06 Dic La Inmaculada en el arte La mayoría de nuestros templos albergan alguna capilla o altar dedicado a Ella
La iconografía de la Inmaculada y su representación en el arte ha ido variando con el paso del tiempo y del momento histórico en el que se vivía pero siempre están reflejando el misterio de su concepción limpia de pecado. En nuestra diócesis, la mayor parte de las imágenes que se veneran tienen menos de 65 años, reconstrucciones todas de anteriores originales destruidas durante la persecución religiosa de 1936. Pese a ello, la mayoría de nuestros templos albergan alguna capilla o altar dedicado a ella.
La tradición inmaculista en Valencia hay que remontarla a la época de san Vicente Ferrer (Valencia, 1350 – Vannes, Francia, 1419). En sus sermones el santo dominico invocaba su ferviente defensa del misterio de la Inmaculada Concepción de María, como explica la historiadora Asunción Alejos en su artículo ‘Valencia y la Inmaculada Concepción. Expresión religiosa y artística a través de códices, libros, documentos y grabados’.
El gran esplendor artístico que rodea a la Inmaculada se produce en el s.XVII. Hasta el siglo XVI se la representaba con la escena del abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la puerta dorada (un tema que se retomará en época barroca). A partir del año 1500 la imagen de la Inmaculada es reflejada por los artistas según la fuente en la que se inspiren.
La ‘Mujer del Génesis’ y la ‘Nueva Eva’
La incorrecta traducción de Génesis 3,15 ha dado lugar a una perdurable iconografía en el arte, donde la figura de María, como ‘Nueva Eva’ se opone a Eva, quien sucumbió a la tentación. El versículo original menciona que “él” (refiriéndose a Cristo) pisará la cabeza de la serpiente, pero una traducción errónea cambió el pronombre a “ella”, lo que llevó a numerosas representaciones de la Inmaculada aplastando la cabeza del reptil.
Entre las características más destacdas encoentramos el contraste entre Eva y María: María es presentada como la vencedora del diablo, en oposición a Eva, quien cayó en la tentación. Las representaciones incluyen la Virgen rodeada de ángeles, coronada por estrellas, y a menudo con la serpiente encadenada.
La ‘Mujer Apocalíptica’
El capítulo 12 del Apocalipsis presenta a la ‘Mujer Apocalíptica’, descrita como una figura vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas. Esta Mujer, que está encinta, enfrenta a una serpiente roja con siete cabezas y diez cuernos, que intenta devorar a su hijo al nacer. Este relato no solo simboliza a la Iglesia, sino que también se interpreta como una representación de la Virgen María.
En las obras que se realizan la Mujer aparece erguida, con las manos juntas, la luna bajo sus pies, una brillante aureola y la corona de doce estrellas.
La ‘Tota Pulchra’
La figura de María como la ‘Tota Pulchra’ ha sido fundamental en la tradición cristiana, especialmente a través de la interpretación de San Bernardo de Claraval (1090-1153), quien la asocia con la esposa del Cantar de los Cantares. Su célebre alabanza, ‘Tota pulchra es, amica mea, et macula non est in te’, resalta la pureza de María, un concepto que ha inspirado a artistas a lo largo de los siglos.
En el ámbito artístico, Juan de Juanes se destaca como uno de los principales exponentes de esta iconografía, junto con el modelo gráfico de Kerver. La obra ‘Vita Christi’ de Sor Isabel de Villena, publicada en 1497, también fue una fuente de inspiración, especialmente en la referencia a la Inmaculada Concepción. Durante el siglo XVI, tanto España como Francia difundieron la imagen de la ‘Tota Pulchra’ a través de la pintura, el grabado y la escultura.
La simbología asociada a la ‘Tota Pulchra’ es vasta e incluye representaciones como la Estrella de Mar, la Puerta del Cielo y el Templo del Espíritu Santo, entre otros. Estas imágenes no solo embellecen la figura de María, sino que también reflejan su pureza espiritual, un concepto que se remonta a la creación divina antes del mundo.
Una de las versiones más notables es la talla dulce de Juan de Juanes, conservada en la Iglesia de la Compañía de Valencia, que fue reproducida en un grabado por Miguel Gamborino en 1796. Este grabado, que muestra la coronación de la Inmaculada por la Santísima Trinidad, fue anunciado en la Gaceta de Madrid en 1818, destacando su popularidad.
La ‘Puríssima Xiqueta’, una de las versiones más antiguas de Juan de Juanes, se encuentra en Benisa, Alicante.
La ‘INMACULADA CONCEPCIÓN’
La representación de la Inmaculada Concepción, con raíces en el capítulo 12 del Apocalipsis, ha evolucionado a lo largo de los siglos, consolidándose en el arte del siglo XVII a través de maestros como Murillo y Martínez Montañés. Este modelo ha sido enriquecido con elementos simbólicos, como la ‘Tota Pulchra’ y la serpiente a los pies de la Virgen, así como la inclusión de figuras angélicas que simbolizan el triunfo de la pureza sobre el pecado.
‘Inmaculadas’ de menos de 65 años
La mayor parte de las imágenes de la Inmaculada Concepción que se veneran en la archidiócesis de Valencia tienen menos de 65 años, reconstrucciones todas de anteriores originales destruidas durante la persecución religiosa de 1936. En nuestra diócesis la mayoría de los templos albergan alguna capilla o altar dedicado a ella. Entre las desaparecidas, destacaba la realizada por Esteve Bonet en 1781 para la Catedral.
