LA PALABRA DEL DÍA

Evangelio del día

Lunes, 15 de julio de 2024
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 34 – 11, 1

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espada. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.
El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

Martes, 16 de julio de 2024
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 20-24

En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido:

En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido:
«¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza.
Pues os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy.
Pues os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti».

Miércoles, 17 de julio de 2024
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-27

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Jueves, 18 de julio de 2024
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 28-30

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Viernes, 19 de julio de 2024
Lectura del santo evangelio según san Mateo 12, 1-8

En aquel tiempo, atravesó Jesús en sábado un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.

En aquel tiempo, atravesó Jesús en sábado un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.
Los fariseos, al verlo, le dijeron:
«Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado».
Les replicó:
«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes de la proposición, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino solo a los sacerdotes.
¿Y no habéis leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa?
Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo.
Si comprendierais lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».

Sábado, 20 de julio de 2024
Lectura del santo evangelio según san Mateo 12, 14-21

En aquel tiempo, al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús.

En aquel tiempo, al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús.
Pero Jesús se enteró, se marchó de allí y muchos lo siguieron.
Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran.
Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Mirad a mi siervo, mi elegido,
mi amado, en quien me complazco.
Sobre él pondré mi espíritu
para que anuncie el derecho a las naciones.
No porfiará, no gritará, nadie escuchará su voz por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
la mecha vacilante no la apagará,
hasta llevar el derecho a la victoria;
en su nombre esperarán las naciones».

Comentario al evangelio

Lunes, 15 de julio de 2024

San Buenaventura

Lecturas:

Is 1, 10-17. Lavaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones.

Sal 49 Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.

Mt 10, 34 – 11, 1. No he venido a sembrar paz, sino espada.

La Palabra que el Señor nos regala hoy, nos invita, como siempre a la conversión.

La tentación del fariseísmo es una de las grandes tentaciones que nos acechan. Especialmente a los que decimos que somos discípulos de Jesucristo. ¿En qué consiste el fariseísmo?

La primera lectura y el Salmo nos lo han mostrado con claridad: ¿Qué me importa la abundancia de vuestros sacrificios? —dice el Señor—… Vuestros novilunios y solemnidades los detesto… No me traigáis más inútiles ofrendas, son para mí como incienso execrable… Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones… ¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos?

La gran tentación es decirle a Jesús que sí con los labios, pero no con el corazón. Es tener un discipulado aparente, superficial. Que guardemos las formas, tengamos unas prácticas piadosas, pero que nuestro corazón esté lejos del Señor. Que, al final, el Señor de tu vida no sea Jesús, sino que caigas en la peor de todas las idolatrías, la creer que tú eres dios, creer que tú eres señor tu vida, de tu tiempo, de tus cosas…

Y la conversión a la que nos llama el Señor no es un mero moralismo: es poner toda tu vida bajo el Señorío de Jesucristo: El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí… el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí.

La verdadera conversión no es creer a tiempo parcial. Es vivir con espíritu de enamorado: entregándoselo todo al Señor. Y entregándolo todo por amor, porque has encontrado la perla preciosa, el tesoro escondido.

Por eso, el Evangelio nos habla de la seriedad del seguimiento de Cristo. No es la seriedad taciturna del esclavo, sino la pasión del corazón enamorado. El amor no es un juego. No se vive a medias. Cuando estás verdaderamente enamorado, lo das todo.

Ese será un signo de si realmente te has encontrado con el Señor. Y entonces la alabanza no será mera palabrería vacía y estéril, sino el eco de la acción del Espíritu Santo que vive y actúa en tu corazón.

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al Evangelio

Mt 10, 34 – 11, 1. “El que pierda su vida por mí, la encontrará”. Jesús no solo instruye a sus discípulos acerca de los medios con los que han de realizar la misión, sino que también les habla de la dificultad de esta tarea. La misión puede provocar una división entre los que acepten el mensaje del evangelio y los que lo rechacen. Esa división puede ser con las personas más cercanas, con la propia familia. La opción por Jesús es prioritaria y eso incluye cargar con la propia cruz, perder la propia vida. Otro aspecto de la misión es que el enviado por Jesús se identifica con el mismo Jesús. Acoger a aquel que anuncia a Jesús es acoger al mismo Jesús. Ningún pequeño gesto va a quedar sin recompensa. Por eso hemos de vivir con agradecimiento los gestos y detalles que recibimos por ser discípulos de Jesús.

