“Tenemos que ser valientes a la hora de proponer la vocación a los jóvenes”  Juan Pons Salvador, rector del Seminario Mayor La Inmaculada

“Tenemos que ser valientes a la hora de proponer la vocación a los jóvenes”  Juan Pons Salvador, rector del Seminario Mayor La Inmaculada

El joven sacerdote Juan Pons (Gata de Gorgos, 1982) afronta su primer curso como rector del Seminario Mayor tras el nombramiento del Arzobispo el pasado mes de julio. Su reto: formar a los sacerdotes que nuestra sociedad hoy necesita. En su experiencia pastoral también está haber sido vicario de Ntra. Sra. de la Asunción de Ribarroja, formador del seminario Menor y párroco de Ntra. Sra. del Rosario de Valencia. 

Cómo has recibido el nombramiento de rector del Seminario Mayor? ¿Cuál es el reto del nuevo rector?

La verdad es que con mucha sorpresa, nunca me hubiera imaginado que en algún momento el señor Arzobispo, la Iglesia de Valencia, me pidiera esto. El reto creo que es responder a las exigencias de la sociedad de hoy en día. ¿Qué tipo de sacerdote necesita nuestra sociedad hoy? Y esa pregunta tiene una respuesta compleja que poco a poco, con la ayuda del equipo de formadores, tenemos que ir respondiendo. 

¿Qué es el Seminario? ¿Qué significa el Seminario para la diócesis? ¿Cómo esta organizado?


El Seminario es el lugar que la Iglesia tiene destinado para el discernimiento y para la formación de los candidatos al sacerdocio. Vienen jóvenes que sienten esa inquietud y chavales que intentan dar respuesta a esa inquietud. 

Es un lugar muy emblemático para toda la diócesis, que desde los años 50 está aquí en Moncada. Y la Iglesia destina a este lugar muchos recursos para ese fin que es tan importante. 

Aquí se da una formación a distintos niveles. Hay una formación en primer lugar, espiritual, puesto que los futuros sacerdotes tiene que tener una intensa vida espiritual. Aquí dedicamos tiempo a la oración personal y todos los días rezamos Laudes, la oración de la mañana, y celebramos la Eucaristía. Una vez a la semana se reza el Rosario de forma comunitaria. Se intenta cuidar mucho. También hay retiros espirituales una vez al mes y ejercicios espirituales una vez al año. La idea es que esto con el tiempo sea una cosa que ellos lo vivan por sí mismos. 

El segundo nivel formativo es el académico. Los seminaristas van a la Facultad de Teología. Es verdad que están los del curso propedéutico, que es un curso que se introdujo nuevo hace unos años, que son seminaristas que hacen como un curso introductorio. Está aquí en el Seminario y no reciben ninguna formación académica reglada como tal. Sí que reciben una formación introductoria a muchos niveles: espiritual, de la Sagrada Escritura, catecismo, historia de la Iglesia en Valencia, latín, cultura clásica, introducción a la Filosofía… 

El resto de seminaristas sí estudian la carrera de Teología, que está compuesta por dos cursos de Filosofía y luego todo lo que es la los diferentes ámbitos del estudio de la Teología. 

También está la formación humana. La formación sacerdotal, digamos, presupone que haya un sujeto humano, un fundamento antes de ser sacerdotes, pues somos hombres. Hay una formación humana muy importante que se va adquiriendo también en el Seminario, a diferentes niveles, con diferentes tipos de charlas, de diferentes tipos de recursos, de experiencias también. Y luego también a nivel comunitario, la vida de comunidad, pues está llena de ocasiones para poder vivir esa formación humana. 

Y por último está la formación pastoral para que los seminaristas conozcan lo que es la realidad de la Iglesia diocesana, conozcan diferentes parroquias. Cada uno viene de una parroquia con una idiosincrasia, con un tipo de sacerdote concreto, con una realidad eclesial, espiritual. La idea es que ellos se enriquezcan conociendo otro tipo de realidades pastorales, otro tipo de parroquias, otro tipo de sacerdotes. 

Muchos piensan en el Seminario como un lugar cerrado, como una burbuja. Sin embargo, están en contacto con lo que ocurre fuera, con la realidad social y pastoral.


Es verdad que el Seminario, por el ritmo de vida que tiene exige mucho. Y de alguna manera sí que pide de los seminaristas una respuesta y una una separación, no separación del mundo, pero sí de alguna manera la relación con las familias, con sus amigos adquiere un tono distinto. En los primeros cursos van a casa el fin de semana cada quince días y a partir de tercero ya tienen asignada una parroquia de pastoral. 

Por tanto, es un tiempo en que hay una priorización de lo que es la vida de la comunidad en el Seminario y luego, ya poco a poco, una inserción cada vez mayor en lo que es la vida pastoral y la vida de la calle. Esto cada seminarista lo vive de una manera pero intentamos que no sea una ruptura ni traumático. Esto no quita que ellos tengan relación y conozcan la realidad social del momento. 

Como jóvenes normales tienen sus aficiones y practican deporte aquí en el Seminario. También en que su formación haya un espíritu crítico respecto a la realidad social. 

Hoy en día nos encontramos con que los jóvenes se enfrentan a problemas propios de este tiempo: adicción a los teléfonos, problemas afectivos, los peligros de las redes sociales… ¿Estas realidades también está presente en la formación de los seminaristas? 

Se intenta hacer un acompañamiento psicológico. Los seminaristas son hijos de nuestra sociedad y ellos también sufren o viven las dificultades que tienen los jóvenes de hoy en día con los teléfonos móviles, con las redes sociales, etc. Intentamos que haya una formación, que haya un acompañamiento. Luego si algunos piden ayuda en algunas cuestiones intentamos dar respuesta. 

