LA PALABRA DEL DÍA

Evangelio del día

Lunes, 10 de marzo de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 31-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.

Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.

Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.

Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.

Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.

Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.

Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.

Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.

Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Martes, 11 de marzo de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 7-15

«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:

«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:

“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Miércoles, 12 de marzo de 2025
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 29-32

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:

«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.

La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.

Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

Jueves, 13 de marzo de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 7, 7-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.

Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!

Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».

Viernes, 14 de marzo de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 20-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.

Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego.

Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».

Sábado, 15 de marzo de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 43-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo”.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo”.

Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.

Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

Comentario al evangelio de hoy

Miércoles, 12 de marzo de 2025

Lecturas:

Jon 3, 1-10. Dios se arrepintió y no llevó a cabo el castigo.

Sal 50, 3-4.12-13.18-19. Un corazón quebrantado y humillado, tu no lo desprecias.

Lc 11, 29-32. Aquí hay uno que es más que Salomón y más que Jonás.

En nuestro camino hacia la Pascua, hoy la Palabra nos invita a ser discípulos, a no quedarnos en simples curiosos o meros admiradores de Jesús.

La Palabra hoy nos muestra una de las diferencias entre la curiosidad y el discipulado. Esa diferencia es la conversión.

El curioso, reclama signos y milagros que sacien su curiosidad y su sed por lo maravilloso. Busca una gracia barata, con signos extraordinarios. Le interesa más “resolver” sus problemas que seguir a Jesús.

Pero, no. El camino de la fe, ordinariamente, es otro: es el camino de Abrahán: salir de tu tierra y recorrer el camino que el Señor te pone delante, fiado únicamente en su Palabra.

El discípulo, vive con espíritu de conversión, vive acogiendo confiadamente la Palabra y guardándola en el corazón.

El discípulo ha descubierto que el gran signo de la llegada del Reino de Dios es el mismo Jesús y su predicación, ha experimentado que esta Palabra tiene vida eterna, que es una buena noticia.

Si quieres encontrarte con Jesucristo, no pidas otros signos. No. La clave está en que te conviertas, en que, como los ninivitas, abras tu corazón al Señor y te fíes de su Palabra.

¡Si crees, verás la gloria de Dios! Entonces podrás ver numerosos milagros. Pero al estilo de Dios, no al tuyo.

Si no tienes espíritu de conversión, no te convencerá ni aunque resucite un muerto y venga a visitarte (cf. Lc 16, 31).

En cambio, si vives de la fe, si tienes el corazón abierto al Espíritu Santo, reconocerás en tu vida la mano de Dios, que manifiesta a los suyos su poder y su amor. Tu vida entera se convertirá en el espacio de un milagro, porque también tú verás que no estás solo, que el Señor está contigo haciendo nueva toda tu vida.

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al Evangelio

Lc 11, 29-32. “Pide un signo”. La generación contemporánea de Jesús pide un signo. Es algo habitual fruto de nuestra débil fe. Queremos signos que nos ayuden a creer, pero queremos que sean los signos que nosotros pedimos. Vivimos en un mundo lleno de signos. Dios nos habla de muchas maneras. Pero no estamos dispuestos a reconocer esos signos, porque queremos que el mensaje de Dios se adecue a nuestros intereses. No ha habido signo mayor que el mismo Jesucristo, el Hijo de Dios, que se ha hecho hombre para comunicarnos la buena noticia. Pero si no reconocemos a Jesús, ¿cómo vamos a reconocer otros signos? La sabiduría de Jesús es mayor que la de Salomón, la profecía de Jesús es más poderosa que la de Jonás. A nosotros nos toca creer y confiar, aprender a leer los signos que ya tenemos y no pedir otros.

16 de marzo. II Domingo de Cuaresma
Año Litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis 15, 5-12. 17-18

En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo:
«Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas».

Y añadió:
«Así será tu descendencia».

Abrán creyó al Señor y se le contó como justicia.

Después le dijo:
«Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte en posesión esta tierra».

Él replicó:
«Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?».

Respondió el Señor:
«Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón».

Él los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrán los espantaba.

Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él.

El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.

Aquel día el Señor concertó alianza con Abrán en estos términos:
«A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egipto al gran río Éufrates».

Salmo

Salmo 26, 1. 7-8a. 8b-9abc. 13-14
R/. El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.

Escúchame, Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor. R/.

No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R/.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 3, 17 – 4, 1

Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros.

Porque —como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos— hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas.

Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.

Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.

Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

Evangelio del domingo

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 9, 28b-36

En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.

De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.

Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

No sabía lo que decía.

Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.

Y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».

Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

comentario

EL ÉXODO PASCUAL DE CRISTO

por Jaime Sancho Andreu

(2º Domingo de Cuaresma -C-, 16 – Marzo – 2025).

El domingo de la Transfiguración.           

Al término de la primera semana de Cuaresma, la Iglesia de Roma celebraba una solemne vigilia en la basílica de san Pedro con motivo de las Témporas; allí se leía el pasaje de la Transfiguraciòn del Señor, en la que aquél apóstol intervenía singularmente. Esta lectura pasó al segundo domingo de Cuaresma y se hizo general en el rito romano.