14 de julio. Domingo XV Tiempo Ordinario
Año litúrgico 2023-2024 (Ciclo B)

Primera lectura

Lectura del Profeta Amós 7, 12-15

En aquellos días, Amasías, sacerdote de Betel, dijo a Amós:
«Vidente, vete, huye al territorio de Judá. Allí podrás ganarte el pan y allí profetizar. Pero en Betel no vuelvas a profetizar, porque es el santuario del rey y la casa del reino».
Pero Amós respondió a Amasías:
«Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y cultivador de sicomoros.
Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo Israel”».

Salmo

Sal. 84, 9ab-10. 11-12. 13-14
R: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está cerca de los que lo temen,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R.

El Señor nos dará lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
y sus pasos señalarán el camino. R.

Segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 1, 3-14

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.
En él, por su sangre, tenemos la redención, el perdón de los pecados, conforme a la riqueza de la gracia que en su sabiduría y prudencia ha derrochado para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad: el plan que había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.
En él hemos heredado también los que estábamos destinados por decisión del que lo hace todo según su voluntad, para que seamos alabanza de su gloria quienes antes esperábamos en el Mesías.
En él también vosotros, después de haber escuchado la palabra de verdad – el evangelio de vuestra salvación -, creyendo en él habéis sido marcados con el sello del Espíritu Santo prometido.
Él es la prenda de nuestra herencia, mientras llega la redención del pueblo de su propiedad, para alabanza de su gloria.

Evangelio del domingo

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió:
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

comentario del domingo

ENVIADOS PARA ANUNCIAR Y REALIZAR LA SALVACIÓN

(15º Domingo ordinario -B-,  14 de julio de 2024)

La misión de los apóstoles.

Los doce apóstoles fueron enviados por Jesús en varias ocasiones antes de su Pasión; fueron misiones breves con la finalidad de anunciar su llegada, anunciando que el Reino de Dios estaba ya muy cerca.

Pero el relato de Marcos que se lee este domingo, refleja más bien lo que fue la misión definitiva después de la Resurrección. Sus características son que no se limita a Israel, que permite el uso de bastón y sandalias, como corresponde a un camino más largo…

No se trata ya de anunciar la proximidad de Jesús, sino de hacer accesible a todos la salvación que anunciaban y que alcanzaba a las personas en su integridad, para las almas y los cuerpos, resumida en forma de expulsión de los demonios que señoreaban el mundo antes de la llegada del Reino de Dios y de curación de las enfermedades. En este pasaje se anuncia ya lo que será en la Iglesia primitiva el sacramento de la Unción de los enfermos: “Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con óleo a muchos enfermos y los curaban” (Mc 6, 12-13), tal como lo describe la Carta de Santiago (5, 14-15).

El carisma del apostolado.

Los evangelios dicen claramente que los apóstoles no eran ni profetas ni sacerdotes de familia o de profesión, como lo eran los del antiguo Israel. El Señor los apartó de la vida ordinaria y los envió por un camino totalmente nuevo pare ellos, como ya había pasado en el caso del antiguo profeta Amós, que se extrañaba de que Dios le llamase, siendo un simple hombre del campo, pastor y agricultor (Primera lectura).

Los apóstoles serán los responsables de la misión del Reino, que era el cumplimiento del plan de Dios para salvar a toda la humanidad por medio de Cristo. Esto antes era un “misterio” secreto, pero ahora el misterio de Cristo es una gozosa revelación como lo proclama san Pablo al comienzo de la Carta a los Efesios: “Este es el plan (“misterion”) que había proyectado realizar por Cristo, cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra” (Ef 1, 9-10; Segunda lectura).

Los apóstoles recibieron un don espiritual único, con gracias particulares (carismas) exclusivos de aquella primera generación de enviados: eran los testigos directos de Cristo resucitado y, cuando el Señor subió al cielo,  fueron inspirados por el Espíritu Santo para crear las primeras estructuras de la Iglesia según la enseñanza de Jesús y para predicar y escribir el mensaje revelado como Palabra de Dios.

Esa fue una obra grandiosa, y solo se comprende si creemos que Jesucristo siguió siendo el Pastor de su Iglesia, de modo que aquello que él realizo durante un breve espacio de tiempo y en un marco muy reducido, vino a ser una empresa universal.

