiar en Dios como si todo dependiera de él: «Por tu palabra, echaré las redes». En medio está el misterio de la libertad de cada persona humana.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Isaías 6,1-2a.3-8 y Lucas 5,1-11: La vocación de los primeros discípulos tiene en san Lucas el prólogo de la pesca milagrosa; con este signo llamó Jesús la atención de aquellos hombres y les profetiza lo prodigiosos de su labor cuando sean «Pescadores de hombres». Ellos respondieron con prontitud, dejándolo todo, como Isaías y los demás profetas del Antiguo Testamento. La vocación que Jesús hace no tiene el marco del «Misterio tremendo», como en la Primera Lectura,  pero manifiesta también un poder insondable y capaz de alcanzar el corazón del hombre sin necesidad de grandes manifestaciones.

Segunda lectura. 1 Corintios 15,1-11: Comienza la parte de la carta dedicada a responder a las preguntas de los Corintios sobre la resurrección de los muertos, y Pablo escribe un texto fundamental del Nuevo Testamento que contiene  su propio testimonio y la relación de los demás testigos de la resurrección de Jesucristo; algunos estaban vivos todavía cuando se escribió esta carta.

Otro comentario al evangelio

Miércoles, 22 de enero de 2025

San Vicente mártir

Lecturas:

Eclo 51, 1-12. Me auxiliaste con tu gran misericordia.

Sal 33. El Señor me libró de todas mis ansias.

Rom 8, 35. 37-39. Ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo.

Mt 10, 17-22. El que persevere hasta el final se salvará.

Celebramos hoy la fiesta de San Vicente mártir, patrono de la ciudad y de la diócesis de Valencia.

No celebramos las fiestas simplemente por un mero recuerdo de acontecimientos históricos. A través de ellas, la Iglesia nos va ayudando a crecer en la fe, recordándonos verdades de fe especialmente importantes o mostrándonos el testimonio de los santos: hombres y mujeres como nosotros, pobres y pecadores, pero que se han fiado del Señor y se han abierto a la acción del Espíritu Santo, perseverando hasta el final.

San Vicente mártir es un hombre lejano a nosotros en la historia, pero muy cercano en la fe: ahora, desde el cielo, intercede por nosotros.

La Palabra que nos ha regalado hoy el Señor nos invita a vivir el combate de la fe: todos os odiarán por mi nombre. Esta es una realidad que el discípulo de Cristo ha de vivir. En la medida en que permanezcamos fieles a Jesucristo, experimentaremos el odio del mundo, como lo experimentó San Vicente.

Pero el Señor te invita a no tener miedo, porque ni uno solo de tus cabellos caerá sin que el Señor lo permita y sea para tu bien. Porque el Señor está contigo y cuida de ti. Porque no hay nada ni nadie que te pueda separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

La Palabra te invita a vivir en la esperanza, en la confianza, como hemos cantado en el Salmo: el ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege… Gustad y ved que bueno es el Señor. Y con la mirada puesta siempre en la meta: el cielo. Y por tanto sin temer al que puede matarnos en el cuerpo pero no puede destruir lo más profundo que tenemos: ser hijos de Dios.

Por eso es importante el testimonio de los mártires. San Vicente era un hombre joven cuando murió por confesar a Jesucristo. En la vida y en la muerte somos del Señor.

Que podamos perseverar hasta el final. Que como hemos cantado en el Aleluya podamos soportar la prueba para poder recibir un día la corona de la vida.

Pidamos por la diócesis de Valencia para que, por intercesión de San Vicente pueda permanecer fiel a Jesucristo hasta el fin de los tiempos.

¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Lc 2, 22-40. “Para presentarlo al Señor”. Celebramos hoy la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén. Es la fiesta de la luz revelada, la fiesta de la esperanza, la fiesta de las promesas cumplidas. El pueblo de Israel, a lo largo de una larga historia de salvación, había recibido distintos anuncios acerca de la futura venida del Mesías, el Hijo de David, el que iba a restaurar el reino. Simeón y Ana representan ese pueblo de Israel que acoge a Jesús, que experimenta con gozo el cumplimiento de la promesa hecha por Dios. Simeón no va a morir sin haber encontrado al Salvador. Ana también alaba a Dios y habla de la presencia del niño. La profecía cumplida se convierte en fuente de nuevas profecías. Simeón anuncia a María, la espada de dolor que la traspasará. Aquel niño va a ser motivo de división para los que no acepten su enseñanza. A nosotros nos invita a acoger esta luz con gozo.