Este año C, el pasaje de la Transfiguración, que se lee en este domingo, según los tres evangelistas sinópticos, está centrado en la profecía de la muerte del Señor, expuesta bajo la imagen del «Éxodo», la salida de este mundo. Por ello las otras dos lecturas han sido elegidas en relación con estos temas de la transfiguración y del éxodo pascual de Cristo. Así este importante pasaje anuncia la muerte y la resurrección de Cristo que será el motivo culminante de la Pascua y nos sitúa en el Éxodo que es esta vida.

La historia de la salvación.

La primera lectura nos sitúa en la etapa correspondiente a Abrahán, segunda etapa de la historia de la salvación, el patriarca que cree en Dios y se le cuenta en «su haber». El padre de los creyentes se encuentra con Dios, que le hizo salir de Ur de los Caldeos y que se compromete con él mediante unos ritos que certifican y sellan la alianza.

En esta lectura aparecen los temas de la fe de Abrahán, la salida, el camino, la alianza mediante unos ritos que son profecía de la nueva y definitiva alianza sellada en la sangre de Cristo. Es una etapa que el cristiano-catecúmeno personaliza en su propia historia que comenzó en el bautismo, entendiendo este sacramento como un salir de la lejanía de Dios para ir a la tierra prometida de la Iglesia.

La confianza en la promesa de Dios, ratificada en la nueva alianza, no hace decir con el salmo responsorial 26: «El Señor es mi luz y mi salvación. Espero gozar de la  dicha del Señor en el país de la vida».

La glorificación del cristiano, ciudadano del cielo.

San Pablo nos anuncia la aplicación del misterio pascual de Cristo a sus discípulos fieles: «Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador, el Señor Jesucristo. El transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa, con esa energía que posee para sometérselo todo» (Filipenses 3, 20-21). Nuestra ciudadanía está en el cielo, de modo que nuestra muerte, como la de Cristo, será un éxodo pascual hacia el cielo, mediante la espiritualización, glorificación o transfiguración de nuestra condición material y mortal. Como el viejo Abrahán, los cristianos no tienen su patria verdadera en el lugar donde nacieron, sino que son caminantes hacia la ciudad definitiva a la que han sido llamados.

La gloria de Jesucristo.

El Evangelio de la transfiguración, en la narración de Lucas, comienza aludiendo a la plegaria de Jesús, típica de los momentos culminantes que muestran la filiación divina de Cristo. El relato nos sitúa en la perspectiva del término del camino, de la gloria que se ha de revelar: Jesús sube a la montaña como subirá al final al Calvario y por último, al monte de la Ascensión; y allí recibe el anuncio de su tránsito pascual, pues ése es el contenido del diálogo con los misteriosos personajes gloriosos: «Hablaban de su muerte («éxodo» en el texto original, término exclusivo de Lucas en este pasaje) que iba a consumarse en Jerusalén» (Lucas 9, 31). En la Pascua Dios “pasará” de nuevo, como en Egipto, y llevará consigo a su Hijo, al que los hombres habían reducido a la esclavitud de la muerte y a la prisión del sepulcro, y lo levantará para que él mismo arrastre en su renovado Éxodo a todos sus hermanos. Los discípulos tienen claro que no deben hablar de esa visión «en aquellos días», es decir, antes de los acontecimientos pascuales. La predicación de la buena noticia de la salvación por medio de Cristo muerto y resucitado vendrá de la fuerza del Espíritu, al cumplirse los días de Pentecostés.

El catecumenado cuaresmal.

Ante este impresionante conjunto de lecturas, debemos seguir en actitud catecumenal, la cual nos pide en primer lugar que escuchemos a la Palabra de Dios («Catecúmeno» = «Oyente»), y luego, que mantengamos la esperanza en la vida con Cristo. Estas son las virtudes que los cristianos debemos despertar especialmente en la Cuaresma. ¿No dice las voz del Padre, en la transfiguración de Cristo, que tenemos que escuchar al Hijo, al escogido? ¿No nos dirigimos también nosotros hacia un término humanamente inasequible, puro don de Dios?

Nosotros, finalmente, al contrario que los testigos del monte Tabor, estamos ya en el tiempo del Evangelio, y hemos de proclamar a Jesucristo Dios y hombre verdadero, mostrando con nuestro ejemplo que somos ciudadanos del cielo, no como aquellos que sólo aspiran a cosas terrenas, porque andan como enemigos de la cruz de Cristo (Filipenses 3, 19). En la Cuaresma hemos de aprender a amar la cruz de Cristo, árbol de la Vida, guion de la marcha a través del desierto de este mundo y llave de ciudad eterna.

 Nuestra vida es también un Éxodo, como el de Abrahán, el del pueblo de Israel y el de Jesús. No podemos apegarnos a las cosas de este mundo, porque tenemos un destino prometido, la ciudad eterna de la que ya somos ciudadanos.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura. Génesis 15,5-12.17-18:  Llegamos a la segunda etapa de la historia de la salvación., la de Abrahán. El santo patriarca es modelo para nuestra experiencia catecumenal, pues él escuchó la palabra de Dios, salió de su tierra y consagró la alianza con el Señor, como nosotros  renovamos todo ello en el Bautismo y en la Eucaristía.