La misión de la Iglesia: anunciar y realizar la salvación.

Pero los apóstoles transmitieron a sus sucesores la misión que habían recibido de Jesucristo para que alcanzase a todos los hombres y a todas las generaciones. Por el sacramento del Orden permanece su misión en la Iglesia, que está asistida por el Espíritu Santo para que conserve y anuncie sin error la doctrina revelada, y todos los fieles, religiosos y seglares, participamos en el apostolado cada uno según su propio estado.

El Concilio Vaticano II, en su primer documento, expresaba así solemnemente la misión de los apóstoles y de la Iglesia: “Así como Cristo fue enviado por el Padre, Él a su vez envió a los apóstoles, llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a “predicar” el Evangelio, la Buena Noticia de la salvación, a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y a “anunciar” que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos libró del poder de Satanás (cf. Hech 26, 18) y de la muerte nos condujo al Reino del Padre, sino también a “realizar” la obra de salvación que proclamaban mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica” (Const. de Sagrada Liturgia, 6). Profetismo, liturgia y caridad son inseparables en la misión que ahora toca a nosotros continuar.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Amós 7, 12-15 y Marcos 6, 7-13: Los profetas como Amós fueron enviados por Dios para llevar su palabra al pueblo y denunciar sus pecados; del mismo modo, Jesús envió a sus apóstoles para anunciar y realizar la salvación, representada en el signo de la curación de los enfermos mediante la unción con el óleo.

Segunda lectura. Efesios 1, 3-14: Comienza hoy la lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Éfeso, escrita durante la cautividad del Apóstol en Cesarea o en Roma y que seguiremos durante ocho domingos. La carta comienza con un himno que ensalza el plan de Dios de hacer a Cristo cabeza de una nueva comunidad que abrazase a judíos y gentiles.

Otro comentario al evangelio

Sábado, 29 de junio de 2024

San Pedro y San Pablo

Lecturas:

Hch 12, 1-11. El Señor ha enviado a su ángel para librarme.

Sal 33, 2-9. El ángel del Señor librará a los que temen a Dios.

2 Tm 4, 6-8.17-18. He corrido hasta la meta, he mantenido la fe.

Mt 16, 13-19. Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino de los Cielos.

La fiesta de San Pedro y San Pablo, apóstoles, es una grata memoria de los grandes testigos de Jesucristo y una solemne confesión de fe en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Es una fiesta de la catolicidad.

Son las columnas de la Iglesia. Ellos han transmitido la fe y sobre ellos se edifica la Iglesia. Fueron elegidos por el Señor para ser testigos de la Buena Noticia.

Siendo débiles y pecadores fueron elegidos por Dios para que en su debilidad se manifestara la fuerza y la grandeza de Dios. Ellos hicieron de Jesucristo, el Señor de su vida, el centro de su existencia, la razón y la fuerza para vivir.

En el Evangelio escuchamos cómo Jesús dirige a sus discípulos la pregunta del millón, que no es ¿quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?, sino Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Esta es la pregunta clave también para ti, hoy. En la respuesta que des a esta pregunta te va la vida.

¿Quién es Jesús para ti? ¿Qué pinta Jesucristo en tu vida? ¿Quién es el Señor de tu vida? ¿Quién dirige tu vida? ¿A quién le preguntas cómo tienes que vivir cada día?

San Pedro y San Pablo pudieron, por el don del Espíritu Santo (cf. 1 Co 12, 3), confesar que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo, o Para mí la vida es Cristo (cf. Flp 1, 21).

Jesucristo elige, de entre todos los apóstoles, a Pedro como cabeza de la Iglesia. Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia, y se continúa por los obispos bajo el primado del Papa (cf. Catecismo 881). El Papa ha sido puesto por Jesucristo para enseñar, santificar y gobernar la Iglesia.

El papel, el servicio eclesial de Pedro tiene su fundamento en la confesión de fe en Jesús.

La memoria de San Pedro nos invita a confesar que Jesús es el Señor, a tenerle a Él como único Maestro, a permanecer siempre fieles a las enseñanzas de Jesucristo que vive en su cuerpo, que es la Iglesia.

La memoria de San Pablo nos invita a la nueva evangelización, a ser apóstoles, a no tener miedo de dar la cara por Cristo, porque sé de quién me he fiado y que tiene poder para asegurar hasta el final el encargo que me dio (cf 2 Tim 1, 12s).

