Esconderse tras una pantalla

Esconderse tras una pantalla

BELÉN NAVA.- Sol, playa, piscina, naturaleza… y pantallas. Los padres tenemos en nuestras manos una bomba de relojería. Las pantallas se convierten en uno más de la familia durante el verano. El aumento de horas libres hace que su uso se vea incrementado y también las peleas sobre el uso excesivo de móvil o videojuegos. Prevenirlo está en nuestras manos…y sin morir en el intento.

Según la Organización Mundial de la Salud, el tiempo recomendado de uso diario de un teléfono móvil es de 120 minutos como máximo. Esos tiempos se multiplican de forma exponencial con las horas libres que las vacaciones estivales “regalan” a los adolescentes. Hace un par de meses, un estudio publicado en el Archives of Disease in Childhood del British Medical Journal y el Royal College of Paediatrics and Child Health, aseguraba que los adolescentes superan con creces este límite, llegando a seis horas diarias en algunos casos.

“Llegan las vacaciones y con ellas mucho tiempo libre. Nuestros jóvenes acostumbrados a la utilización de los dispositivos móviles de forma habitual, posiblemente, tendrán mucho más tiempo para dedicarle a la comunicación vía texto”, explica Mario Piera psicólogo clínico, terapeuta Gestalt y diplomado en Ciencias Religiosas.

A la clásica pregunta de “¿playa o montaña?” se une ahora una nueva opción, la de quedarse en la ciudad y hacer esporádicas salidas para aliviar el calor de la urbe. “El contexto económico ha cambiado, también, la forma en que las familias realizan sus vacaciones: desplazamientos o viajes más cortos y regreso al hogar. Los más jóvenes pueden encontrarse en un ambiente en el que han desaparecido sus amistades habituales y esto abre y justifica, aparentemente, una mayor interacción vía ‘on line’, a través de los video juegos, plataformas virtuales y de comunicación o a través de la mensajería instantánea”, indica.

El no tener a los amigos cerca hace que se intensifique el uso de las redes sociales o whatsapp. “Permitirlo es adecuado, pero hasta cierto punto”, puntualiza Piera. El verano puede incrementar las horas dedicadas a las pantallas de forma exponencial. A veces, con la excusa de “mis amistades están fuera”, en otras ocasiones, porque se reducen las actividades que ayudan a socializar: escuela, equipos deportivos, academias de idiomas o música… el verano puede convertirse en una nueva “caverna de Platón” en la que lo digital, transforma la realidad en un mundo de sombras y se desfigura la vida… para acceder a un mundo virtual donde todo es posible pero donde nada, ciertamente, es real”.

Los datos en España hablan por sí mismos. El Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad de la Información (ONTSI), asegura que el 98% de los jóvenes utilizan Internet de forma habitual y el 70% tienen un teléfono móvil. De igual manera, un informe Kaspersky, líder tecnológico en el desarrollo de software de ciberseguridad, afirma que casi el 70% de la población española es dependiente de la tecnología y el 46% admite que debería reducir su uso.

En cuanto a las familias, el 26% de los padres admite que no tiene suficiente información para enseñar a sus hijos cómo hacer un uso seguro y responsable de Internet. De igual manera, el 75% cree que sus hijos no están preparados o no cuentan con las nociones suficientes para hacer un uso seguro de Internet.

Para Piera, “no podemos ni debemos limitar totalmente el acceso a las “pantallas”, pero hay que poner límites. Y esto no se consigue exclusivamente con autoridad, sino también con propuestas. Es importante favorecer alternativas de ocio que permitan la relación entre iguales. Pero no solo para los más jóvenes, también los mayores debemos aprovechar el buen tiempo para favorecer encuentros entre la familia y las amistades. Debemos recordar que educamos por imitación, por lo que hay que predicar con el ejemplo.”

Buscar espacios de encuentros

Una de las claves es “ser capaces de generar espacios creativos de encuentro en familia, con amistades… donde lo digital pierda su encanto frente a las risas, retos, juegos, excursiones, paisajes, disfrute… todo ello quizás es la mejor receta veraniega para que disminuya la necesidad de volcarse en el mundo digital. Cuanta mayor soledad física, más probabilidad hay de una inmersión total en el mundo digital”.

Una de las claves que aporta es desconectar por la noche “evitando dejar en las habitaciones cualquier dispositivo que pueda conectarse, pues es una tentación ante el calor de las noches veraniegas. Y por supuesto, no vale todo en vacaciones, el descanso es fundamental y los más jóvenes necesitan un horario que favorezca dormir de forma adecuada y regular”.

La tarea no es fácil. “Compaginar y atender ambas realidades es una tarea difícil cuando nos dejamos llevar por la inercia y la comodidad. Nuestros jóvenes necesitan de nuestra proactividad, de nuestras propuestas para acercarlos al contacto emocional y para ello, el tacto, el abrazo, la sonrisa, el buen humor… son fundamentales. Establecer criterios claros de lo que esperamos de su conducta y favorecer experiencias “reales” que hagan sentir el placer de la conexión vital con los semejantes, incluso provocando el encuentro con el otro con gestos de ayuda y de acogida desinteresada, el cuidado de otros, y el reencuentro con la naturaleza son pautas esenciales a tener en cuenta en este verano para esta Generación Mute”.