Segunda lectura. Filipenses 3,17 – 4,1: San Pablo nos promete la aplicación  del misterio de la transfiguración de Cristo si permanecemos fieles imitadores suyos y amigos de la cruz del Señor. En la iniciación cristiana iniciamos un camino que nos debe llevar a la ciudad eterna del cielo.

Evangelio de Lucas 9,28b-36: El Evangelio de la Transfiguración, propio de este domingo segundo,  es un anuncio de la muerte y resurrección de Cristo, a cuya celebración nos preparamos en la Cuaresma, entendidas según san Lucas como un «éxodo» pascual.

Otro comentario al evangelio

5 de marzo de 2025, Miércoles de Ceniza
 
Ayuno y abstinencia
 
Lecturas:
 
Jl 2, 12-18.  Volved a mí de todo corazón.
 
Sal 50, 3-6.12-17.  Misericordia, Señor, hemos pecado.
 
2 Cor 5, 20-6, 2.  No recibáis en vano la gracia de Dios.
 
Mt 6, 1-6.16-18.  Cuando reces entra en tu habitación.
 
Comenzamos hoy la Cuaresma, camino hacia la Pascua, al encuentro con el Señor Resucitado que pasa cada día por tu vida, para encontrarse contigo. 
 
La Cuaresma es un tiempo de gracia. Así nos lo ha recordado San Pablo: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. Por eso nos invita también a no echar en saco roto la gracia de Dios, a escuchar la voz del Señor y no dejar que se endurezca el corazón. 
 
¡Este es el momento ideal para que te conviertas! Esto es lo que nos propone la Iglesia con la celebración anual de la Cuaresma.
 
El Salmo 50 nos indica el itinerario espiritual que estamos llamados a vivir en la Cuaresma.
 
Misericordia, Dios mío, por tu bondad…, borra mi culpa…, limpia mi pecado. Es una llamada a la conversión.
 
Una llamada a no instalarse en el pecado. ¿Cuál es la raíz de todo pecado? La raíz de todo pecado es creer que tú eres dios, el señor y dueño de tu vida, de tu historia, del bien y del mal… 
 
Por eso, comenzamos con el signo de la ceniza: Recuerda que eres polvo. Que es lo mismo que decir: recuerda que tú no eres dios. Recuerda que necesitas ser salvado.
 
Y esta es una llamada radical a la conversión, a volver al Señor y entregarle tus pecados. Sin justificarlos, sin disimularlos y sin esconderlos… sino entregándoselos al Señor, que te ama y te ofrece su perdón.
 
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme…, no me quites tu santo espíritu. 
 
Pero al mismo tiempo que le entregas tus pecados, has de acoger el don del Espíritu que irá renovando tu corazón, tu matrimonio, tu sacerdocio, tu consagración religiosa… ¡Hará nueva tu vida!
 
Pero, ¡déjale hacer a Él! Como Él quiera y al ritmo que Él quiera.
 
Tres armas preciosas nos muestra el Evangelio: Orar, escuchar cada día al Señor: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor. No endurezcáis el corazón.
 
Dar limosna, para poner nuestra seguridad y nuestra confianza en el Señor.
 
Ayunar, vaciando nuestro corazón de nuestro egoísmo para llenarlo del Señor y experimentar que solo Dios basta.
 
Y este itinerario culminará cuando en la noche de Pascua cantemos el Aleluya: Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
 
En este Año Jubilar el Papa Francisco nos invita a caminar juntos en la esperanza y descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria (cf. Mensaje para la Cuaresma 2025).
 
Caminar porque no somos vagabundos, sino peregrinos en marcha hacia la meta del cielo; llamados a salir de nuestra zona de confort, llamados a ayudar a los otros peregrinos que el Señor pone en nuestro caminar.
 
Caminar juntos: siendo artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios; caminando codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia.
 
Caminar juntos en la esperanza de una promesa: La esperanza que no defrauda ha de ser para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual, porque la muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Mt 6, 1-6. 16-18. “Tu Padre, que ve en lo secreto”. Iniciamos hoy el tiempo de cuaresma, cuyo sentido es prepararnos para la celebración de la Pascua. Es un tiempo para cuidar la intimidad con Dios, como hizo el pueblo de Israel en el desierto. Nuestra fe tiene necesariamente una dimensión pública, que no podemos olvidar. Pero lo que Dios no quiere es que hagamos exhibición de nuestra religiosidad, para que la gente piense bien de nosotros. En ese caso ya hemos recibido la paga. Nuestra conversión pasa por un crecimiento en la relación con Dios, en un seguimiento más cercano a Jesús, nuestro Maestro. Las actitudes que se nos proponen para avanzar en este tiempo son la oración, la limosna y el ayuno. Seguro que si procuramos vivirlas con sinceridad nos ayudaran a ser mejores y a estar mejor dispuestos para las celebraciones pascuales.

2 de marzo. VIII Domingo del tiempo ordinario
Año Litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico 27, 4-7

Cuando se agita la criba, quedan los desechos; así, cuando la persona habla, se descubren sus defectos.

El horno prueba las vasijas del alfarero, y la persona es probada en su conversación.

El fruto revela el cultivo del árbol, así la palabra revela el corazón de la persona.