26 de enero. III Domingo del tiempo ordinario
Año Litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del Libro de Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10

En aquellos días, el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenían uso de razón. Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua, desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, las mujeres y los que tenían uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura de la ley.

El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión.

Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas:
«Amén, amén».

Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.

Los levitas leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura.

Entonces, el gobernador Nehemias, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea:
«Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios: No estéis tristes ni lloréis» (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley).

Y añadieron:
«Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza».

Salmo

Salmo 18, 8. 9. 10. 15
R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia
el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 12, 12-30

Hermanos:

Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro sino muchos.

Si el pie dijera: «No soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso.

Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?

Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo.

El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito». Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan.

Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían.

Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros.

Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan.

Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.

Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas.

¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?

Evangelio del domingo

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1, 1-4; 4, 14- 21

Ilustre Teófilo:

Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.

Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor».

Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.

Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».

comentario del domingo

EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE MÍ

por Jaime Sancho Andreu

(3º Domingo ordinario -C-, 26 – Enero – 2025)

La “vida pública” de Jesús según san Lucas

Después del episodio inicial de las bodas de Caná, tomado de san Juan, el leccionario C comienza a llevarnos con Jesús desde el comienzo de su vida pública, en la Sinagoga de Nazaret, hasta la víspera del comienzo de la Pasión en Jerusalén. Desde el Bautismo a la Cruz se abre un periodo que desgraciadamente fue muy breve y que los evangelistas sinópticos dividen en tres partes: predicación y milagros en Galilea, viaje hasta Jerusalén que concluye en la entrada solemne en la ciudad santa y estancia en Jerusalén que incluye las controversias con los judíos, el discurso sobre el fin de los tiempos y la Pasión y Resurrección, con una última cita en el país del norte. Es así como lo proclamaba el discurso de Pedro que leíamos en la fiesta del Bautismo de Cristo: Todo empezó en Galilea (Hech 10, 37).

El prólogo de Lucas

Este domingo se lee el prólogo del tercer Evangelio. Es un texto muy importante donde el autor sagrado explica la forma en que ha procedido, seleccionando y verificando los hechos y las palabras de Jesús que se divulgaban de palabra y por escrito, poniendo orden en el relato de manera que pudiera servir para la formación sólida y rigurosa de los nuevos cristianos.

La liturgia de la Palabra

El leccionario pasa por alto los relatos de la infancia de Jesús y nos lo muestra ya adulto, después del Bautismo y las tentaciones en el desierto. La descripción de la liturgia de la palabra de Dios en la sinagoga viene preparada por la primera lectura que relata la solemne proclamación de la Ley en el templo de Jerusalén, reconstruido a la vuelta del exilio de Babilonia, y nos describe el ritual de la sinagoga que siguió también Jesús y que es ejemplar para nuestra liturgia cristiana de la palabra. Ahora, en la Iglesia, Dios sigue hablando a su pueblo, la palabra inspirada se encarna en la palabra humana de Jesús, Palabra eterna de Dios, y la fuerza del Espíritu Santo anima la palabra proclamada, que se dirige directamente a la asamblea reunida.

Los primeros pasos de Jesús como Mesías: Nazaret

En su presentación como Maestro en la sinagoga de Nazaret, la profecía de Isaías se cumplió en Jesús, que se manifiesta como Cristo, el Ungido por el Espíritu, comenzando el “Hoy” de la salvación que llega hasta nosotros: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres… para dar libertad a los oprimidos… (Lc 4, 18).

Dos cosas llaman la atención: el coraje de Jesús para asumir su misión y su humildad al designar su actividad como pura obediencia al “Espíritu del Señor” que está sobre él. Ambas cosas unidas caracterizan su convicción más profunda y muestran su personalidad única: su misión es el cumplimiento de todas las promesas de Dios, pero él la lleva a cabo como el verdadero “Siervo de Dios”.

Jesús anuncia y realiza la salvación

Nuestro Señor fue envido para anunciar y realizar la salvación, tal como lo enseñó el Concilio Vaticano II: “Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim., 2,4), habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas (Hebr., 1,1), cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón, como médico corporal y espiritual, mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino” (Sacr. Conc. 5). Del mismo modo, la Iglesia continua la obra de Cristo anunciando la Buena Noticia y cooperando con él para que los hombres participen ya en su vida de los bienes espirituales del Reino y de los signos materiales de la salvación como son las curaciones, la mejora de las relaciones sociales y la liberación de las opresiones consecuencias del pecado.