¡Ven, Espíritu Santo! ¡Haz llover, para que crezca en mí la fe y el amor a Jesucristo y a su cuerpo, que es la Iglesia!

¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Mt 16, 13-19. “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Celebramos hoy la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Ambos representan las dos columnas sobre las que se edifica nuestra Iglesia. A Pedro el Señor le ha confiado la responsabilidad de sostener con su testimonio la fe de sus hermanos. En Cesarea, Pedro responde a Jesús con una manifestación de su fe: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo. Frente a esto, Jesús le confía la responsabilidad de ser el fundamento sobre el que se apoya la Iglesia y le da el poder de las llaves, que significa la capacidad de perdonar o de no hacerlo. Esto garantiza la continuidad del depósito de la fe y la certeza de que nosotros confesamos la misma fe de los apóstoles.

21 de julio. Domingo XVI Tiempo Ordinario
Año litúrgico 2023-2024 (Ciclo B)

Primera lectura

Lectura del Profeta Jeremías 23, 1-6

¡Ay de los pastores que dispersan y dejan que se pierdan las ovejas de mi rebaño! – oráculo del Señor -.

Por tanto, esto dice el Señor, Dios de Israel a los pastores que pastorean a mi pueblo:
«Vosotros dispersasteis mis ovejas y las dejasteis ir sin preocuparos de ellas. Así que voy a pediros cuentas por la maldad de vuestras acciones – oráculo del Señor -.

Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las apacienten, y ya no temerán ni se espantarán. Ninguna se perderá – oráculo del Señor -».

Mirad que llegan días – oráculo del Señor – en que daré a David un vástago legítimo: reinará como monarca prudente, con justicia y derecho en la tierra.

En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro.

Y le pondrán este nombre: El-Señor-nuestra-justicia».

Salmo

Sal. 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6
R: El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

Preparas una mesa ante mi,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.

Segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 2, 13-18

Hermanos:
Ahora, gracias a Cristo Jesús, los que un tiempo estabais lejos estáis cerca por la sangre de Cristo.

Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de carne el muro que los separaba: la enemistad.

Él ha abolido la ley con sus mandamientos y decretos, para crear, de los dos, en sí mismo, un único hombre nuevo, haciendo las paces. Reconcilió con Dios a los dos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al hostilidad.

Vino a anunciar la paz: paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre por medio de él en un mismo Espíritu.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:
«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».

Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.

Se fueron en barca a solas a un lugar desierto.

Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.

comentario del domingo

VACACIONES CON JESÚS

(16º Domingo ordinario -B-, 21 de Julio de 2024)

La vuelta de los apóstoles. El regalo de Jesús.

Al volver los apóstoles de su primera misión, a la que fueron enviados por Jesús, tal como leíamos el domingo pasado, el Señor escuchó el relato de sus primeras experiencias evangelizadoras y los invitó a un periodo de retiro, descanso y reflexión en un lugar apartado. Podemos imaginar la ilusión con que prepararían ese viaje y la alegría con que se embarcarían: ¡Unos días solos con Jesús! una experiencia que todos hubiéramos querido disfrutar.

Era como un premio por la misión realizada; Jesús tuvo así con sus amigos y colaboradores un gesto que manifestaba su delicadeza humana. Este descanso que ofrece Jesús es una muestra del reposo sin fin que nos promete a todos los que le seguimos, que no será una especie de “sueño eterno”, sino de un festivo descanso sabático en el definitivo “día del Señor”; así dice san Pablo: Y allí estaremos siempre junto al Señor (1 Tes 4, 17).

Pero no hubo vacaciones.

Porque, la realidad se impuso en la forma de aquellas muchedumbres que los habían seguido caminando por la orilla del lago, fatigadas, sin provisiones y ansiosas de escuchar al Maestro.

Aquellas gentes inspiraban lástima, porque eran como ovejas sin pastor (Mc 6, 34), habían perdido la confianza en sus jefes y maestros tradicionales y estaban siendo agitados por los que quería llevarlos a la revuelta contra los romanos. Sólo Jesús podía volver a orientar a aquellos  despreciados galileos y reunirlos en un solo pueblo con los odiados gentiles y los orgullosos judíos, “derribando con su carne el muro que los separaba, el odio” (Ef 2, 14; Segunda lectura).

