25 Sep La Iglesia en Valencia «nunca ha puesto límites ni condiciones para la acogida» Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
- La presencia de los migrantes y refugiados, “ocasión de crecimiento cultural y espiritual para todos”
- De las más de 48.000 personas atendidas el pasado año por Cáritas Valencia, el 62 % son migrantes
- Más de 700 migrantes están acogidos en la diócesis, en viviendas y comunidades religiosas, muchos de ellos familias ucranianas, y “siguen necesitando nuestra ayuda”
La Iglesia celebra este domingo, 25 de septiembre, la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado, bajo el lema “Construir el futuro con migrantes y refugiados”, a quienes la diócesis de Valencia “nunca ha puesto límites ni condiciones para la acogida”, según expresa el delegado episcopal de Inmigrantes y párroco de San Miguel de Soternes, Olbier Hernández.
El pasado año, la Iglesia en Valencia, a través de Cáritas, en sus diferentes programas, atendió a más de 48.000 personas de las que la gran mayoría, un 62 por ciento, son migrantes.
Y, también, en 2021, un total de 140 personas fueron acompañadas en las 45 viviendas cedidas por Cáritas a familias vulnerables, migrantes y refugiados y personas en situación de sin hogar; y 308 de estas últimas, en el Centro San Esteban.
Actualmente, la Iglesia en Valencia acoge a cerca de 700 personas de diferentes nacionalidades en distintos recursos, pisos, viviendas y comunidades religiosas, entre las que figuran cientos de ucranianos “que siguen necesitando de nuestra ayuda”. Desde que se inició el conflicto, con la invasión de Rusia en Ucrania, la diócesis está ayudando a cerca de 200 familias.
En el caso de Ucrania, “la primera respuesta fue crear lugares de acogida para las familias que venían, como el antiguo convento de las Dominicas en Torrent, o la casa de la Purísima de Alaquàs y otra en Benaguasil en las que los padres Amigonianos tienen acogidos a 300 ucranianos. O en Serra, donde la parroquia de San Miguel de Soternes, en coordinación con la delegación de Inmigrantes, ha abierto la casa de las Hermanas de Mantellate. “Allí acogemos a 67 personas, la mayoría ucranianas, aunque también hay georgianas, colombianas y venezolanas”.
Y los acogidos que no están en los centros están ya en viviendas de parroquias o de familias. Y son acompañados por Cáritas entre uno y tres años. Reciben clases de castellano, alimentos mensuales, ayudas para escolarizar a los niños, para la compra de material y necesidades puntuales de medicinas.
Respecto a la acogida de familias ucranianas, Olbier asegura que “la Iglesia, en principio, sólo puede actuar en los tres primeros meses”. Transcurrido este tiempo, empezaría una segunda fase en la que los acogidos deben pasar a depender de las ONGs o de la Administración del Estado. «Pero llevamos ya siete meses con estas familias porque la respuesta de las ONGs y de la Administración central está siendo lentísima y, a veces, caótica”, afirma.
También es “caótica» la situación en la brigada de extranjería de Valencia, donde hay una «larga cola de migrantes y solicitantes de asilo y refugio esperando poder tener una cita que tarda más de seis meses. ¿Dónde están durante ese tiempo? ¿Quién les atiende? ¿Quién les acompaña?”, expresa Hernández.
Por ello, el papel de la Iglesia no debe limitarse simplemente a la acogida, sino también a la defensa y protección de estas personas. «Creo que la Iglesia debe ser voz profética de denuncia de todas las situaciones que siguen siendo indignas e inhumanas”.
En la diócesis de Valencia, las Cáritas parroquiales y las congregaciones religiosas acompañan a estas personas que van llegando constantemente y requieren productos de primera necesidad. “Esto implica unos gastos continuos que no podemos asumir. Y de la Administración tampoco nos llegan fondos, por tanto, nos vemos muy limitados en nuestros recursos aunque inventamos y sacamos de todas partes para poder atenderles”. Desde la Iglesia en Valencia “el compromiso es inequívoco e ilimitado. Nunca hemos puesto límites ni condiciones a la acogida. Siempre ha sido total”, añade.
