11 Ene Mons. Arturo Javier García: “Como Obispo querría ser muy dócil a la Iglesia”, para ayudar al Arzobispo y a la diócesis Mensaje íntegro de acción de gracias del obispo auxiliar de Valencia
La otra tarde, después de la Apertura del año Santo, estaba esperando en la puerta del seminario a unos chicos de Madrid que venían a ayudar a los afectados por las inundaciones, y pasó un señor preguntando: ¿Qué es esto de Colegio Mayor? y en la conversación dijo con tono escéptico: “Bueno la Iglesia, pero a mí no me ha ayudado nadie” y yo le dije rápidamente: “pues a mí muchísima gente y muchos de la Iglesia.”
Empezando por mi familia, mis padres, que me dieron lo mejor que podían dar a un hijo que son mis hermanos, y así mi cuñada, sobrinos y toda mi familia, que aquí hay una representación. Y a la vez me dieron, por la Iglesia, el Bautismo. Y desde entonces todo han sido gracias, regalos de Dios Padre; la comunión, la catequesis de Confirmación. Los amigos que hice en convivencias, campamentos…, algunos me acompañan hoy, y ya una vida en la Iglesia, con muchos curas que me han ayudado tanto. Todo por acercarme a la parroquia. Últimamente he podido volver y ayudar a servir a los cristianos tanto en Jarafuel, Teresa y Zarra, como en todo el Valle.
Conocí a Fernando en el campamento de Cristianos sin Fronteras, y ya entré al seminario, me sumo a su agradecimiento por él y por la facultad de Teología, además yo estuve cuatro años en Santo Tomás, muy agradecido también, me forjó. Y volví con don Fernando a Moncada como director espiritual, también hago mía su acción de gracias, y a Santo Tomás donde permanezco como rector, que también agradezco su ayuda a don Luis, a los trabajadores y a los seminaristas que con su buena disposición, me han ayudado mucho.
No me puedo olvidar de mis destinos pastorales, allí se forjó mi sacerdocio entre tantos feligreses ya santos o buscando serlos. Mi pastoral en San José del Puerto de Sagunto, con don Miguel Alejandro, un padre; en Albal y Beniparrell el primer verano, y luego siete años en Torrebaja, Castielfabib, Los Santos, Torre Alta, Más de Jacinto, Arroyo Cerezo, Cuesta del Rato y Sesga, en el Rincón de Ademuz. Después en Villar del Arzobispo seis años, con el convento de las Carmelitas; y por último en Turís, ocho años disfrutando en cada sitio, con sus dificultades pero siempre con gente muy buena en cada parroquia, dispuestas a comprometerse y trabajar gratis con alegría y fraternidad. Allí tuve la oportunidad de ser consiliario de zona de Juniors, fuente de esperanza; como los campamentos en Villar y la Serranía y antes con los jóvenes y niños del Rincón, cuantas aventuras llenas de esfuerzo y alegría. Y tantas predicaciones que me han configurado con Cristo a través de los santos, de san Coronado, de santa Marina, san Roque, san Guillermo, la Virgen de Gracia, Inmaculada, de la Paz, de los Dolores Gloriosos, San Marcos, San Diego, san Francisco de Borja, Santo Tomás de Villanueva…
Y más de trece años como delegado de Misiones, visitando y conociendo la los misioneros, con tantas aventuras, que son la acción de Dios en la Iglesia, testigo del bien que hace la Iglesia en el mundo, empapándome de lo que significa no caer en la tentación ser presbiteriano o episcopaliano, como si mi parroquia o mi diócesis fuese lo primero o lo único, sino católico de una Iglesia que es la misma en el mundo entero. Muchas gracias a Dios.
Como obispo querría ser muy dócil a la Iglesia, para ayudar al arzobispo don Enrique que me recibió en el seminario, gracias por la confianza. Quiero ser un criado de Dios Padre que va por los caminos invitando a la fiesta del Banquete, a que crean y acudan a Misa, a escuchar la Palabra de Dios, a comulgar, a vivir en familia en parroquia; a caminar por el camino de una felicidad verdadera y duradera hasta el banquete del cielo, que sólo se llega por Cristo, el camino, que está en la Iglesia, su cuerpo. Para esta tarea me siento sobrepasado, Desamparado, y pido a la Virgen María Nuestra señora de los Desamparados su intercesión.