¡Adiós vacaciones! Hubo que cambiar los planes, y Jesús se puso a enseñarles con calma (v. 34). Jesús se encontró entre dos opciones, la de premiar y atender a los de cerca o la de atender a los necesitados, y la decisión fue inmediata; la compasión venció a la amistad personal. El Señor no perdió la paciencia, aunque seguramente tuvo que tranquilizar a los decepcionados apóstoles, porque él era el verdadero Buen Pastor, conforme al modelo profetizado por Ezequiel y Jeremías (Primera lectura), así como en el Salmo responsorial 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.

Este pasaje de Marcos forma una unidad con el relato de la multiplicación de los panes y los peces que leeremos el próximo domingo. Jesús se ocupa del pan del espíritu y el pan de los cuerpos, pues Él busca nuestra salvación integral y eterna; con nuestro Buen Pastor, nada nos falta.

Las enseñanzas ¿perdidas? de Jesús.

Desgraciadamente en los evangelios no conservamos más que algunos fragmentos de estas largas enseñanzas de Jesús; gran parte de ellas debieron sobrevivir en la doctrina y las normas que dieron los apóstoles, inspirados por el Espíritu Santo, pero, sobre todo, conservamos su ejemplo imperecedero que debe permanecer en la Iglesia: porque los cristianos conscientes, pastores y laicos, debemos estar dispuestos a renunciar aún a lo más legítimo, como es el descanso merecido, para atender con calma a los pobres en el cuerpo o en el espíritu, nuevas ovejas sin pastor, desorientadas y angustiadas, que muchas veces no saben a quien acogerse o cómo expresar correctamente su necesidad.

Vacaciones con Jesús.

La invitación de Jesús a descansar con él es muy oportuna en estas fechas en que cada cual está disfrutando o preparando sus vacaciones. El descanso es una necesidad que el mismo Jesús quiso procurar a sus discípulos, pero no debe significar un alejamiento del Señor. En este tiempo se nos brinda una gracia muy especial para establecer unas relaciones más intensas y hondas con nosotros mismos, con los demás y con Dios. En estos días de descanso, podemos disfrutar más de la vida en familia, de la amistad, de los contactos humanos en profundidad. Este tiempo es una magnífica ocasión para hablar y comprendernos mejor, para tener largos ratos de silencio, de oración, tiempos para contemplar la naturaleza, para vernos a nosotros mismos, para leer, para meditar. Naturalmente que el clima de vacaciones no nos hace olvidar las diversas situaciones que muchos están viviendo, todo lo contrario, nos invita a pensar más en cómo darnos mejor la mano los unos a los otros para salir adelante. A donde vayamos, allí estará la palabra y la mesa del Buen Pastor.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Jeremías 23, 1-6 y Marcos 6, 30-34: Al volver los apóstoles de su primera misión, Jesús escuchó sus experiencias y los invitó a un periodo de retiro, descanso y reflexión con un gesto que manifestaba la delicadeza humana de Cristo; pero la realidad se impuso en forma de muchedumbres ansiosas, “ovejas sin pastor”, que obliga a cambiar los planes del Señor, verdadero Buen Pastor, conforme al modelo profetizado por Ezequiel y Jeremías, así como en el salmo 22.

Segunda lectura. Efesios 2, 13-18: San Pablo declara a los Efesios que el plan misterioso de Dios se ha revelado ya en Cristo, dando comienzo en él un hombre nuevo, capaz de unir con un mismo Espíritu a judíos y gentiles.

Otro comentario al evangelio

Domingo, 19 de mayo de 2024

Pentecostés

Lecturas:

Hch 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar.

Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

1Co 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo.

Jn 20, 19-23. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo.

Celebramos hoy el día de Pentecostés. El misterio pascual culmina con el envío del Espíritu Santo sobre la Virgen María y los Apóstoles. Pentecostés es la fiesta de la Nueva Alianza, con una ley escrita por el Espíritu Santo en el corazón de los creyentes.

Cincuenta días después de la Pascua, la Iglesia recibe el don del Espíritu Santo, el don más alto de Dios al hombre, el testimonio supremo por tanto de su amor por nosotros, un amor que se expresa concretamente como «sí a la vida» que Dios quiere para cada una de sus criaturas (cf. Benedicto XVI, Mens. JMJ 2008). El Espíritu Santo se nos da para nuestra santificación: para que vivamos identificados totalmente con Cristo y, para que, permaneciendo en Él, podamos dar fruto abundante.