Jesús y la Iglesia movidos por el mismo Espíritu Santo

Así como no podemos entender a Jesucristo sin reconocer la obra del Espíritu Santo en él, tampoco es posible comprender la vida de la Iglesia sin aceptar que el alma de la misma es el mismo Espíritu de Dios. Es como ocurre en el cuerpo humano (Segunda lectura): Cada uno tiene una tarea personal, insustituible, pero no para sí mismo, sino para el todo vivo; una tarea que cada cual debe cumplir en el Espíritu del todo. Y como todos hemos bebido de un solo Espíritu (1 Cor 12, 13) todo el que posee el Espíritu ha de vivir en el amor a los otros, en los otros. La Iglesia no es una simple asociación religiosa, regida por normas humanas, sino un misterio, una obra salvadora de Dios gracias a la acción del Espíritu Santo.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Nehemías 8, 2-4ª.5-6.8-10 y Lucas 1, 1-4; 4, 14-21: En el principio de la vida pública de Jesús está su presentación como Maestro en la sinagoga de Nazaret. La profecía de Isaías se cumplió en Jesús, que se manifiesta como Cristo, el Ungido por el Espíritu, comenzando el “Hoy” de la salvación que llega hasta nosotros. La primera lectura relata la solemne lectura de la Ley en el templo de Jerusalén reconstruido a la vuelta del exilio de Babilonia y nos describe el ritual de la sinagoga que siguió también Jesús.

Segunda lectura. 1 Coríntios 12, 12-30: La unidad de la Iglesia, expuesta con la metáfora del cuerpo humano, nace de la iniciación cristiana. El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía nos unen vitalmente a Cristo, y en él todos los cristianos tienen la misma dignidad, pero diferentes misiones y funciones.

Otro comentario al evangelio

Domingo, 12 de enero de 2025

El Bautismo del Señor

Lecturas:

Is 42, 1-4. 6-7. Mirad a mi siervo, a quien prefiero.

Sal 28, 1-10. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Hch 10, 34-38. Dios ungió a Jesús con la fuerza del Espíritu Santo.

Lc 3, 15-16. 21-22. Jesús se bautizó. Mientras oraba se abrió el cielo.

Con la fiesta del Bautismo del Señor, que celebramos hoy, concluye el tiempo litúrgico de Navidad.

El bautismo de Jesús es la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; anticipa ya el bautismo de su muerte en la cruz.

Se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados. A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo.

El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a «posarse» sobre él. De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su bautismo, se abrieron los cielos que el pecado de Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación (cf. Catecismo 1224 y 536).

Esta fiesta nos recuerda nuestro propio bautismo, y nos hace descubrir que en el Bautismo hemos recibido la semilla de un tesoro que es la fe, y el don del Espíritu Santo, que nos convierte en hijos de Dios en Cristo y nos introduce en la comunidad de fe: la Iglesia.

La Palabra de Dios te invita hoy a tomarte en serio tu fe, a no jugar con ella, a cuidarla para que cada día sea más fuerte, a pesar de tu debilidad o, mejor, contando con ella, y entregándosela al Señor para que el Espíritu Santo realice en ti la obra de la santidad como Él quiera hacerla.

Y ¿qué has de hacer para que tu fe crezca y madure? En primer lugar, acoger como dirigidas a ti la palabra de Dios en el evangelio: tú eres mi hijo amado. Este es el hilo conductor de todo el ser cristiano: que Dios te ama gratuitamente y está haciendo una historia de amor y de salvación contigo. Esta es la clave. Descubrir que todo es don, todo es gracia, todo es una obra del Señor que tú has de acoger en tu vida.

Por eso, –como cantamos en el Aleluya– has de escuchar a Jesucristo: con una actitud de humildad, de sencillez, de confianza… de dejarte enseñar por Él, que es el único Maestro. Y con el Espíritu Santo, dejar que la Palabra vaya modelando tu corazón para que tu vida se ajuste a la voluntad de Dios.