No elogies a nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona.

Salmo

Salmo 91
Es bueno darte gracias, Señor.

Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo;
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad. R/.

El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios. R/.

En la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
mi Roca, en quien no existe la maldad. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 54-58

Hermanos:

Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita:
«La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?».

El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.

¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!

De modo que, hermanos míos queridos, manteneos firmes e inconmovibles.

Entregaos siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que vuestro esfuerzo no será vano en el Señor.

Evangelio del domingo

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 39-45

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.

El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

comentario del domingo

LA VERDAD DE CADA PERSONA

por Jaime Sancho Andreu

(8º domingo de Tiempo Ordinario, ciclo C. 2 – Marzo – 2025)

La conclusión del “Sermón de la llanura”

Hemos llegado a la conclusión de este discurso de Jesús, según san Lucas, que es como una selección de las enseñanzas del “Sermón de la montaña” en el evangelio de san Mateo.

Los dos pasados domingos escuchamos al Señor cuando bendecía a los pobres y se lamentaba por los ricos y, luego, cuando nos animaba a amar a los enemigos. El discurso concluye hoy con una exhortación a la sinceridad, confiando en Dios, que conoce la verdad de cada persona.

Los guías ciegos

Escuchamos hoy a Jesús, que nos propone su enseñanza con una serie de parábolas, para que recordemos bien lo que nos dice.

“¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?”

Guías ciegos son los que tienen los ojos cerrados a las realidades, las acciones de Dios y no aceptan la luz de la fe. La desgracia de la ceguera hace que quienes la sufren no son conscientes de muchas cosas que les rodean: los colores, las formas que no pueden tocar… y, además, están en constante peligro de tropezar y caer.

Los que gozamos de la luz de la fe no podemos dejarnos engañar por quienes dicen que no hay más que lo material y niegan lo espiritual, lo trascendente, lo que va más allá de esta vida.

La hipocresía de los entrometidos                                    

Jesús utiliza la ironía para que todos se den cuenta, con ejemplo de la basurilla y la viga en el ojo; es de imaginar las exclamaciones o la risa de los oyentes cuando se imaginaban al listo de turno con una viga clavada en el ojo y queriendo limpiar una mota de polvo en el ojo del vecino.

El Evangelio nos conduce al realismo, a mirarnos a nosotros mismos antes de entrometernos en la vida de los otros. El juicio es de Dios, pero ya en esta vida se va viendo la verdad de cada persona a través de sus obras, si da frutos buenos o malos: caridad, felicidad y paz o desamor, penas y discordia.

No adelantarse en el juicio

Ya lo decían los sabios de Israel, como lo hemos escuchado en la primera lectura: “No elogies a nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona” (Eclo 27,7). Es lo que decían los filósofos griegos cuando se presentaba un nuevo alumno: “Habla, joven, para que te conozca”; o nuestro refrán popular: “En la mesa y en el juego se conoce a las personas”. A veces nos deslumbra la personalidad o lo primero que dice una persona o la propaganda de un partido o de un producto; la Palabra de Dios nos da hoy un consejo muy humano, no precipitarse y esperar a los frutos, buenos o malos que produce la palabra y las acciones de cada persona.

La esperanza que nos mantiene

El cristiano puede mantenerse firme en medio de la debilidad y los cambios de las personas, porque se apoya en la esperanza de la vida resucitada, la verdadera y auténtica; con esta confianza, podemos “entregarnos siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que nuestro esfuerzo no será vano en el Señor” (1 Cor 15,58; Segunda lectura).

Comienza la Cuaresma

El próximo 5 de marzo es el Miércoles de Ceniza, que da comienzo al santo tiempo de la Cuaresma, que nos prepara a la celebración de la Pascua del Señor, que este año será el 20 de abril. Es un día de ayuno para los mayores de 18 años y menores de sesenta; también de abstinencia, como los viernes de Cuaresma, para los mayores de catorce años durante todo el resto de su vida. Es importante que enseñemos estas prácticas a los jóvenes, pues son un recordatorio del apartamiento del pecado, que debe ser una constante en la vida.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio (Eclesiástico 27,4-7 y Lucas 6,39-45): Los sabios del Antiguo Testamento, cuando aconsejan no precipitarse en el juicio de los demás hasta observar bien su conducta, son asumidos por Jesucristo, que enseña a valorar al prójimo por sus obras. insiste también el Maestro en criticar la presunción y la hipocresía de quienes se proponen como modelos y no tienen en cuanta antes sus propios defectos.

Segunda lectura (1 Corintios 15,54-58): Termina el capítulo quince de la primera carta de san Pablo a los Corintios, dedicado a la resurrección de los muertos. La recomendación final nos invita a la confianza y al trabajo sin reservas en la obra del Señor.

Otro comentario al evangelio

Domingo, 12 de enero de 2025

El Bautismo del Señor

Lecturas:

Is 42, 1-4. 6-7. Mirad a mi siervo, a quien prefiero.

Sal 28, 1-10. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Hch 10, 34-38. Dios ungió a Jesús con la fuerza del Espíritu Santo.

Lc 3, 15-16. 21-22. Jesús se bautizó. Mientras oraba se abrió el cielo.

