
04 Abr “Olaechea fue un obispo valiente” Alberto Marín publica la biografía de Marcelino Olaechea en su etapa como arzobispo de Pamplona
Mons. Marcelino Olaechea (1889-1972), que fue arzobispo de Valencia de 1946 a 1966 y cuya causa de canonización se abrió en 2014, fue una de las figuras más importantes en la historia de la Iglesia en la España del siglo XX. Con el fin de conocer más su figura se ha publicado la biografía de su etapa como obispo de Pamplona: ‘La Iglesia española durante la Guerra Civil y los primeros años de posguerra: Marcelino Olaechea, obispo de Pamplona (1935-1946)’ (Eunsa). Hablamos con su autor, Alberto Marín Pastrana, doctor en Historia Contemporánea y técnico del archivo de la Catedral de Valencia.
– El libro, resultado de su tesis doctoral, aborda la figura de Marcelino Olaechea como obispo de Pamplona. Un tiempo, además, de 1935 a 1946, muy importante en la historia de España y bastante conflictivo: el final de la II República, la Guerra Civil y la posguerra.
De esta época se han escrito muchos libros, pero aquí lo que hemos intentado es ahondar en la figura de Olaechea, que no es una figura que se haya estudiado en profundidad. En el año 2014 el arzobispo Carlos Osoro abrió el proceso de canonización de Don Marcelino y una de las propuestas que surgieron fue escribir su biografía. Dado el gran volumen de documentación que hay en el archivo de la Catedral se decidió realizarla por etapas. Así, yo me dedicaría a hacer la etapa de arzobispo de Pamplona y el salesiano Pedro Ruz la de arzobispo de Valencia. Hay que tener en cuenta que en este archivo se encuentra todo el archivo personal de Olaechea y ha sido de gran ayuda.
De este periodo yo destacaría su labor dentro en el contexto de la Guerra Civil. A Olaechea le cogió siendo un obispo joven además del primer salesiano nombrado obispo. En este periodo es muy conocida su pastoral de noviembre del año 1936, ‘Ni una gota más de sangre’, donde fue el primer obispo que levantó la voz para que no hubiera mas derramamiento de sangre en la Guerra Civil.
Es verdad que Olaechea en un primer momento, por la desinformación que había, habló de cruzada religiosa. Pero en esta pastoral no lo dice, hay un cambio de actitud. Esta actitud de pedir no más sangre, de ayudar a los demás se ve en el acontecimiento de la gran fuga del año 38 del Fuerte de San Cristóbal, que supone un cambio en su manera de actuar allí en Pamplona.
El Fuerte de San Cristóbal es una cárcel que se encuentra justo al lado de Pamplona, al que llevaron a los represaliados, normalmente por ideología política. Las condiciones de ese fuerte era bastante indignas: hacinamiento, no tenían comida, la mayoría de los presos tenían tuberculosis, enfermedades, etc. El 22 de mayo 795 presos se fugaron, 500 fueron arrestados y 200 fueron matados en el momento de la fuga. Solo tres consiguieron cruzar la frontera a Francia.
Ese acontecimiento llegó a los oídos de Olaechea y subió al fuerte San Cristóbal, la primera vez de incógnito, a hablar con el director y saber lo que sucedía allí. Al ver las condiciones en las que estaba nombró a un capellán afín a él, José María Pascual Hermoso, y gracias a las peticiones de ambos cambiaron las condiciones de vida de los presos. Olaechea empezó a interceder a favor de los presos, y consiguieron conmutar penas y mejorar las condiciones de vida. Además inició un proceso en el que habló con los dirigentes políticos para cerrar el fuerte de San Cristóbal y lo consiguió finalmente en el año 1945.
Es interesante ver, gracias al archivo, todo el proceso, todas las cartas que existen, con todos los políticos que habló para conseguir cerrar ese fuerte. Tenemos contabilizadas un total de 765 cartas relativas a este tema, entre las que se encuentran 57 peticiones de conmutaciones de penas de muerte y que normalmente van dirigidas a Franco o al ministro del Interior de entonces. Tenemos constancia de que diez peticiones de conmutación de muertes se consiguieron gracias a la intervención de Olaechea.