También hay una formación en el grado afectivo o psicológico, porque al final también ellos están llamados a vivir el celibato y hay que ayudarles a que haya una madurez. Intentamos invitarles a que sean transparentes, a que pidan ayuda, a que expresen sus dificultades. El celibato es vivir en un sí, en una entrega, en una donación de la persona, de la totalidad de la persona, por la Iglesia, por las comunidades en las que nos envían. Y ellos son también enviados y ese sí se va forjando, pues, con la entrega aquí, con el servicio, con la vida de comunidad. Muchas cosas que podríamos pensar a priori y que no tienen relación directa con con esa entrega del celibato. Pero luego vemos que todo ayuda y educa a que esa entrega sea efectiva. Muchas donaciones en pequeño permiten una entrega y una donación en grande. 

Aunque este año han entrado al Seminario 18 jóvenes es cierto que en la Iglesia se vive una crisis vocacional. ¿Qué hay que hacer para fomentar las vocaciones en la diócesis, en las parroquias? 

Yo creo que en general en nuestra sociedad hay un miedo al compromiso. A la gente le asusta comprometerse. Vemos, por ejemplo, que también el número de matrimonios ha descendido. Hay una crisis en cuanto a la llamada a entregarse, pero sí que hay un deseo y sí que hay una experiencia. Sí que tenemos experiencia de que la persona cuando se entrega por los demás es feliz y ese es el punto de partida. 

Nosotros intentamos dar a conocer el seminario, dar a conocer lo que es  la vocación sacerdotal a través de las visitas a los arciprestazgos, con la campaña en el Día del Seminario, el Festival de la Canción Vocacional o las jornada deportivas, entre otras acciones. 

Yo creo que es importante que las comunidades parroquiales conozcan el seminario, sientan el seminario como algo cercano. Nosotros estamos dispuestos a abrir las puertas, a que a que si quieren venir, que vengan a vernos. Y eso es nuestra llamada y nuestro deseo también. Y nuestro reto, el reto para nosotros, el poder hacer que esta comunidad que esta casa sea una casa abierta. Queremos que las parroquias sientan el Seminario como algo suyo. El Seminario se hizo con el esfuerzo de de muchas personas, de muchas familias, de muchas parroquias, y el Seminario es lo que es gracias también a la generosidad de estas familias, de estas parroquias, de estos sacerdotes que han ido entregando mucho por el Seminario. 

A pesar de que hay también una crisis de fe con los jóvenes seguimos viendo jóvenes que viven con alegría la fe en la Iglesia


También es verdad que hay un trabajo vocacional que hacer. Quizás hemos descuidado un poco la pastoral vocacional o nos ha dado miedo proponer la vocación a los jóvenes. Sí que se ve en los jóvenes que tienen en su corazón un gran deseo y eso es muy importante. Por ejemplo, el año pasado en la JMJ veías un grupo numeroso de jóvenes valencianos y eso siempre interpela. Y chavales, chicos y chicas, con un deseo de entregarse y con un deseo de responder a lo que el Señor les pide. Y la pastoral vocacional tiene que ir también por ahí, por esa valentía a la hora de proponer, de invitar y también los sacerdotes y los seminaristas estamos llamados a ser alegres, a ser cercanos, a ser propositivos y a ser personas de comunión y todo eso. ¿Que les puede pasar a ellos, que el Señor les puede llamar y se pueden plantear y por qué no yo? ¿Por qué no yo? ¿Por qué no ser sacerdote? ¿Por qué no entrar al seminario? ¿Y eso es importante? Además de testimonio de los sacerdotes, muy importante. Porque muchos seminaristas, muchos sacerdotes hoy en día no han entrado, o por lo menos esa primera llamada la ha sentido viendo el testimonio de su párroco, de algún sacerdote, que es muy importante también. 

Viendo la exigente formación, el alto compromiso que se tiene con el Seminario, se percibe que es un tiempo de discernimiento largo. Uno no siente la llamada y es ordenado sacerdote enseguida sino que hay un tiempo largo en el que, supongo, habrán también crisis. ¿Cómo les ayudáis en ese discernimiento? 

Sí. Es un camino largo y donde, como tú dices, hay momentos difíciles, hay momentos de crisis. Sería como un noviazgo, sería muy similar a un noviazgo. Una pareja que decide casarse, pues echa la vista atrás y ve ese camino en el que habrá habido seguramente de todo y habrá habido momentos de dificultad, momentos de crisis, momentos de de no saber hacia dónde tirar. 

A los seminaristas les pasa un poco igual, les puede pasar un poco lo mismo. Hay momentos en que están mejor, en que están peor. Momentos en que entienden lo que les pasa. Momentos en que no entienden porque están así. Les invitamos a que sean perseverantes, porque a veces, quizá muchas veces, nos podemos dejar confundir por los sentimientos. 

Hoy en día hay un peligro en la emotividad. Buscamos sentir siempre. Es como los potenciadores del sabor. Buscamos sabores muy fuertes y luego, cuando hay sabores en la comida que no tienen tanto sabor, decimos esto no me sabe a nada. En el proceso vocacional ocurre un poco lo mismo. Hay momentos en que se puede sentir un gozo lleno, una plenitud, pero luego puede haber un momento de crisis, de vacío en el que hay que asentar todo lo vivido en esa primera etapa. Y darnos cuenta de que los sentimientos son muy cambiantes y las emociones, pues no siempre nos acompañan y eso supone una maduración y ellos lo van viendo también.