Con la fiesta del Bautismo del Señor, que celebramos hoy, concluye el tiempo litúrgico de Navidad.

El bautismo de Jesús es la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; anticipa ya el bautismo de su muerte en la cruz.

Se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados. A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo.

El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a «posarse» sobre él. De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su bautismo, se abrieron los cielos que el pecado de Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación (cf. Catecismo 1224 y 536).

Esta fiesta nos recuerda nuestro propio bautismo, y nos hace descubrir que en el Bautismo hemos recibido la semilla de un tesoro que es la fe, y el don del Espíritu Santo, que nos convierte en hijos de Dios en Cristo y nos introduce en la comunidad de fe: la Iglesia.

La Palabra de Dios te invita hoy a tomarte en serio tu fe, a no jugar con ella, a cuidarla para que cada día sea más fuerte, a pesar de tu debilidad o, mejor, contando con ella, y entregándosela al Señor para que el Espíritu Santo realice en ti la obra de la santidad como Él quiera hacerla.

Y ¿qué has de hacer para que tu fe crezca y madure? En primer lugar, acoger como dirigidas a ti la palabra de Dios en el evangelio: tú eres mi hijo amado. Este es el hilo conductor de todo el ser cristiano: que Dios te ama gratuitamente y está haciendo una historia de amor y de salvación contigo. Esta es la clave. Descubrir que todo es don, todo es gracia, todo es una obra del Señor que tú has de acoger en tu vida.

Por eso, –como cantamos en el Aleluya– has de escuchar a Jesucristo: con una actitud de humildad, de sencillez, de confianza… de dejarte enseñar por Él, que es el único Maestro. Y con el Espíritu Santo, dejar que la Palabra vaya modelando tu corazón para que tu vida se ajuste a la voluntad de Dios.

También es necesario que cultives tu vida espiritual. La oración es necesaria. Rezar y, no sólo cuando tienes problemas, sino cada día, como lo más natural que puedes hacer con Dios, tu Padre. Y orar con una oración viva y sincera. Una oración de petición en el Espíritu, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero también una oración de alabanza, que es el eco de la presencia del Espíritu haciendo nueva tu vida.

También, participar en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía y en la Penitencia. Son medios necesarios que Jesús te ha dejado para tu crecimiento espiritual en la fe. Y hacer el bien.

Y todo esto se vive en la Iglesia, que es la familia de los que creen en Jesucristo. No puedes vivir la fe en solitario, de una manera individualista. No. Dios no te ha creado para la soledad, sino para la relación, para la comunión y para la donación.

Y todo esto es un camino que culminará en la meta, que es el cielo, donde ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede siquiera imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman.

¡Ábrele el corazón al Señor! ¡No tengas miedo! ¡El que comenzó en ti la obra buena, él mismo la llevará a su término!

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al evangelio

Lc 6, 39-45. “¿Por qué te fijas en la mota?” Jesús se presenta hoy en el evangelio como un maestro de sabiduría. Nos ofrece una serie de enseñanzas breves pero sustanciosas. Hemos de tener cuidado en dejarnos orientar por guías ciegos. También nos previene de criticar los defectos que encontramos en los hermanos, que pueden ser muy pequeños, frente a los nuestros. Hemos de empezar más bien por corregir y purificar nuestras actitudes e intenciones. Entonces estaremos en condiciones de corregir al que tenemos al lado. El modo de valorar al otro ha de ser por sus frutos. Es la realidad más objetiva. Los árboles buenos dan frutos buenos. Es una llamada a que atesoremos bondad en nuestro corazón. Este será el modo de que nuestros frutos sean buenos. Hay que evitar la crítica y el juicio fáciles. Lo que importan son los frutos que producimos cada uno de nosotros.

9 de marzo. I Domingo de Cuaresma
Año litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del libro del Deuteronomio 26, 4–10

Moisés habló al pueblo, diciendo:
«El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias de todos los frutos y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios.

Entonces tomarás la palabra y dirás ante el Señor, tu Dios:
“Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí como emigrante, con pocas personas, pero allí se convirtió en un pueblo grande, fuerte y numeroso.

Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestros gritos, miró nuestra indefensión, nuestra angustia y nuestra opresión.

El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y prodigios, y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado”.

Los pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios».

Salmo

Salmo 90, 1-2. 10-11. 12-13. 14-15
R/. Quédate conmigo, Señor, en la tribulación.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti». R/.

No se acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos. R/.

Te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones. R/.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre;
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré». R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 10, 8-13

Hermanos:

¿Qué dice la Escritura?
«La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón».

Se refiere a la palabra de la fe que anunciamos. Porque, si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación.

Pues dice la Escritura:
«Nadie que crea en él quedará confundido».

En efecto, no hay distinción entre judío y griego, porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan, pues «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo».

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 4, 1-13

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo.

En todos aquellos días estuvo sin comer y, al final, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan».

Jesús le contestó:
«Está escrito: “No solo de pan vive el hombre”».

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos de! mundo y le dijo:
«Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo».

Respondiendo Jesús, le dijo:
«Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece contra ninguna piedra”».

Respondiendo Jesús, le dijo:
«Está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».

Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

comentario del domingo

EL COMBATE DEL ESPÍRITU

por Jaime Sancho Andreu

(1º Domingo de Cuaresma -C-, 9-Marzo-2025)

El inicio del camino cuaresmal.

La Cuaresma se inicia con el gesto de la imposición de la ceniza, que nos recuerda nuestra condición mortal y pecadora, en la cual el Espíritu del Dios vivo puede suscitar de nuevo la vida y la santidad.

El itinerario pascual, que nos conduce del 1º Domingo de Cuaresma al de Pentecostés, tiene como punto de partida el Bautismo de Cristo: Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo (Lc 4, 1). En el seguimiento de Cristo, cada cristiano se ve sometido a la prueba de la tentación y debe elegir entre el vivir según la carne (Rm 8, 4), búsqueda de los bienes terrenos, del poder, del orgullo, y el vivir según el Espíritu. El ejercicio cuaresmal nos permite comprobar y consolidar nuestra vida de bautizados: Vosotros no estáis bajo el dominio de la carne, sino del Espíritu, desde el momento en que el Espíritu de Dios habita en vosotros (Rm 8, 9).

La historia de la salvación.

Cuando ofrecemos a Dios las primicias de nuestra conversión, en este primer domingo de Cuaresma, lo primero que hemos de hacer es considerar de dónde venimos, y no considerar nuestra salvación como algo perfectamente natural. Hay una historia de salvación que prepara el momento actual; es la historia de las intervenciones de Dios a lo largo del tiempo. Cada uno de nosotros erraría como un nómada por la vida (1ª Lectura) si Dios no nos hubiera llamado, a la mayor parte de nosotros al comienzo de nuestra existencia, para formar parte de su pueblo.

Nuestra profesión de fe ha dado un gran paso adelante respecto a la del pueblo israelita. Como enseña san Pablo en la segunda lectura: Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás (Romanos 10,9). Se trata de la fe que se confiesa en el Bautismo gracias a la luz y la fuerza del Espíritu Santo y que ahora renovamos al recomenzar el camino de conversión que es la Cuaresma. Nuestros padres y padrinos confesaron a Jesús en nuestro nombre, y ahora debemos personalizar esta fe en forma de compromiso.

Todo ello no es fácil. La Iglesia lo sabe, y por eso evoca cada año el ayuno de Jesús, quien de este modo: Inauguró la penitencia cuaresmal, y al rechazar las tentaciones del enemigo, nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado (Prefacio).

Se trata de aquella realidad fuente de todo mal, contra la que debemos combatir en todo tiempo, es el pecado, el cual, desde su aparición entre los hombres interrumpió la comunión con Dios, con los demás y con la creación, a la cual estamos vinculados ante todo mediante nuestro cuerpo.         

El ejemplo de Jesucristo.

Jesús es nuestro modelo cuando revivimos el catecumenado en la Cuaresma.  Escuchar a Dios, prestar oído a su Palabra, sólo es posible si creemos que No sólo de pan vive el hombre (Lucas 4, 4). El ayuno y la abstinencia cuaresmales – sobre todo en la abstinencia de vicios y pecados – es un ejercicio saludable que debe favorecer nuestra renovación, incluso física, pero es sobre todo una forma de decirle a Dios que no tenemos bastante con los alimentos terrenos, sino que necesitamos alimentarnos de su Palabra.

A diferencia del primer hombre, como dando comienzo a una nueva etapa en la historia de la salvación, Jesús es el ejemplo de resistencia a las tentaciones, porque las sintió realmente en su naturaleza humana, y las venció gracias a la perfecta unidad de su persona divina. Las tentaciones del desierto son un ejemplo de las tentaciones de la Iglesia a lo largo de su historia, y las que padecemos nosotros mismos: el hambre de las cosas del mundo, el deseo de poder, a costa de cualquier maldad o perversión, el intentar manipular la protección de Dios… todo ello nos ha podido ocurrir muchas veces. Por eso, al comienzo del camino cuaresmal, el alimento eucarístico, unido a la Palabra de Dios, son la ayuda que necesitamos para recorrerlo con fruto y llegar a la renovación de la Pascua. Es tiempo de esperanza.

El mensaje del papa Francisco para esta Cuaresma.

En esta cuaresma, Dios nos pide que comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos, en las comunidades parroquiales o religiosas, somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de encerrarnos en nuestra autorreferencialidad, ocupándonos solamente de nuestras necesidades. Preguntémonos ante el Señor si somos capaces de trabajar juntos como obispos, presbíteros, consagrados y laicos, al servicio del Reino de Dios; si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos. 

Recorramos este camino juntos en la esperanza de una promesa. La esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5), mensaje central del Jubileo [5], sea para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual. Como nos enseñó el Papa Benedicto XVI en la Encíclica Spe salvi, «el ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” ( Rm 8,38-39)». Jesús, nuestro amor y nuestra esperanza, ha resucitado, y vive y reina glorioso. La muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.

La esperanza, es la virtud de la confianza en Dios y en su gran promesa, la vida eterna. Debemos preguntarnos: ¿poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla? ¿Vivo concretamente la esperanza que me ayuda a leer los acontecimientos de la historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás? 

