Un misionero valenciano en la selva hondureña pide ayuda para mantener la radio parroquial, “medio de evangelización y de supervivencia” Enrique Alagarda, padre Paúl, nacido en la huerta de Monteolivete, es párroco de San José, en Honduras, donde lleva más de 25 años

Un misionero valenciano en la selva hondureña pide ayuda para mantener la radio parroquial, “medio de evangelización y de supervivencia” Enrique Alagarda, padre Paúl, nacido en la huerta de Monteolivete, es párroco de San José, en Honduras, donde lleva más de 25 años

  • La emisora “Kupia Kumi” funciona con energía renovable y necesita cambiar el tejado de madera por otro metálico “más seguro” para colocar las placas solares
  • “La radio es un instrumento esencial, conecta comunidades que viven muy alejadas y permite dar informaciones de salud y avisos a las familias”

El misionero valenciano Enrique Alagarda, presente en Honduras hace más de 25 años, ha solicitado ayuda a la Fundación Ad Gentes del Arzobispado de Valencia, para que la radio católica “Kupia Kumi”- Radio Paz, en lengua misquita- que impulsa en su parroquia en la región de la Mosquitia, situada al noreste de Honduras, pueda seguir emitiendo con energía renovable.

Se trata “no sólo de un medio de comunicación, sino un instrumento clave para la evangelización, la formación y supervivencia de sus comunidades que viven alejadas y aisladas, con acceso muy complicado”, asegura.

Según explica Alagarda, de la congregación de la Misión, cuyos integrantes son conocidos como Padres Paúles,“necesitamos cambiar el techo de madera, instalado ya hace más de 20 años, por otro metálico más seguro y duradero donde instalar las placas solares”, afirma el misionero cuya petición sigue la linea de la Iglesia para buscar estrategias que contribuyan a frenar el cambio climático”.

“Hace un tiempo, gracias a la colaboración de distintas instituciones y también de la Fundación Ad Gentes la radio tuvo la posibilidad de instalar todo un sistema de energía renovable solar para poder funcionar”. Además, esto respondía a una necesidad, porque la energía eléctrica de la zona de la Mosquitia es inestable debido a la meteorología, las constantes lluvias y la humedad por lo que es muy difícil de sostener.

Por ello, solicitan ayuda para la compra de materiales y para la mano de obra más técnica con la que acometer los trabajos.

“Para nosotros la radio es un instrumento esencial, por una parte, para nuestro trabajo evangelizador, pues, por ejemplo, se emiten las eucaristías diarias y catequesis que son escuchadas por las comunidades, que viven muy alejadas las unas de las otras, a las que podemos visitar solo dos veces al año”, asegura.

También pueden escuchar cualquier tipo de enseñanza, además todo es en su propia lengua, porque el 80 por cierto de los contenidos se transmiten en lengua “misquita”, que todo el mundo tiene capacidad de entender con facilidad.

Además la radio es clave para “todo el trabajo social que realizamos. Por una parte, para poder solicitar colaboraciones, ayudas de las personas, y para comunicar a la gente. Hay que tener en cuenta que en la zona que nosotros estamos, aunque ya ha entrado también la telefonía móvil, solo llega a prácticamente a un 15 ó un 20% de la población. En el resto, no hay señal de telefonía móvil”.

Por tanto, “el único modo de enviar un mensaje, el único modo de socializar un proyecto, por decirlo así, es la radio. No hay otra radio con alcance. Ha habido varios proyectos de ONG´s pero ninguna radio es sostenible en la Mosquitia”, añade.

“Todas trabajan un tiempo y cierran. La única que ha conseguido sostenerse más de 25 años de trabajo ha sido nuestra radio”. Y de hecho, casi todas las ONG´s y los organismos públicos recurren también a nosotros para poner sus programas de informaciones de salud, informaciones incluso de la judicatura, para convocatorias, para cosas de informaciones de ONGs, de sus propios proyectos y también las personas particulares, sencillas, que necesitan avisar de cosas a nivel familiar, por ejemplo, desde que necesitan que les manden un paquete, una comida o avisar de que van a viajar y que necesitan un caballo como transporte o que necesitan un médico y ellos mismos toman el micrófono y hacen sus avisos”.

La radio se mantiene con fondos propios y pequeños donativos de particulares y “trabajamos también para buscar fondos a través de publicidad o del mismo gobierno”, afirma.

Uno de los grandes problemas, el narcotráfico

El misionero Enrique Alagarda señala que en La Mosquitia tienen un grave problema, el narcotráfico. “Cuando llegué a Honduras era una sociedad pobre, pero, en cierto modo, estable, tranquila. Pero todo cambió con el ingreso del narcotráfico, que ha desestabilizado la sociedad. El tráfico de drogas ha derivado después en un fuerte consumo de drogas. Y eso, ha destruido muchas familias, ha destruido la vida de muchos jóvenes sobre todo, y ha cambiado la fisonomía de nuestra zona”.

En este sentido, desde la parroquia prestan atención a la población juvenil y les ofrecen formación “para que puedan venir a Puerto Lempira a realizar sus estudios de Secundaria, porque Primaria- hay prácticamente ya en todas las comunidades. Estamos trabajando en eso para que ellos tengan un horizonte, una oportunidad”.