El Espíritu Santo nos da sus dones para sostener y animar nuestra vida cristiana, nuestro camino de santidad. Estos dones son actitudes interiores permanentes que nos hacen dóciles para seguir los impulsos del Espíritu. Estos siete dones son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

Son dones que no podemos conseguir con nuestro esfuerzo, sino que los recibimos gratuitamente en nuestro bautismo: la gracia santificante nos concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante sus dones (cf. Catecismo 1266.).

Por ello, la Palabra de Dios que proclamamos hoy te invita a vivir según el Espíritu y no según la carne, es decir: te invita a acoger en tu corazón esos dones del Espíritu y a vivir la vida nueva de los hijos de Dios.

Si aceptamos en nuestro corazón estos siete dones, y vivimos animados por el impulso del Espíritu siguiendo a Jesucristo como único Maestro y único Señor, los dones del Espíritu producen en nuestra vida doce frutos, que son la obra del Espíritu en nuestra vida. Estos doce frutos, según la Tradición de la Iglesia, son: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad (firmeza, perseverancia), bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad (cf. Gal 5, 22-23).

La santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida… Invoca al Espíritu Santo y camina con confianza hacia la gran meta: la santidad. Así no serás una fotocopia. Serás plenamente tú mismo (cf. FRANCISCO, GE 15, CV 107).

Es también el momento para preguntarnos qué estás haciendo con los carismas, que has recibido del Espíritu Santo, y que los has recibido para ponerlos al servicio de los demás en la Iglesia. Esos carismas no los puedes guardar para ti: no son tuyos. Los has recibido para que fructifiquen en favor de los demás.

¡Anímate! Dios te ama y quiere tu felicidad y te da la vida eterna. Ábrele el corazón para que el Espíritu Santo vaya realizando en ti la obra de la santidad.

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Mc 5, 21-43. “Basta que tengas fe”. El evangelio de hoy está marcado por dos encuentros con Jesús, detrás de los cuales hay dos mujeres sufriendo: una niña de doce años años con una enfermedad que pone en peligro su vida y una mujer que padece flujos de sangre también desde hace doce años. El padre de la niña, jefe de la sinagoga, se acerca a Jesús y se postra ante Él pidiendo que vaya a su casa a imponer las manos sobre su hija. La mujer discretamente se acerca a Jesús por detrás y le toca el manto. Al momento queda curada. Jesús percibe la fuerza que ha salido de Él y pregunta quién le ha tocado. La mujer se postra a sus pies y reconoce su acción. En los dos casos la postración es signo de la confianza en el poder de Jesús y su actitud de súplica necesitada. El Señor cura en ambos casos porque ha venido a devolvernos la salud.

fiesta del 9 D'OCTUBRE

En la Diócesis de Valencia

Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

En la Diócesis de Valencia

 Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

(9 de octubre de 2023)

Al llegar esta fecha histórica en que recordamos el segundo nacimiento del pueblo cristiano valenciano, después de un periodo de oscuridad en el que nunca dejó de estar presente, conviene que tengamos presente esta festividad que nos hace presente el misterio de la Iglesia a través del templo mayor de nuestra archidiócesis, donde está la cátedra y el altar del que está con nosotros en el lugar de los apóstoles, como sucesor suyo. La sede de tantas peregrinaciones  y de innumerables vistas individuales, brilla en este día con la luz de la Esposa de Cristo, engalanada para las nupcias salvadoras.

El 9 de octubre evoca la fundación del reino cristiano de Valencia y la libertad del culto católico en nuestras tierras. Ese mismo día, la comunidad fiel valenciana tuvo de nuevo su iglesia mayor, dedicada a Santa María, y estos dos acontecimientos forman parte de una misma historia. Es una fiesta que nos afianza en la comunión eclesial en torno a la iglesia madre, donde tiene su sede el Pastor de la Iglesia local de Valencia, el templo que fue llamado a custodiar el sagrado Cáliz de la Cena del Señor, símbolo del sacrificio de amor de Jesucristo y de la comunión eucarística en la unidad de la santa Iglesia.

El aniversario de la dedicación

El 9 de octubre será para la comunidad cristiana de Valencia una fiesta perpetua, pero en cada aniversario resuena con más fuerza que nunca el eco de aquella preciosa y feliz celebración en que nuestro templo principal, la iglesia madre, apareció con la belleza que habían pretendido que tuviera aquellos generosos antepasados nuestros que lo comenzaron.