Dificultad en la comunicación

Estos adolescentes, a los que ya hemos bautizado como ‘Generación Mute o Generación Muda’ tiene una gran dificultad de comunicación y precisamente ese el rasgo más característico de los jóvenes que son incapaces de contestar a una llamada de voz y que llevan siempre el móvil en silencio. “Siempre decimos que la comunicación verbal implica también una implicación instantánea, y lo que están evitando justamente ellos es el implicarse. Por eso siempre el mensaje como una cosa que pueden borrar, pueden corregir, pueden estar pensando, contestar”, asegura este profesor de instituto y psicólogo.
“Para mí es mucho más fácil enviar el mensaje porque además de que yo no suelo hablar mucho por teléfono, no me gusta mucho, o sea, yo únicamente hablo por teléfono, lo que vendría siendo con mis padres…con los amigos, siempre lo hago por WhatsApp. Es que especialmente no me gusta porque prefiero tener mi tiempo para poder contestar y que no haya ningún malentendido o cosas así como suele haber por llamada. Entonces para mí es mucho más cómodo enviar un mensaje”, asegura Ariela.
Para Luis “depende de mis amigos, porque tengo compañeros que si no les llamas no se enteran. Yo prefiero llamar a la gente y así nos enteramos mejor…si empezamos a hablar por mensaje al final se puede malentender alguna cosa”.

Victoria es de una opinión totalmente diferente y apoya las palabras de Ariela. “Soy muy protexto porque es que el audio también me da mucha vergüenza decir alguna cosa…Pero sí, prefiero el texto porque me siento más cómoda”.

Tal y como explica Piera ante estas respuestas “hay un cierto retraimiento un intento de no exponerse. Hay como esta dificultad de poder ser uno mismo en los espacios públicos. Bien es verdad que en el tema escolar, dependiendo de los círculos con los que se rodean, con los ambientes de amigos, son más sueltos, intentan conectarse de otra manera. Pero siempre es verdad que el tema digital es algo que para ellos es prioritario, es el principal canal de comunicación, justamente para evitar el contacto con el otro, que sea sorpresivo o que no sepan cómo reaccionar”. Esto , en el fondo, nos está hablando de una dificultad de de conexión con los demás, de conexión con la empatía, de conexión con sus propias emociones. “Quizás esto es el papel más dificultoso que tiene actualmente la era digital”, indica Piera.

Luis prefiere mandar mensajes de texto o de audio cuando se trata de avisar a un adulto. Para Victoria el poder escribir un mensaje le da “más tranquilidad porque puedes tomarte el tiempo que quieras, que no es que vas a estar ahí con el teléfono en la oreja como ¿ahora qué digo, ahora que contesto? Y puedes contestar lo que quieras…pones algún emoji que acompaña la conversación y es más cómodo”.

Poder eliminar o borrar mensajes para ellos es una “liberación”. Ariela reconoce que si no le contestan de inmediato, tiende a borrarlos “así evito que me pregunten qué ha pasado” Y Luis, por su parte, también es partidario de poder editar los textos. “Puede ayudar, porque a lo mejor puede ser que lo haya escrito mal, no se entienda o haya puesto una palabra que no es por el autocorrector. Y es muy útil porque así no tengo que volver a escribir un mensaje o poner abajo lo que me había equivocado”.

Con esto se puede pensar que “de alguna manera es como que las relaciones sociales a corta distancia es como que no son suficientes. Necesitan ese amplio barco que es lo digital, que amplía los horizontes y que ellos están acostumbrados a no tener límites y parece como que la cercanía lo que hace es provocar límites y que dificulta justamente eso, su interacción y su capacidad de expresarse como son”, incide Piera.

“A no ser que tenga muchísima confianza con esa persona, le mando un mensaje de texto. Sí que es verdad que cuando llevamos ya mucho rato juntos y nos lo hemos contado todo y no tenemos nada más que decir, es más fácil ponerse a mirar el móvil y si vemos algo que nos hace gracia, enseñárselo al resto del grupo”, reconoce Victoria.

Ariela le da la razón y apunta que “sí que es verdad que da un poco de rabia que es mejor estar hablando entre todos cara a cara, pero hay veces que nos aburrimos o cosas así y nos ponemos a mirar el móvil para entretenernos y tener temas”.

“Eso es bastante común y a veces no me gusta mucho, pero es que lo hacemos involuntariamente. A lo mejor no tenemos un tema de conversación y directamente nos ponemos con el móvil o tenemos estamos hablando con diferentes personas y me parece algo que en lo personal no me gusta”, secunda Luis.

En definitiva, tal y como afirma Victoria, “es más sencillo esconderte detrás de una pantalla” que enfrentarte a una conversación cara a cara.

“Es verdad que este volcarse en el mundo digital es una retirada del mundo interior. Creo que también hay que volver a este mundo interior donde podemos aprender cosas como el asombro, la capacidad de ser agradecidos, de valorar todos aquellos detalles que también en la familia aparecen. Y todo eso hace que conectemos con nuestro mundo interior y con nuestro mundo presente. Lo digital parece que nos lanza a un futuro que no podemos controlar. En la familia todo todo lo que ancla desde el amor y desde la confianza nos está anclando en el presente y es que quizás la mejor respuesta y mejor prevención que podemos hacer”, concluye Piera.