11 Ene Mons. Fernando Ramón: “Confío que el Señor haga de este ministerio una fuente de esperanza para nuestra Iglesia” Mensaje íntegro de acción de gracias del obispo auxiliar de Valencia
Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Tomo prestadas estas palabras de la oración de abandono del ya santo, Carlos de Foucauld, para hacer en este día pública confesión de mi fe en un Dios que es Padre y que, también es comunidad de Amor.
Además de confesar mi fe, quiero comenzar dando gracias a Dios y a Cristo Jesús, Señor nuestro “que me hizo capaz, se fio de mí y me confió este ministerio”. Hemos recibido el ministerio episcopal cuando hace escasos días que se ha inaugurado este año jubilar, que lleva por lema: “Peregrinos de esperanza”. Nos recuerda que somos peregrinos, que lo nuestro es caminar hacia la meta de nuestra vida, el encuentro definitivo con el Señor, pero es un camino que no hacemos solos.
Por eso, quiero dar gracias a Dios por todas las personas que ha puesto en el camino de mi vida. En primer lugar, por mis padres que se han desvivido por mí y por mis hermanos, mi padre nos acompaña en la fe y seguro que hoy también comparte nuestra alegría. Juntos hemos tenido una preciosa experiencia de Iglesia doméstica y me habéis ayudado a crecer en la fe y ser lo que soy y como soy; por las personas que han ido ampliando la familia (cuñados, sobrinos…) que hacen que mi afecto vaya creciendo. También por la familia más amplia mis abuelos, tíos, primos, los que estáis y los que ya no están con nosotros. Sabéis que os quiero y que sois muy importantes para mí.
Y, Junto a mi familia de sangre, mi familia de fe. Doy gracias a Dios por la parroquia San Francisco de Paula de Xirivella, (los grupos de los que he formado y formo parte: Centro Juniors, Grupo de Jóvenes, Palabra y Vida…), donde encontré amigos y sacerdotes que fueron compañeros en el camino. allí descubrí el don de la vocación sacerdotal. ¡Esto nos habría bastado! También, mi agradecimiento y afecto a las otras dos parroquias de Xirivella, Ntra. Sra. de la Salud y San Ramón y San Vicente, a las que siempre he querido como propias. Gracias por el tiempo de formación en el Seminario de Valencia, por el Rector, formadores, directores espirituales, profesores de la Facultad y compañeros, muy especialmente por mi curso, que siempre ha sido un sólido apoyo en mi ministerio.
Gracias por todas las parroquias y comunidades en las que he servido y vivido con gozo mi ministerio sacerdotal: San Antonio de Padua de Valencia, las parroquias de Benimarfull, Alqueria d’Asnar, Benillup y Almudaina. En todas ellas, mi corazón se fue configurando con los rasgos del Buen Pastor. agradezco al Señor, los años de estudios en Roma: el Colegio Español de San José, el Pontificio Instituto Bíblico y la comunidad de Santa María Salute, aquí presente hoy.
Gracias por los años en la Comunidad Parroquial de San Nicolás del Grau de Gandía, por el párroco con quien comparto ministerio y amistad, por los sacerdotes que por allí pasaron y por todas las personas que tuve ocasión de conocer y acompañar. Y, por la comunidad educativa del Colegio Calderón.
Gracias por la Facultad de Teología, por sus autoridades académicas, por los profesores, personal de administración y servicios, y por los alumnos con los que he compartido tareas y dedicación al servicio de la Palabra de Dios y de la teología. Gracias por vuestro apoyo y vuestro afecto. También, mi agradecimiento y recuerdo a los que ya no están con nosotros.
Gracias por el Seminario Diocesano de la Inmaculada, al que he servido en los últimos quince años. Infinitas gracias a los formadores que habéis estado allí en este tiempo y que tanto hemos compartido de vida y ministerio. A los seminaristas, la mayoría hoy hermanos en el presbiterio. A los trabajadores del Seminario, y, como no, a las religiosas y muy especialmente a las Hermanas Oblatas que desde su monasterio sostienen la vocación y el ministerio de tantos sacerdotes y seminaristas.
Gracias por vuestra cercanía y amistad a los arciprestes, sacerdotes y parroquias que formáis parte de la Vicaría V, en la he sido vicario episcopal escasos meses. Ahora mi servicio se amplía a toda la Diócesis, pero sabed que siempre ocupareis un lugar particular en mi corazón.
Gracias en definitiva a mi querida Iglesia de Valencia, presente en todos los sacerdotes, religiosos y laicos que Dios ha puesto en mi camino. Me siento hoy particularmente cercano a todos los sacerdotes a los que quiero servir, agradezco la experiencia de comunión vivida con los hermanos de la Fraternidad Iesus Cáritas y también con el Cabildo de esta Iglesia Catedral del que he formado parte. También siento la cercanía de todos los laicos de nuestra Iglesia Diocesana, sois un apoyo necesario para los sacerdotes. Entre los laicos no quiero dejar de citar al Equipo de Nuestra Señora Nº 103 del que soy consiliario. Y también mi agradecimiento al que es cabeza de esta Iglesia, a nuestro arzobispo D. Enrique por su confianza y ayuda, por todo lo que de él he recibido desde que fue mi formador en el Seminario. Y a todos los obispos a los que el ministerio hoy me une en verdadera fraternidad. Me pongo a vuestro servicio, como el más pequeño de vuestros hermanos.
Gracias a los aquí presentes y a los que no han podido estar, aunque me consta que también están unidos en la oración y en los Medios de Comunicación Social.
Somos peregrinos de esperanza. Confío que el Señor haga de este ministerio, que hoy recibimos, una fuente de esperanza para nuestra Iglesia, para que crezcan entre nosotros los lazos de comunión, se fortaleza nuestra fraternidad y podamos vivir con pasión la tarea de la evangelización, que tanto hoy nos urge. Que podamos también llevar esa esperanza a todas las personas que han sido víctimas de la catástrofe que ha golpeado nuestras tierras y siguen bajo el dolor por la pérdida de seres queridos y por las condiciones en que han quedado sus vidas, viviendas y trabajos.
Que María nuestra querida Madre, nos acompañe en esta tarea que hoy comenzamos. Mare de Déu dels Desamparats protégenos con tu manto y acércanos a tus hijos más queridos, los desamparados de nuestra sociedad.