La belleza de la casa de Dios, sin lujos, pero con dignidad, tanto en las iglesias modestas como en las más importantes o cargadas de arte e historia, lo mismo que la enseñanza de sus signos, nos hablan del misterio de Dios que ha querido poner su tabernáculo entre nosotros y hacernos templo suyo.

Al contemplar las catedrales sembradas por Europa, en ciudades grandes o pequeñas, nos asombra el esfuerzo que realizaron quienes sabían que no verían culminada su obra. En nuestro tiempo, cuando domina lo funcional, nos resulta difícil comprender esas alturas “inútiles”, esos detalles en las cubiertas y las torres, esas moles que, cuando se levantaron, destacarían mucho más que ahora, entre casas de uno o dos pisos. Pero lo cierto es que también ahora se construyen edificios cuyo tamaño excede con mucho al espacio utilizable; nos dicen que es para prestigiar las instituciones que albergan, y eso es lo que pretendían nuestros antepasados para la casa de Dios y de la Iglesia; eso, seguramente, y otras cosas que se nos escapan.

Una construcción que no ha terminado

El aniversario de la dedicación nos recuerda un día de gracia, pero también nos impulsa hacia el futuro. En efecto, de la misma manera que los sacramentos de la Iniciación, a saber, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, ponen los fundamentos de toda la vida cristiana, así también la dedicación del edificio eclesial significa la consagración de una Iglesia particular representada en la parroquia.

En este sentido el Aniversario de la dedicación, es como la fiesta conmemorativa del Bautismo, no de un individuo sino de la comunidad cristiana y, en definitiva, de un pueblo santificado por la Palabra de Dios y por los sacramentos, llamado a crecer y desarrollarse, en analogía con el cuerpo humano, hasta alcanzar la medida de Cristo en la plenitud (cf. Col 4,13-16). El aniversario que estamos celebrando constituye una invitación, por tanto, a hacer memoria de los orígenes y, sobre todo, a recuperar el ímpetu que debe seguir impulsando el crecimiento y el desarrollo de la parroquia en todos los órdenes.

Una veces sirviéndose de la imagen del cuerpo que debe crecer y, otras, echando mano de la imagen del templo, San Pablo se refiere en sus cartas al crecimiento y a la edificación de la Iglesia (cf. 1 Cor 14,3.5.6.7.12.26; Ef 4,12.16; etc.). En todo caso el germen y el fundamento es Cristo. A partir de Él y sobre Él, los Apóstoles y sus sucesores en el ministerio apostólico han levantado y hecho crecer la Iglesia (cf. LG 20; 23).

Ahora bien, la acción apostólica, evangelizadora y pastoral no causa, por sí sola, el crecimiento de la Iglesia. Ésta es, en realidad, un misterio de gracia y una participación en la vida del Dios Trinitario. Por eso San Pablo afirmaba: «Ni el que planta ni el que riega cuentan, sino Dios que da el crecimiento» (1 Cor 3,7; cf. 1 Cor 3,5-15). En definitiva se trata de que en nuestra actividad eclesial respetemos la necesaria primacía de la gracia divina, porque sin Cristo «no podemos hacer nada» (Jn 15,5).

Las palabras de San Agustín en la dedicación de una nueva iglesia; quince siglos después parecen dichas para nosotros:

«Ésta es la casa de nuestras oraciones, pero la casa de Dios somos nosotros mismos. Por eso nosotros… nos vamos edificando durante esta vida, para ser consagrados al final de los tiempos. El edificio, o mejor, la construcción del edificio exige ciertamente trabajo; la consagración, en cambio, trae consigo el gozo. Lo que aquí se hacía, cuando se iba construyendo esta casa, sucede también cuando los creyentes se congregan en Cristo. Pues, al acceder a la fe, es como si se extrajeran de los montes y de los bosques las piedras y los troncos; y cuando reciben la catequesis y el bautismo, es como si fueran tallándose, alineándose y nivelándose por las manos de artífices y carpinteros. Pero no llegan a ser casa de Dios sino cuando se aglutinan en la caridad» (Sermón 336, 1, Oficio de lectura del Común de la Dedicación de una iglesia).

Jaime Sancho Andreu

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