También es necesario que cultives tu vida espiritual. La oración es necesaria. Rezar y, no sólo cuando tienes problemas, sino cada día, como lo más natural que puedes hacer con Dios, tu Padre. Y orar con una oración viva y sincera. Una oración de petición en el Espíritu, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero también una oración de alabanza, que es el eco de la presencia del Espíritu haciendo nueva tu vida.

También, participar en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía y en la Penitencia. Son medios necesarios que Jesús te ha dejado para tu crecimiento espiritual en la fe. Y hacer el bien.

Y todo esto se vive en la Iglesia, que es la familia de los que creen en Jesucristo. No puedes vivir la fe en solitario, de una manera individualista. No. Dios no te ha creado para la soledad, sino para la relación, para la comunión y para la donación.

Y todo esto es un camino que culminará en la meta, que es el cielo, donde ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede siquiera imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman.

¡Ábrele el corazón al Señor! ¡No tengas miedo! ¡El que comenzó en ti la obra buena, él mismo la llevará a su término!

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al evangelio

Lc 1,14; 4,14-21. “He resuelto escribírtelos por su orden”. Lucas nos presenta hoy su evangelio. Es el fruto del testimonio de los que vieron las obras y escucharon las palabras de Jesús. Son enseñanzas sólidas que se han transmitido desde entonces y sobre la que se apoya la fe de los creyentes, nuestra fe. Después el evangelio de hoy nos presenta la primera predicación de Jesús en la sinagoga de su pueblo, Nazaret. Allí proclama un texto del rollo de Isaías que presenta la figura del Mesías, el ungido de Dios. Su misión es liberar, sanar y llevar el evangelio a los pobres. La reflexión que Jesús ofrece se limita a decir: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. La persona de Jesús es el cumplimiento de todos los anuncios realizados por los profetas. Él es el Mesías que ha venido a liberar y sanar a la humanidad.

6 de enero. Epifanía del Señor
Año litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 60, 1-6

¡Levántate y resplandece, Jerusalén,
porque llega tu luz;
la gloria del Señor amanece sobre ti!

Las tinieblas cubren la tierra,
la oscuridad los pueblos,
pero sobre ti amanecerá el Señor,
y su gloria se verá sobre ti.

Caminarán los pueblos a tu luz,
los reyes al resplandor de tu aurora.

Levanta la vista en torno, mira:
todos esos se han reunido, vienen hacia ti;
llegan tus hijos desde lejos,
a tus hijas las traen en brazos.

Entonces lo verás, y estarás radiante;
tu corazón se asombrará, se ensanchará,
porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti,
y a ti llegan las riquezas de los pueblos.

Te cubrirá una multitud de camellos,
dromedarios de Madián y de Efá.
Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso,
y proclaman las alabanzas del Señor.

Salmo

Salmo 71, 1bc-2. 7-8. 10-11. 12-13
R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R/.

Los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
postrense ante él todos los reyes,
y sirvanle todos los pueblos. R/.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3, 2-3a. 5-6

Hermanos:

Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de vosotros, los gentiles.

Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 1-12

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.

Ellos le contestaron:
«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres ni mucho menos la última
de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un jefe
que pastoreará a mi pueblo Israel”».

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
«Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

comentario de la epifanía

ESCUCHA ISRAEL

por Jaime Sancho Andreu

(31º Domingo ordinario -B-, 3 – Noviembre- 2024)

Jesús en Jerusalén

La lectura dominical del Evangelio pasa por alto la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, así como los episodios de la higuera estéril y la purificación del Templo. Después de todo esto el Señor se pone a enseñar por última vez en público, concluyendo su programa dirigido a la revelación del Reino de Dios. Dentro de esta enseñanza está la respuesta que da a un escriba acerca del principal mandamiento de Dios. Como siempre, la contestación de Jesús no se para en el simple enunciado, sino que se abre a nuevas y más amplias realidades.

Nos puede parecer una pregunta inútil, pero es que, en tiempos de Jesús, se discutía este tema, pues había una escuela rabínica que defendía que el primer mandamiento era guardar el descanso sabático, ya que era una ley que instituyó y observó el mismo Dios, que descansó en el séptimo día de la creación (Gen 2,2-3).

