05 Jun Mons. Benavent en el SAMIC: «El compromiso siempre es una expresión de fe viva» El Arzobispo de Valencia puso el colofón al II Encuentro de Formación Permanente del Servicio de Acompañamiento y Mediación
El arzobispo de Valencia, Mons. Enrique Benavent, puso el broche de oro al II Encuentro de Formación Permanente del Servicio de Acompañamiento y Mediación Canónica (SAMIC), en el que han participado más de 125 alumnos procedentes de 25 diócesis españolas.
Monseñor Benavent cerró la segunda y última sesión formativa con una ponencia en la que, a través de diez tesis, respondió a la pregunta: ¿Qué es lo que aporta la sacramentalidad a un matrimonio, en cuanto que éste es una institución humana? «La Sacramentalidad del matrimonio es la dimensión salvífica que el matrimonio adquiere entre los cristianos por su inserción en Cristo», dijo el Arzobispo. «Para un cristiano, la sacramentalidad no es una carga más, ni una obligación más fuerte. Para un cristiano que tiene una fe viva es el camino gozoso para alcanzar la felicidad plena que consiste en llegar a Dios». En definitiva, a juicio de Enrique Benavent, «el compromiso siempre es una expresión de fe viva».
Ponencia: «La sacramentalidad del matrimonio»
Enrique Benavent ofreció la ponencia titulada «La sacramentalidad del matrimonio» para la que tuvo, como punto de referencia, el nº 48 de la Constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II. En las tesis planteadas por Mons. Benavent se insistió en el matrimonio «como institución querida por Dios en el momento de la creación del ser humano, para la felicidad del hombre» y que por eso la dotó de bienes y fines varios.
Recordó que «el hombre ha sido creado por Dios para hacerlo su hijo y poder llevarlo a una felicidad sobrenatural, que consiste en la visión de Dios. En este sentido, el matrimonio es un medio». Hizo referencia Benavent a las consecuencias y efectos negativos del pecado en el ser humano y en la armonía de la creación.
«La sacramentalidad del matrimonio es el signo de que el cristiano no lo puede vivir al margen de Cristo. No hay nada auténticamente humano que pueda quedar al margen de Cristo», señaló. Preocupa a la Iglesia que hoy muchos jóvenes cristianos vivan una fe débil, «porque la opción por la celebración sacramental del matrimonio, es para quien quiere vivir todas las dimensiones de su vida según Cristo», recordando que la fe cristiana es una fe encarnada.
«La unión matrimonial no puede separarse de la vocación a la vida eterna a la que Dios ha destinado al hombre desde el momento mismo de su creación», destacó Mons. Benavent. «Lo que aporta la sacramentalidad es insertar la vocación matrimonial en el misterio de Cristo y así no separa la propia vida humana del camino de salvación en Cristo. Un cristiano no puede separar lo humano y lo cristiano. Lo cristiano se enraíza en lo humano y lo humano llega a su plenitud en lo cristiano», añadió.
Apuntó también Enrique Benavent que «la gracia del sacramento del matrimonio es, además de una gracia curativa, una gracia de consagración». Esto significa que los esposos cristianos, «están llamados a vivir este estado de vida como una vocación y como una misión. Es una vocación al amor, es la vocación de todo cristiano, vocación a dar la vida».
La ponencia del Arzobispo de Valencia fue realmente interesante e inspiradora y puedes leerla íntegramente en PICHANDO AQUÍ.
Esta segunda sesión del II Encuentro de Formación permanente volvió a desarrollarse de forma ‘online’ y fue presentada por Jorge García, vicario judicial de la Diócesis de Valencia y director del SAMIC, que agradeció a todos los presentes su asistencia e insistió, una vez más, en que la formación es esencial “lo que nos une, nos diferencia, nos capacita”, sin perder de vista que el objetivo es ayudar y unificar. También pidió García Montagud una oración por los frutos de la presentación del SAMIC en México, en la primera semana de julio.
Ponencia de Daniel Martínez González.
Daniel Martínez González, facultativo especialista en Neumología del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y profesor ayudante y doctor en la Universidad de la Rioja, ofreció la ponencia «Cuidar desde la fe: a partir del diagnóstico hasta el tratamiento en tiempos de tormenta».
Compartió su experiencia desde la perspectiva de la fe y comenzó citando a Pasteur: “Un poco de ciencia te aleja de Dios, pero mucha ciencia te acerca a Él”. Ambas, ciencia y fe son conceptos complementarios y no contrapuestos.
Habló el Dr. Martínez González de los desafíos comunes del matrimonio: la comunicación, la gestión financiera, el equilibrio trabajo-vida, los conflictos con los hijos y la enfermedad. Recordó que «hay un viaje lleno de incertidumbres y miedos en los momentos de crisis» y que para ese viaje es necesaria la unidad, el amor y el apoyo mutuo.
Subrayó que muchas veces las cosas se arreglan, «más que interviniendo, escuchando y entendiendo» y recordó que la gran historia de éxito y desafío es “La Sagrada Familia”.
En referencia al autocuidado, señaló que es necesario desarrollar estrategias prácticas e identificar los signos de estrés, fatiga emocional y ‘burnout’ (agotamiento mental) de quienes acompañan o cuidan. Sugirió en este aspecto estrategias como la oración, el ejercicio en pareja y, cómo no, el apoyo entre los matrimonios acompañantes.
Para terminar, pudo compartir su experiencia sobre los cuidados al final de la vida, tema tan en boga desde hace ya tiempo. Aseguró en este sentido que lo importante es aliviar los síntomas y el sufrimiento y que hoy en día la medicina técnicamente está preparada. Insistió en que el miedo del paciente enfermo no es a la muerte, sino el sufrimiento.
Antes de dar por concluido el II Encuentro de Formación Permanente, Mons. Enrique Benavent dirigió unas palabras al SAMIC, animando a que el compromiso siempre es una expresión de fe viva, y que ciertamente tiene un valor muy testimonial. «El testimonio bien vivido, el consejo evangélicamente dado, a veces no tiene un éxito espectacular pero sí que tiene un fruto», afirmó. Pidió el Arzobispo a los participantes que entraran en el interior de las personas que se acercaban, evitando el juicio, los moralismos, y poniendo a la persona en el centro, «para ayudarla a descubrir por sí misma las maravillas de la gracia divina».