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura. Deuteronomio 26, 4-10: En el comienzo de la Cuaresma, la primera etapa de la historia de la salvación es la de los orígenes del pueblo de Dios, evocados por la confesión de fe que cada israelita debía hacer al presentar las primicias de la cosecha.

Segunda lectura. Romanos 10, 8-13: Cuando recorremos las etapas de la historia de la salvación, es para que apliquemos esa experiencia en nuestras propias vidas en la etapa final que inauguró Jesucristo. Por ello, la confesión de fe del pueblo cristiano se refiere al misterio pascual de nuestro Redentor, en donde está el origen de nuestra salvación.

Evangelio de Lucas 4, 1-13: El ayuno de Jesús en el desierto y su victoria sobre las tentaciones son un ejemplo para los cristianos en la renovación de su catecumenado en vistas a la renovación pascual.

Otro comentario

Lunes, 6 de enero de 2025

Epifanía del Señor

Lecturas:

Is 60, 1-6. Caminarán los pueblos a tu luz.

Sal 71, 7-13. Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra.

Ef 3, 2-3a.5-6. También los gentiles son miembros de las promesas de Jesucristo.

Mt 2, 1-12. Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo.

Hoy celebramos la manifestación de Jesucristo como Salvador de todos los pueblos. Esto ya fue profetizado en el Antiguo Testamento, como escuchamos en la primera lectura y en el Salmo, y se cumple con la adoración de los Magos, que contemplamos en el evangelio.

Jesucristo es la Luz de los pueblos y, a través de la Iglesia, sigue iluminando a todos los hombres.

Dice Benedicto XVI que, como nos dice la primera lectura, la Iglesia es humanidad iluminada, «bautizada» en la gloria de Dios, es decir, en su amor, en su belleza, en su señorío. La Iglesia sabe que su humanidad, con sus límites y sus miserias, pone más de relieve la obra del Espíritu Santo. Ella no puede jactarse de nada, excepto en su Señor: no proviene de ella la luz, no es suya la gloria. Pero su alegría, que nadie le podrá arrebatar, es precisamente ser «signo e instrumento» de Aquel que es luz de los pueblos (cf. LG, 1).

Y de esa misión de seguir anunciando a Jesucristo, participamos todos los bautizados: llamados, consagrados y enviados a ser luz del mundo, sal de la tierra y levadura que fermente la masa (cf. Mt 5, 13-14).

El Aleluya también nos ha dado una clave importante: Venimos a adorar al Señor.

Al llegar los Magos al portal de Belén, postrarse ante el Niño, confesando que éste es el Rey de Reyes y adorarlo, termina su camino terreno para comenzar una peregrinación interior: el camino de la fe.

Porque, como dice el Papa Francisco: No basta saber, como Herodes, que Jesús nació si no lo encontramos. Cuando su dónde se convierte en nuestro dónde, su cuándo en nuestro cuándo, su persona en nuestra vida, entonces las profecías se cumplen en nosotros. Entonces Jesús nace dentro y se convierte en Dios vivo para mí. Hoy estamos invitados a imitar a los magos. Ellos no discuten, sino que caminan; no se quedan mirando, sino que entran en la casa de Jesús; no se ponen en el centro, sino que se postran ante él, que es el centro.

Y esta es la invitación que hoy te hace el Espíritu Santo: que humildemente te postres y adores a Jesús, el Señor, el único Señor, el Rey de Reyes.

Y entregarle al Señor, no oro, incienso y mirra, sino tu pobre corazón, con tus debilidades y pecados… para vivir el camino de ser discípulo.

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario

Lc 4, 1-13. “Cuarenta días por el desierto”. La vida de Jesús reproduce en algunos sentidos la historia del pueblo de Israel. Después de haber atravesado el Jordán para ser bautizado, Jesús va al desierto, donde sufrirá las tentaciones como el pueblo. Es una ocasión para estrechar su intimidad con su padre Dios. Para Jesús el desierto es lugar para experimentar su humanidad, porque siente hambre. El demonio aprovecha este momento de debilidad para tentarlo. Las tres tentaciones son las clásicas: el poder, el tener y el honor. Si eres Hijo de Dios muestra que puedes hacer lo que quieras. Si me adoras te daré todo. Si eres Hijo de Dios, que los ángeles te sirvan y muestren tu condición. Jesús nos enseña a combatir la tentación con la Palabra. A cada indicación de Satanás, Él responde con una palabra de la Escritura. Esa debe ser también nuestra arma.

fiesta del 9 D'OCTUBRE

En la Diócesis de Valencia

Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

En la Diócesis de Valencia

 Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

(9 de octubre de 2023)

Al llegar esta fecha histórica en que recordamos el segundo nacimiento del pueblo cristiano valenciano, después de un periodo de oscuridad en el que nunca dejó de estar presente, conviene que tengamos presente esta festividad que nos hace presente el misterio de la Iglesia a través del templo mayor de nuestra archidiócesis, donde está la cátedra y el altar del que está con nosotros en el lugar de los apóstoles, como sucesor suyo. La sede de tantas peregrinaciones  y de innumerables vistas individuales, brilla en este día con la luz de la Esposa de Cristo, engalanada para las nupcias salvadoras.