El primer mandamiento

El Shemá Jisrael, ¡Escucha, Israel!, o sea, Deut 6, 4-5, al cual se añadieron Deut 6, 6-9: 11, 13-21 y Num 15, 37-41, todavía hoy es proclamado al menos tres veces al día por los hebreos fieles. Jesús era un buen hebreo, también él recitaba el Shemá, y lo cita al escriba que lo recita asimismo, y juntos lo revisan como regla de vida. Ante todo, ¡Escucha, Israel! El hecho revelado: El Señor nuestro Dios es el único Señor, aquel que se reveló a Moisés en la zarza ardiente (Éxodo 3, 14). Aquí está contenida toda la revelación divina. Este es el fundamento inamovible de la fe otorgada al pueblo de Israel como Vida divina, y esto es para Jesús el centro de su existencia; y por eso quiere que lo sea también de la nuestra.

Continuando la cita del Deuteronomio, Jesús recita el primer mandamiento, el del amor hacia Dios, amor total, sin reservas, amor que transforma la existencia del creyente. Con esto la respuesta habría acabado, pero sólo ha comenzado. El Señor continúa citando el segundo mandamiento (Levítico 19, 18), el amor al prójimo; un sentimiento que lleva asimismo a la transformación de la vida propia y la de los hermanos: Amarás a tu prójimo como a ti mismo; y añade la conclusión: No hay mandamiento mayor que éstos.

No debe sorprendernos que el escriba estuviese de acuerdo con Jesús; éste ha citado los principales textos de Moisés; y además, añade que el amor a Dios y al prójimo vale más que todos los actos de culto sin caridad. Esta reflexión proviene de los libros históricos (1 Samuel 15, 22) y de los profetas (Oseas 6, 6). Por ello, como el escriba respondió como sabio, cercano al conocimiento del Reino de Dios, Jesús lo alabó. Después nadie hace más preguntas. El ministerio público de la doctrina del Reino está terminando; lo mismo que nuestra lectura del Evangelio de Marcos en este año B.

Y ¿Ya está todo?

¿Ya no hay más que decir? Los maestros de Jerusalén se quedan tranquilos. Al fin y al cabo, Jesús es un buen rabino que enseña lo mismo que los mejores de entre ellos.

Ciertamente, Jesús llevó a plenitud la ley, pero no fue sólo porque fuera a los esencial y más personal de los mandamientos, sino porque se ofreció a sí mismo como el modelo ejemplar de obediencia a Dios, hasta la muerte.

Y más aún, Jesús nos invita a imitarlo viviendo su misma vida y su misma muerte. Gracias a esta vida en Cristo podemos hacer de nuestra existencia un sacerdocio y un culto radicalmente superior al del Antiguo Testamento. Como ha proclamado la Carta a los Hebreos.   

También en nuestro tiempo hay muchas opiniones y voces que nos llevan a pensar que Jesús es solamente un mensajero de paz y amor, y su Evangelio una utopía preciosa, pero poco real.

El Señor ya ha llegado a Jerusalén, y lo que ocurra allí en los pocos d´´ias siguientes, dará sentido a toda su vida. También a la nuestra.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Deuteronomio 6, 2-6 y Marcos 12, 28b-34: Después de entrar triunfalmente en Jerusalén, Jesús se vio envuelto en controversias con los sacerdotes y los fariseos que deseaban encontrar motivos para acusarlo; pero no pudieron contradecir la pureza de su doctrina sobre el amor a Dios y al prójimo, apoyada en las palabras de Moisés en la plegaria “Escucha, Israel” que los judíos recitan en la oración de la mañana. Jesús no anuló las antiguas Escrituras, sino que les dio un sentido más espiritual y universal.

Segunda lectura. Hebreos 7, 23-28: Jesucristo supera a los sacerdotes del Antiguo Testamento en que permanece para siempre, es único y supremo como su sacrificio, que no se repite más, sino que se va actualizando en la eucaristía.

Otro comentario

Lunes, 6 de enero de 2025

Epifanía del Señor

Lecturas:

Is 60, 1-6. Caminarán los pueblos a tu luz.

Sal 71, 7-13. Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra.

Ef 3, 2-3a.5-6. También los gentiles son miembros de las promesas de Jesucristo.

Mt 2, 1-12. Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo.

Hoy celebramos la manifestación de Jesucristo como Salvador de todos los pueblos. Esto ya fue profetizado en el Antiguo Testamento, como escuchamos en la primera lectura y en el Salmo, y se cumple con la adoración de los Magos, que contemplamos en el evangelio.

Jesucristo es la Luz de los pueblos y, a través de la Iglesia, sigue iluminando a todos los hombres.