Obras más destacadas
Algunos lugares, considerados como imprescindibles bien por su significado religioso, bien por su importancia artística, son las capillas de la Inmaculada de la Catedral, así como las de las parroquias de San Nicolás y San Martín y la iglesia de Santa Catalina, esta última bajo la advocación de Nuestra Señora de la Vicación, obra de Manuel Biot, realizada en 1982. A continuación, seleccionamos algunas de las más importantes, recogidas en el libro ‘María, en la Diócesis de Valencia’:
– Alcoi. El originario grupo escultórico (1765) de la Mare de Déu dels Lliris y san Felipe Neri era de Esteve Bonet. El actual (1940) es de Rabasa y Royo.
– Albalat dels Tarongers. Obra de Vicente Burgal, tallada en 1942.
– Alcántara de Xùquer. Obra del escultor José María Rausell, realizada en 1939.
– Anna. Obra de Fco. Teruel Francés tallada en 1944.
– Antella. Obra realizada en 1953 por Carmelo Vicent.
– Benissa. Puríssima Xiqueta. Según la tradición oral dos peregrinos dejaron en 1624 un pequeño retablo de la Purísima Concepción con una copia de la obra de la Inmaculada de Juan de Juanes. La imagen se sigue venerando en la actualidad sobre un nuevo relicario realizado en 1941 por el orfebre Manuel Orrico.
– Bétera. Obra de Antonio Sanjuan, tallada en 1941.
– Castelló de Rugat. Al pequeño cuadro de la Purísima se le cambió el nombre por el de Virgen del Remedio, tras un milagro en el S. XVIII. El cuadro actual es de 1954, realizado
por Octavio Vicent.
– Gestalgar. Escultura realizada por Enrique Bellido hacia 1780.
– Llaurí y Llíria. Obras de Vicente Tena, de 1940.
– Pedralba. Obra de Esteve Bonet, realizada en 1786. Restaurada en 1939 por los escultores Rausell y Llorens.
– Quart de Poblet. Obra del escultor José Pérez Gregori en 1942.
– Sellent. Obra de los escultores Rausell y Llones, en 1940.
– Valencia. Purísima Concepción. Obra de Juan de Juanes. Se atribuye a sor Isabel de Villena, abadesa del convento de la Trinidad, la creación de su iconografía.
-Valencia. ‘Inmaculada estrella’ (2014), de Juan de Ribera Berenguer. Contó con la inspiración del ‘Apocalipsis de San Juan: lectura teológico-litúrgica’, libro escrito por el que fue deán de la catedral de Valencia, Emilio Aliaga.
En la Catedral de Valencia
La imagen de la Inmaculada de José Esteve Bonet fue un encargo del arzobispo Francisco Fabián y Fuero en 1781 para presidir la capilla recién construida de nueva planta, en la catedral de Valencia. Sin embargo, un acto vandálico acaecido el 14 de febrero de 1932 la destrozó. Su reconstrucción corrió a cargo del escultor José María Ponsoda, siendo entronizada de nuevo el 24 de abril del mismo año. En 1936 fue destruida por completo, siendo réplica de la antigua, realizada por el propio Ponsoda, la que se venera en la propia capilla de la Inmaculada.
La imagen de Esteve estaba situada sobre una peana, mundo y trono de nubes, con dos niños ángeles; uno con un ramo de azucenas y otro con un espejo; y tres serafines.
Juan de Juanes en la Basílica del Sagrado Corazón
Considerada como una de sus obras maestras, el óleo sobre tabla de Juan de Juanes que hoy podemos admirar en la Basílica del Sagrado Corazón de Valencia, constituye el paradigma y cima de las representaciones de la Tota Pulchra, al fijar el tipo iconográfico y convertirlo en modelo y fuente de inspiración de otras muchas versiones.
Según cuentan, el encargo de la tabla, de casi tres metros de alto, fue realizado por el jesuita Martín Alberro, ardiente devoto de la Virgen, a quien ésta se le apareció mientras oraba en el huerto del colegio de San Pablo de Valencia. El padre Alberro, que era confesor del pintor, le dijo a De Juanes que ella en persona, “una señora calzada de Luna, vestida de Sol y coronada de estrellas, como la Virgen del Apocalipsis de san Juan, bañada en resplandores”, le dio instrucciones sobre el tipo de cuadro que se debía pintar. Así lo relataba el propio jesuita: “Es la misma señora, quien por sus propios divinos labios me lo encomendó. No os extrañe lo que voy á referiros, pues os afirmo que es verdad. Escuchad como sucedió. Anoche, á pesar de estar largo espacio acostado y por más esfuerzos que hacia no podía conciliar el sueño. En tal sazón invadieron mi espíritu conturbándolo mil desatinados escrúpulos, inspirados -para mí es evidente- por el Ángel de las tinieblas. Entonces apelé á la oración, y recordando que era la vigilia de la Asunción de la Virgen, mi protectora, salúdela con los tiernos conceptos que dirigía Salomón a su amada, la bella Sulamita en el Cantar de los Cantares: Tota Pulchra est amica mea et macula non es in te. Aquello me transportó á otras regiones, disipándose todas mis tristezas”.
El artista valenciano elaboró varios bocetos siguiendo las indicaciones del P. Alberro pero al presentárselos al jesuita, este los rechazó puesto que “no está según la idea ni el modo que me ha dicho Nuestra Señora, hacedlo de esotra manera, confesad y comulgad antes de dar principio al trabajo”, tal y como se refleja en un manuscrito anónimo fechado en 1633 que relata cómo se pintó la obra. Además, añade que con frecuencia Juanes se quedaba “parado, mirando con grande atención la obra por gran rato, sin dar pincelada, por parecerle que le faltaba el espíritu y gracia que requería aquella figura”.
Según las fuentes más antiguas, dicho cuadro fue pintado en el mismo colegio de San Pablo donde residía el padre Alberro, trasladándose en 1579 a la nueva Casa Profesa.