También la parroquia de San José ha puesto en marcha un programa de ayuda, llamado “Brotes nuevos”, para la prevención de niños frente al fenómeno del narcotráfico, también de refuerzo escolar, con merienda, y con útiles escolares. Asimismo, ofrecen cursos de guitarra, de soldadura, o de informática. Todo esto se hace gratuitamente con apoyo de donantes.

También iniciaron en 2023 un nuevo programa, que se llama “Instituto de Educación porRadio» IER, que es una escuela formal inscrita en la Dirección Departamental de Educación, con la particularidad de que es solo para mayores de 15 años, para aquellos que no pudieron terminar su sistema educativo de Primaria o Secundaria. Para ello, “necesitamos también aulas donde atender este nuevo proyecto”.

Trabajan por el medio ambiente, contra la deforestación e invasión de tierras

Por otra parte, también en los últimos 15 años “nos hemos visto obligados también como Iglesia, a afrontar otro gran problema, el del medio ambiente y de la invasión de tierras indígenas. Eso también ha desestabilizado a muchas comunidades”.

“En los últimos 15 años ha habido un fuerte incremento en la invasión de tierras donde han talado, yo diría casi un 30% de la superficie forestal de esta región. Eso, como Iglesia nos ha impactado mucho y por eso iniciamos también un trabajo de pastoral de tierra, de educación medio ambiental, que ha marcado también mucho el trabajo de la Iglesia y la imagen de la Iglesia en la Mosquitia, que se ha convertido en referente”, señala.

Para ello, “implantamos un circuito medioambiental de dos o casi tres kilómetros, en una zona natural, donde los niños de las escuelas vienen y pueden hacer una enseñanza en educación medioambiental, y en protección del medio ambiente. Hay unos paneles explicativos con el ciclo del agua, el ciclo del aire, cambio climático con varios monitores”.

Igualmente, ofrecen otro proyecto de voluntarios medioambientales con diez jóvenes de diferentes comunidades que reciben información y hacen trabajos en agricultura ecológica y en reforestación.

La parroquia de San José tiene una superficie que abarca 300 kilómetros de ríos, canales, lagunas y una carretera, atiende capillas en 80 comunidades, “que son las que tenemos que visitar, con una población de 60.000 habitantes, y más de la mitad de la población actualmente es católica, el resto es de otras confesiones religiosas”.

Actualmente “somos solo dos sacerdotes, por lo que podemos visitar solo dos veces al año todas las comunidades”. No obstante, cuentan con cerca de 190 delegados de la Palabra – entre ellos 15 ministros de la Eucaristía- «que son los que están permanentes en las comunidades, los que celebran cada domingo la Palabra”. Además hay también actualmente cerca de 160 catequistas, la mayoría mujeres.

“Nos hacemos ricos cuando somos capaces de compartir lo que tenemos”

“Yo creo que la sociedad valenciana ha sido muy generosa a lo largo de la historia. Nosotros hemos tenido diferentes apoyos, de aquí, de Valencia y de toda la Comunidad Valenciana. Y, por eso, yo quisiera que en estos tiempos -donde tal vez puede parecer que las personas ya no se preocupan tanto de las necesidades de otros lugares y más de lo propio- que aquellas personas que tienen una sensibilidad pudieran ver también que realmente nos hacemos ricos cuando somos capaces de compartir lo que tenemos”, asegura Alagarda.

“Un pequeño sacrificio en algo de nuestra vida cotidiana puede ser la diferencia entre la vida o la muerte, la diferencia entre que un joven pueda salir adelante o quedar atrapado en las redes de violencia o narcotráfico, o que una persona pueda tener capacidad para recibir un tratamiento médico o morir por esa enfermedad. Esa es la gran diferencia”, explica.

En nombre del pueblo misquito, “voy a decirles unas palabras: “Mosquitia uplika nani, man nani ra, audi audi mai blikisa, bara  sim Dawan man nanira naiwa bles mai munbia. Yang tingki mai wisna man helpkam dukirara. Amen.” El mensaje es que “les mandamos a todos muchos saludos y también a modo personal quiero pedir a Dios que en este día les bendiga a cada uno de ustedes y les agradezco anticipadamente la ayuda que ustedes nos prestan y estoy seguro nos prestarán”.

Valenciano nacido en la huerta de Monteolivete

Enrique Alagarda, nacido en el barrio de Moteolivete, pertenece a la Congregación de la Misión, es misionero de San Vicente de Paúl, y los misioneros de San Vicente de Paúl han tenido presencia en esa misión de Honduras, a petición de la Santa Sede desde el 1910, aproximadamente en toda la costa norte de Honduras. Por eso, desde el principio “tuve una inclinación a esta trabajo misionero ad gentes, y nada más ordenarme en el año 1991 fui destinado a Honduras y comencé a trabajar allá en diferentes lugares.

Enrique Alagarda Nácher ingresó en la Congregación de la Misión (Padres Paúles) en 1986 cuando contaba con 21 años y recibió la ordenación sacerdotal en 1991 en la Catedral de Valencia, de manos del entonces Arzobispo de Valencia, monseñor Miguel Roca Cabanellas.