“Construir el futuro con migrantes y refugiados”
Con el lema “Construir el futuro con migrantes y refugiados”, el papa Francisco nos invita en la Jornada de este año a ver al extranjero, no como una amenaza, sino como alguien que ayuda a construir y renovar nuestras sociedades y nuestra Iglesia. Así, recuerda el papa Francisco en su mensaje que la presencia de los migrantes y refugiados es una ocasión de crecimiento cultural y espiritual para todos.
En ese sentido, Olbier Hernández afirma que los migrantes «dan dinamismo a nuestras comunidades, las enriquecen. Son la puesta en práctica de la catolicidad de la Iglesia, en la diversidad de lenguas, de culturas y de formas de expresar la fe. Todas nuestras comunidades en Valencia se han sentido enriquecidas con la presencia de migrantes y refugiados”.
Por eso, «debemos acompañarles no solamente desde la necesidad con la que acuden a nuestras comunidades, sino también desde el sufrimiento y vacío que traen producto de la distancia de sus familiares, de los dramas que han dejado atrás. Se trata de construir el futuro con ellos porque no están de paso, han venido para quedarse en medio de nosotros”.
“Teniendo conciencia de la fraternidad universal, de que el mundo es una casa común, las personas que migran por cualquier motivo -político, económico o por desastres medioambientales- deben ser sujetos de nuestra acogida, de nuestro amor y de nuestra caridad. Y en la diócesis el trabajo se ha ido intensificando con los años”, expresa.
Misa en la parroquia San Miguel de Soternes de Mislata
La parroquia de San Miguel de Soternes de Mislata ha acogido la celebración de una misa para conmemorar la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado.
En ella, “tenemos presente los sufrimientos de los migrantes, sus reivindicaciones, las situaciones que están viviendo en cada país”. “Este año es muy representativa la presencia del pueblo nicaragüense, la realidad sangrante de África y, obviamente, con un momento especial para Ucrania”, afirma Olbier.
Pero esta celebración es un momento puntual, “lo importante es lo que celebramos, compartimos y sufrimos todos los días de la semana en las parroquias de nuestros pueblos, el acompañamiento silencioso y diario a todas estas personas que llevan a cabo con gran sacrificio e integridad los sacerdotes, religiosos y laicos de la diócesis”, añade el delegado episcopal de Inmigrantes. “Esto es lo realmente importante, la gran red que hay a través de las comunidades parroquiales, de los voluntarios de Cáritas, de la delegación de Migraciones, de los religiosos”.
“A través de los aeropuertos se queda en España una media de 3.000 personas cada día para solicitar asilo y refugio”
Actualmente, se está dando un doble fenómeno: “hay familias -las menos- que están volviendo a su país, pero también hay un flujo constante de familias que están viniendo”.
Pero el flujo no es sólo por la guerra de Ucrania. “Llegan constantemente de numerosos países. A través de los aeropuertos se queda en España una media de 3.000 personas cada día para solicitar asilo y refugio. Esto sin contar los que vienen por las fronteras del norte de África o de otros lugares de Europa. El flujo migratorio no para. El mundo se está moviendo porque hay unas necesidades y unos conflictos que abocan a la gente a la movilidad”.
“Necesitamos que las personas que tenemos acogidas pasen a la segunda fase, donde contar con la financiación y los presupuestos del Estado y así nosotros seguir destinando los recursos de que disponemos a la primera acogida de las familias que continúan llegando.
En el centro de atención al migrante (CAI) de Valencia todas las mañanas “tenemos a gente esperando para conseguir un sitio a donde ir. Allí están con las maletas. Y se nos hace muy difícil la acogida. Vamos familia a familia buscándoles un trabajo, una vivienda o un recurso de una segunda fase para que puedan salir”.
Pero “nosotros no vamos a poner a ninguna familia en la calle, ya lo indicó el Cardenal desde el primer momento”. “Ninguna familia migrante o refugiada sale de un piso de la Iglesia para ir a la calle. Continuamos con ellos. Y éste es, precisamente, uno de los motivos por los que la Iglesia no recibe financiación del Estado central ni subvenciones, porque no aceptamos las dos condiciones que nos pone: decirnos el perfil de las personas a las que debíamos acoger y limitarnos el tiempo de la acogida”, asegura.