El 9 de octubre evoca la fundación del reino cristiano de Valencia y la libertad del culto católico en nuestras tierras. Ese mismo día, la comunidad fiel valenciana tuvo de nuevo su iglesia mayor, dedicada a Santa María, y estos dos acontecimientos forman parte de una misma historia. Es una fiesta que nos afianza en la comunión eclesial en torno a la iglesia madre, donde tiene su sede el Pastor de la Iglesia local de Valencia, el templo que fue llamado a custodiar el sagrado Cáliz de la Cena del Señor, símbolo del sacrificio de amor de Jesucristo y de la comunión eucarística en la unidad de la santa Iglesia.

El aniversario de la dedicación

El 9 de octubre será para la comunidad cristiana de Valencia una fiesta perpetua, pero en cada aniversario resuena con más fuerza que nunca el eco de aquella preciosa y feliz celebración en que nuestro templo principal, la iglesia madre, apareció con la belleza que habían pretendido que tuviera aquellos generosos antepasados nuestros que lo comenzaron.

La belleza de la casa de Dios, sin lujos, pero con dignidad, tanto en las iglesias modestas como en las más importantes o cargadas de arte e historia, lo mismo que la enseñanza de sus signos, nos hablan del misterio de Dios que ha querido poner su tabernáculo entre nosotros y hacernos templo suyo.

Al contemplar las catedrales sembradas por Europa, en ciudades grandes o pequeñas, nos asombra el esfuerzo que realizaron quienes sabían que no verían culminada su obra. En nuestro tiempo, cuando domina lo funcional, nos resulta difícil comprender esas alturas “inútiles”, esos detalles en las cubiertas y las torres, esas moles que, cuando se levantaron, destacarían mucho más que ahora, entre casas de uno o dos pisos. Pero lo cierto es que también ahora se construyen edificios cuyo tamaño excede con mucho al espacio utilizable; nos dicen que es para prestigiar las instituciones que albergan, y eso es lo que pretendían nuestros antepasados para la casa de Dios y de la Iglesia; eso, seguramente, y otras cosas que se nos escapan.

Una construcción que no ha terminado

El aniversario de la dedicación nos recuerda un día de gracia, pero también nos impulsa hacia el futuro. En efecto, de la misma manera que los sacramentos de la Iniciación, a saber, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, ponen los fundamentos de toda la vida cristiana, así también la dedicación del edificio eclesial significa la consagración de una Iglesia particular representada en la parroquia.

En este sentido el Aniversario de la dedicación, es como la fiesta conmemorativa del Bautismo, no de un individuo sino de la comunidad cristiana y, en definitiva, de un pueblo santificado por la Palabra de Dios y por los sacramentos, llamado a crecer y desarrollarse, en analogía con el cuerpo humano, hasta alcanzar la medida de Cristo en la plenitud (cf. Col 4,13-16). El aniversario que estamos celebrando constituye una invitación, por tanto, a hacer memoria de los orígenes y, sobre todo, a recuperar el ímpetu que debe seguir impulsando el crecimiento y el desarrollo de la parroquia en todos los órdenes.

Una veces sirviéndose de la imagen del cuerpo que debe crecer y, otras, echando mano de la imagen del templo, San Pablo se refiere en sus cartas al crecimiento y a la edificación de la Iglesia (cf. 1 Cor 14,3.5.6.7.12.26; Ef 4,12.16; etc.). En todo caso el germen y el fundamento es Cristo. A partir de Él y sobre Él, los Apóstoles y sus sucesores en el ministerio apostólico han levantado y hecho crecer la Iglesia (cf. LG 20; 23).

Ahora bien, la acción apostólica, evangelizadora y pastoral no causa, por sí sola, el crecimiento de la Iglesia. Ésta es, en realidad, un misterio de gracia y una participación en la vida del Dios Trinitario. Por eso San Pablo afirmaba: «Ni el que planta ni el que riega cuentan, sino Dios que da el crecimiento» (1 Cor 3,7; cf. 1 Cor 3,5-15). En definitiva se trata de que en nuestra actividad eclesial respetemos la necesaria primacía de la gracia divina, porque sin Cristo «no podemos hacer nada» (Jn 15,5).

Las palabras de San Agustín en la dedicación de una nueva iglesia; quince siglos después parecen dichas para nosotros:

«Ésta es la casa de nuestras oraciones, pero la casa de Dios somos nosotros mismos. Por eso nosotros… nos vamos edificando durante esta vida, para ser consagrados al final de los tiempos. El edificio, o mejor, la construcción del edificio exige ciertamente trabajo; la consagración, en cambio, trae consigo el gozo. Lo que aquí se hacía, cuando se iba construyendo esta casa, sucede también cuando los creyentes se congregan en Cristo. Pues, al acceder a la fe, es como si se extrajeran de los montes y de los bosques las piedras y los troncos; y cuando reciben la catequesis y el bautismo, es como si fueran tallándose, alineándose y nivelándose por las manos de artífices y carpinteros. Pero no llegan a ser casa de Dios sino cuando se aglutinan en la caridad» (Sermón 336, 1, Oficio de lectura del Común de la Dedicación de una iglesia).

Jaime Sancho Andreu

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