Dice Benedicto XVI que, como nos dice la primera lectura, la Iglesia es humanidad iluminada, «bautizada» en la gloria de Dios, es decir, en su amor, en su belleza, en su señorío. La Iglesia sabe que su humanidad, con sus límites y sus miserias, pone más de relieve la obra del Espíritu Santo. Ella no puede jactarse de nada, excepto en su Señor: no proviene de ella la luz, no es suya la gloria. Pero su alegría, que nadie le podrá arrebatar, es precisamente ser «signo e instrumento» de Aquel que es luz de los pueblos (cf. LG, 1).

Y de esa misión de seguir anunciando a Jesucristo, participamos todos los bautizados: llamados, consagrados y enviados a ser luz del mundo, sal de la tierra y levadura que fermente la masa (cf. Mt 5, 13-14).

El Aleluya también nos ha dado una clave importante: Venimos a adorar al Señor.

Al llegar los Magos al portal de Belén, postrarse ante el Niño, confesando que éste es el Rey de Reyes y adorarlo, termina su camino terreno para comenzar una peregrinación interior: el camino de la fe.

Porque, como dice el Papa Francisco: No basta saber, como Herodes, que Jesús nació si no lo encontramos. Cuando su dónde se convierte en nuestro dónde, su cuándo en nuestro cuándo, su persona en nuestra vida, entonces las profecías se cumplen en nosotros. Entonces Jesús nace dentro y se convierte en Dios vivo para mí. Hoy estamos invitados a imitar a los magos. Ellos no discuten, sino que caminan; no se quedan mirando, sino que entran en la casa de Jesús; no se ponen en el centro, sino que se postran ante él, que es el centro.

Y esta es la invitación que hoy te hace el Espíritu Santo: que humildemente te postres y adores a Jesús, el Señor, el único Señor, el Rey de Reyes.

Y entregarle al Señor, no oro, incienso y mirra, sino tu pobre corazón, con tus debilidades y pecados… para vivir el camino de ser discípulo.

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario

Mt 2, 1-12. “Abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos”. La fiesta de la Epifanía nos habla de la extensión de la manifestación de Jesús a todo el universo. Si los pastores, que se acercaron al pesebre en la noche del nacimiento de Jesús, representaban al pueblo de Israel, que esperaba la venida del Mesías; los Magos representan a toda la humanidad, las distintas razas, que también esperan la llegada del Salvador. Son expresión del hombre que busca el encuentro con Dios. Los Magos supieron interpretar el signo de la estrella, que les llevó a Jesús. También nosotros hemos de estar atentos a los signos que nos hablan de la presencia del Señor en nuestro mundo, para encontrarnos con Él. Los Magos nos dan ejemplo de generosidad ofreciendo regalos a Jesús. También nosotros hemos de ofrecerle lo mejor que hay en cada uno para que el Señor lo acoja y lo multiplique.

fiesta del 9 D'OCTUBRE

En la Diócesis de Valencia

Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

En la Diócesis de Valencia

 Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

(9 de octubre de 2023)

Al llegar esta fecha histórica en que recordamos el segundo nacimiento del pueblo cristiano valenciano, después de un periodo de oscuridad en el que nunca dejó de estar presente, conviene que tengamos presente esta festividad que nos hace presente el misterio de la Iglesia a través del templo mayor de nuestra archidiócesis, donde está la cátedra y el altar del que está con nosotros en el lugar de los apóstoles, como sucesor suyo. La sede de tantas peregrinaciones  y de innumerables vistas individuales, brilla en este día con la luz de la Esposa de Cristo, engalanada para las nupcias salvadoras.

El 9 de octubre evoca la fundación del reino cristiano de Valencia y la libertad del culto católico en nuestras tierras. Ese mismo día, la comunidad fiel valenciana tuvo de nuevo su iglesia mayor, dedicada a Santa María, y estos dos acontecimientos forman parte de una misma historia. Es una fiesta que nos afianza en la comunión eclesial en torno a la iglesia madre, donde tiene su sede el Pastor de la Iglesia local de Valencia, el templo que fue llamado a custodiar el sagrado Cáliz de la Cena del Señor, símbolo del sacrificio de amor de Jesucristo y de la comunión eucarística en la unidad de la santa Iglesia.