Este aspecto de la ayuda a presos políticos es muy importante, porque no tenemos constancia de que un prelado haya realizado esta intercesión por presos políticos del bando republicano. Todo esto hizo que le llegaran peticiones de muchos familiares de toda España para conseguir salvar las vidas.
Otra curiosidad de esta época, y como se ve en su correspondencia, es que Olaechea escribió a Franco para pedirle que restaurase la monarquía en la persona de Don Juan de Borbón.
– ¿Esta labor es una expresión de la gran tarea social que realizó siendo obispo?
Sí, era una ayuda humanitaria. Su secretario recordaba que llegaron más de 20.000 visitas a Palacio Episcopal pidiendo ayuda en este sentido. Todo demuestra que no es una persona que mirará por una ideología u otra, sino es el carácter humanitario lo que lo hace tan especial.
Yo siempre habló de Olaechea como cobijo de perseguidos. Allí acogió a órdenes que fueron expulsadas y a personas como Ángel Herrera Oria o Josemaría Escrivá de Balaguer. También es importante la ayuda que dio a los refugiados de la II Guerra Mundial. Con un sacerdote, Joaquín Bermejo, intentó ver en qué condiciones estaban esas personas que cruzaban la frontera. Había seminaristas que los refugió en el propio seminario o en el palacio episcopal. Su preocupación se ve en su correspondencia con el nuncio para intentar resolver este problema de los refugiados, de los que posiblemente muchos de ellos serían judíos que huían del exterminio.
– Esto demuestra, que como ocurrió luego en Valencia, se preocupó mucho por los desfavorecidos. También es importante su la ayuda y promoción de la mujer.
Sí, la ayuda social fue muy importante. También la ayuda a la mujer que se concretó en la ayuda a las obras emprendidas por dos mujeres: Isabel Garballo y María Camino Sanz.
La primera, Isabel Garballo, fundadora de Villa Teresita, experiencia que después trajo a Valencia. Villa Teresita en aquellos tiempos era un concepto rompedor. Se ayudaba a mujeres que nadie quería. Estábamos ante un obispo que ayudaba a las prostitutas en aquella época. Olaechea siempre les animó a ayudarlas y él les ayudó mucho para llevar a cabo la obra y les aconsejó sobre los pasos a seguir.
También está Camino Sanz, que fundó las Misioneras de Cristo Jesús, que siguiendo los pasos de San Francisco Javier quería ir a las misiones y a las que Olaechea animó constantemente.
También hay que recordar su apoyo a Magdalena Aullina, fundadora de las Operarias Parroquiales, en un conflicto que tuvo con el obispo de Girona. Además ayudó mucho a las mujeres de los presos.
– Podemos decir que en Pamplona ya llevó a cabo iniciativas que en Valencia también realizaría.
Pamplona es la base, Olaechea en once años hizo un máster intensivo para luego estar 20 años en Valencia.
Por ejemplo, la famosa tómbola para ayudar a los desfavorecidos también la realizó en Pamplona. También el fomento de las devociones populares, en Valencia a la Virgen de los Desamparados y en Pamplona a San Francisco Javier promoviendo las ‘javieradas’, que aún se realizan en la actualidad.
El cuidado de los sacerdotes en ambos sitios fue una de sus señas de identidad. Lo que le llevó también a cuidar el Seminario. Allí en Pamplona en el periodo de la guerra, un territorio carlista, con tendencia carlista, con influencias del nacionalismo vasco, y en esa época tan conflictiva, entre los sacerdotes era un poquito un polvorín. Y Olaechea siempre estuvo pendiente de que no se salieran de su línea pastoral.
– Después de haber indagado tanto en la vida de Mons. Olaechea, ¿cómo lo definirías?
Podría decir que es una persona sigilosa, prudente y pragmática, que como decía su primer secretario siempre tenía en cuenta lo que dice el Evangelio: “que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda”. Se desvivió por los más necesitados y hacía por ellos lo que hiciese falta, incluso escribir y llamar a cualquier persona incluido Franco. Era una persona valiente.
Él en este periodo busco la reconciliación de pueblo navarro e intentó que se cerrarán las heridas de la guerra. Famosa es la carta de los ‘huérfanitos’, en la que pide ayudar a los se han quedado huérfanos por culpa de la guerra en Navarra.