12 Abr «La persona con discapacidad es portadora de esperanza» Camilo Ruiz: Director del secretariado diocesano para personas con discapacidad
Acompañar a las personas con discapacidad y sus familias en su camino de fe. Con este fin se ha creado el Secretariado Diocesano para las personas con discapacidad. Como director del mismo el arzobispo de Valencia, mons. Enrique Benavent, ha nombrado al sacerdote Camilo Ruiz, párroco de San Francisco de Borja de Gandia, que tiene experiencia en el acompañamiento pastoral y espiritual de personas con discapacidad desde que era seminarista organizando distintas iniciativas como los campamentos ‘Anawin’, que se celebran en verano en el Seminario de Moncada.
Con el nuevo Secretariado Diocesano para las personas con discapacidad se hace patente la sensibilidad y la preocupación de la Iglesia con las personas con discapacidad y sus familias.
– Este Secretariado, situado dentro de las estructuras de la diócesis en la vicaría de Evangelización, quiere recoger la sensibilidad de todo dolor en la persona. En este tiempo de Pascua en el que estamos, nuestro único valor, nuestra única luz es Cristo que viene a iluminar todo dolor. Vemos que la Iglesia diocesana se ha acogido también a la luz del magisterio del papa Francisco para poder tener esta sensibilidad, esta llamada a la ternura, a la acogida. Por lo tanto, queremos acoger y acompañar.
También con el objetivo de poder orientar todas las sombras que amenazan la vida del último, del pobre, de la persona con discapacidad y también en todos los aspectos que conllevan su vida familiar, sus relaciones cercanas, los contextos en donde vienen empobrecidos por una falta de respuesta y sobre todo por una falta de esperanza. También haciéndonos eco de las palabras de San Juan Pablo II en su encíclica sobre el sentido salvífico del dolor humano, ‘Salvicifi Doloris’, vemos como la persona con discapacidad tiene una necesidad de respuesta, es en esa realidad donde se abre a todas las respuestas salvíficas que es Cristo, que ha venido a todo hombre, que ha venido a dar respuesta, a acompañar, orientar e iluminar con su palabra el dolor humano.
– ¿En un momento en que la sociedad muchas veces descarta a las personas con discapacidad podemos decir que el papel de la Iglesia es fundamental?
– Así es. A estas personas hay que mostrarles el rostro de la Iglesia, puesto que la prioridad de Jesucristo son los últimos. Evidentemente también en nuestra Iglesia es fácil caer en poder apartar, esconder o incluso maquillar el dolor que acompaña esta discapacidad. Nuestro deseo es poder dar una palabra desde la fe, dar un sentido trascendente, dar un sentido que existencialmente nos lanza a poder mirar más allá. Y sobre todo, arrojando una mirada de esperanza iluminadora de la persona. No le falta nada a una persona con discapacidad para poder alcanzar la salvación que ofrece Jesucristo.
Y sin olvidar que todo esto en medio de una situación estructural, humana y universal que cada vez más tiene más amenazas a la integridad de la persona, la ideología de género, la no apertura a la vida, la eliminación o el descarte de toda vida al principio y al final.
– ¿Cuáles son los objetivos prioritarios que marcan desde el Secretariado Diocesano para personas con discapacidad?
– Fundamentalmente poder ser un rostro, poder visibilizar la atención, la acogida, el acompañamiento y sobre todo la orientación a todas las situaciones que envuelven la vida de una persona con discapacidad y sobre todo en su contexto familiar.
Es para nosotros prioritario generar comunión, generar comunidad, generar lazos que están más allá de los parentales y familiares, sino también los lazos de amistad. Como dijo Jesucristo «Vosotros sois mis amigos». La vinculación de la amistad para la persona con discapacidad es muy importante, ya que la introduce en un mundo, lo visibiliza, lo hace accesible, y sobre todo lo hace portador de buena noticia.
Para nosotros ha sido muy importante el poder ver cómo la persona con discapacidad es portadora de una buena noticia, de esperanza, del mensaje de Jesucristo. Lo hemos visto en tantas experiencias.
– ¿Es importante, por tanto, atender la dimensión espiritual de las personas con discapacidad?
– Yo creo que fundamentalmente la misión que ha traído Cristo, el Hijo de Dios, ha sido no a resolver preguntas, sino a transformar personas. Por tanto, venimos a tratar la dimensión espiritual. Para la persona con discapacidad es necesario que se pueda abrir a la posibilidad de una salvación, a unos caminos de catequización, de evangelización.
Nuestros reclamos no van a ser responder a recursos o administrar recetas, sino que vamos a intentar conocer a la persona en su contexto y poder hacerla generadora de una capacidad de transformación también de otros. Es lo que ha venido a traernos Jesucristo. Poder transformar a las personas. No alcanzar cambios externos. Y sobre todo, vivido desde una transformación interior en el espíritu.
– Hoy además las familias con personas con discapacidad se encuentran con obstáculos o con falta de recursos.