El aniversario de la dedicación

El 9 de octubre será para la comunidad cristiana de Valencia una fiesta perpetua, pero en cada aniversario resuena con más fuerza que nunca el eco de aquella preciosa y feliz celebración en que nuestro templo principal, la iglesia madre, apareció con la belleza que habían pretendido que tuviera aquellos generosos antepasados nuestros que lo comenzaron.

La belleza de la casa de Dios, sin lujos, pero con dignidad, tanto en las iglesias modestas como en las más importantes o cargadas de arte e historia, lo mismo que la enseñanza de sus signos, nos hablan del misterio de Dios que ha querido poner su tabernáculo entre nosotros y hacernos templo suyo.

Al contemplar las catedrales sembradas por Europa, en ciudades grandes o pequeñas, nos asombra el esfuerzo que realizaron quienes sabían que no verían culminada su obra. En nuestro tiempo, cuando domina lo funcional, nos resulta difícil comprender esas alturas “inútiles”, esos detalles en las cubiertas y las torres, esas moles que, cuando se levantaron, destacarían mucho más que ahora, entre casas de uno o dos pisos. Pero lo cierto es que también ahora se construyen edificios cuyo tamaño excede con mucho al espacio utilizable; nos dicen que es para prestigiar las instituciones que albergan, y eso es lo que pretendían nuestros antepasados para la casa de Dios y de la Iglesia; eso, seguramente, y otras cosas que se nos escapan.

Una construcción que no ha terminado

El aniversario de la dedicación nos recuerda un día de gracia, pero también nos impulsa hacia el futuro. En efecto, de la misma manera que los sacramentos de la Iniciación, a saber, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, ponen los fundamentos de toda la vida cristiana, así también la dedicación del edificio eclesial significa la consagración de una Iglesia particular representada en la parroquia.

En este sentido el Aniversario de la dedicación, es como la fiesta conmemorativa del Bautismo, no de un individuo sino de la comunidad cristiana y, en definitiva, de un pueblo santificado por la Palabra de Dios y por los sacramentos, llamado a crecer y desarrollarse, en analogía con el cuerpo humano, hasta alcanzar la medida de Cristo en la plenitud (cf. Col 4,13-16). El aniversario que estamos celebrando constituye una invitación, por tanto, a hacer memoria de los orígenes y, sobre todo, a recuperar el ímpetu que debe seguir impulsando el crecimiento y el desarrollo de la parroquia en todos los órdenes.

Una veces sirviéndose de la imagen del cuerpo que debe crecer y, otras, echando mano de la imagen del templo, San Pablo se refiere en sus cartas al crecimiento y a la edificación de la Iglesia (cf. 1 Cor 14,3.5.6.7.12.26; Ef 4,12.16; etc.). En todo caso el germen y el fundamento es Cristo. A partir de Él y sobre Él, los Apóstoles y sus sucesores en el ministerio apostólico han levantado y hecho crecer la Iglesia (cf. LG 20; 23).

Ahora bien, la acción apostólica, evangelizadora y pastoral no causa, por sí sola, el crecimiento de la Iglesia. Ésta es, en realidad, un misterio de gracia y una participación en la vida del Dios Trinitario. Por eso San Pablo afirmaba: «Ni el que planta ni el que riega cuentan, sino Dios que da el crecimiento» (1 Cor 3,7; cf. 1 Cor 3,5-15). En definitiva se trata de que en nuestra actividad eclesial respetemos la necesaria primacía de la gracia divina, porque sin Cristo «no podemos hacer nada» (Jn 15,5).

Las palabras de San Agustín en la dedicación de una nueva iglesia; quince siglos después parecen dichas para nosotros:

«Ésta es la casa de nuestras oraciones, pero la casa de Dios somos nosotros mismos. Por eso nosotros… nos vamos edificando durante esta vida, para ser consagrados al final de los tiempos. El edificio, o mejor, la construcción del edificio exige ciertamente trabajo; la consagración, en cambio, trae consigo el gozo. Lo que aquí se hacía, cuando se iba construyendo esta casa, sucede también cuando los creyentes se congregan en Cristo. Pues, al acceder a la fe, es como si se extrajeran de los montes y de los bosques las piedras y los troncos; y cuando reciben la catequesis y el bautismo, es como si fueran tallándose, alineándose y nivelándose por las manos de artífices y carpinteros. Pero no llegan a ser casa de Dios sino cuando se aglutinan en la caridad» (Sermón 336, 1, Oficio de lectura del Común de la Dedicación de una iglesia).

Jaime Sancho Andreu

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