– Las familias quizás se sienten solas también en este aspecto y también hay que acompañarlas ahí. Evidentemente, a través de esta iluminación, que la persona con discapacidad es portadora de esperanza. Desde ahí es importante también ayudarles a derribar obstáculos.
Como decía antes también ayudarles a poder establecer relaciones de amistad. Poder establecer ámbitos de convivencia, de comunión, como hemos podido vivir en estos años pasados en diferentes experiencias, como pueden ser vivir la Pascua o los campamentos Anawin en el Seminario de Moncada. Pues allí hemos visto que la amistad, que los vínculos de conocimiento entre familias, la promoción de retiros espirituales, de convivencias, de poder acceder y acompañar al ámbito laboral. Han sido todos recursos que han sido propiciados y que evidentemente son deficitarios a nivel estructural, desde el punto de vista gubernamental, a nivel nacional y autonómico.
Vemos que es generador de vida y de comunión, sobre todo todas las iniciativas, grupos, que en la diócesis están abordando aspectos de inserción laboral, de accesos de pisos tutelados para personas con discapacidad que quieren emprender este tipo de vida. Vemos cómo se están generando y se están estableciendo, de alguna manera también espontáneas, relaciones entre familias que están pidiendo y solicitando y propiciando este tipo de respuestas.
– ¿Desde el Secretariado se quiere atender a todas las personas con discapacidad, tanto física como intelectual?
– Nunca ha sido nuestro deseo excluir ningún tipo de discapacidad. De hecho, uno de nuestros objetivos es convocar próximamente a todas las realidades, movimientos, sensibilidades, que acogen aspectos concretos de discapacidad en el ámbito de la Iglesia diocesana, para poder tener un encuentro que pueda permitir conocer e ir fijando desde el secretariado como amparo de todas estas distintas discapacidades, poder establecer criterios que nos puedan llevar a tener momentos de vivencia común de nuestra fe y, sobre todo, orientar recursos, orientar concreciones de experiencias comunitarias de vivencia de la fe.
– ¿Cómo pueden ayudar a las parroquias a facilitar la participación de las personas con discapacidad en la vida de la parroquia, en la vida sacramental?
– A nivel parroquial nuestro deseo sería el de poder ofrecer en cada parroquia la posibilidad de acoger a toda personas con discapacidad que llegue a sus puertas, el acceso a los sacramentos, el poder tener una vida de crecimiento en la oración y en la fe. También propiciar aspectos y líneas de evangelización, con campamentos, peregrinaciones, retiros…
También nos gustaría poder orientar a los sacerdotes, ya que a veces hay dificultades para aunar criterios en cuanto a la evangelización y, sobre todo, al acceso a los sacramentos. Propiciando una mayor visibilización y accesibilidad de estas personas en un acompañamiento, sobre todo, espiritual. En esta línea queremos que algunos sacerdotes puedan también ser formados y orientados para el acompañamiento a personas con discapacidad de todo tipo.
– ¿Qué tienen que hacer aquellos párrocos que en sus comunidades acceden familias con personas con discapacidad y no saben muy bien cómo atenderles?
– Pueden acudir al Secretariado. Nuestro deseo es ofrecer una acogida. Pueden mandar todas sus peticiones, todas sus preguntas y nosotros iremos respondiendo. Para ello también vamos a establecer un horario de atención en la sede del Arzobispado en la calle Avellanas, 12, de Valencia. También quereos ir por vicarías, por arciprestazgos, a poder acercarnos a recoger las comunes propuestas y preguntas que puedan formularnos.
– ¿Qué supone, a nivel personal, esta nueva etapa en su ministerio sacerdotal?
– Pues en primer lugar, para mí, como todo lo que viene de Dios, ha sido un asombro. He experimentado muchas cosas, he tenido mucha gratitud por mi madre la Iglesia y también una gran responsabilidad. Personalmente, por mi historia concreta, la vinculación con mi hermana pequeña, con Patricia, que es un signo en mi historia de cómo el Señor me ha ido llevando a que mi ministerio sacerdotal pueda estar cercano a la pobreza, a la debilidad, a la vulnerabilidad que he acogido, que he acompañado y que he ido descubriendo en mi hermana. Para mí supone el deseo de poder dar una palabra desde la fe, poder no maquillar el dolor de tantas familias, acompañarlos y sobre todo también a aquellos que están más cercanos.
Y mi deseo de poder acompañar a mis hermanos sacerdotes y de llamarles a no tener miedo, a poder acoger estas realidades que a veces en un primer momento son no sobrepasan. Y sobre todo porque la Iglesia de este siglo XXI necesita seguir siendo fiel al mandato de Jesucristo. Ir y anunciar y sobre todo acoger, hacernos los encontradizos con aquellos que están caminando solos, que están postrados y que necesitan una mirada distinta, que es la de Cristo.
Además también es importante que contaré con la participación de los sacerdotes Carlos Bou y Jorge López, testigos de cómo, a lo largo de todos estos años, hemos acompañado y hemos gozado del encuentro con Cristo en la carne de los pobres. z