08 Ene EN LA MUERTE DEL PAPA BENEDICTO XVI Carta semanal del Arzobispo de Valencia, Enrique Benavent
Estimados hermanos:
La noticia del empeoramiento y del rápido fallecimiento del papa emérito Benedicto XVI nos ha sorprendido a todos durante estos últimos días del año, en pleno ambiente de las fiestas navideñas. Con el mismo silencio y la misma discreción con la que el Hijo de Dios entró en nuestro mundo, Benedicto XVI ha recibido la última llamada de Dios. Es un momento para elevar nuestra oración por Él, confiados en que habrá recibido el abrazo del Padre, en cuya misericordia infinita siempre confió, como nos enseñó magistralmente en su encíclica Spe Salvi.
Debemos afrontar esta situación con una actitud creyente: dando gracias a Dios por lo que ha dado a la Iglesia en la persona de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI. Si hay algún elemento que nos permite unificar todas las etapas de su vida (como sacerdote y profesor de teología, arzobispo de Munich, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Papa y Papa emérito), ha sido su amor a la Verdad, que para el cristiano tiene un rostro personal que es Cristo. Toda su obra teológica no es más que la expresión de un esfuerzo de comprensión de la fe, que le ha acompañado a lo largo de toda su vida (no olvidemos que su última gran obra teológica Jesús de Nazaret la publicó siendo Papa). Y su magisterio, por el que sin duda pasará a la historia de la Iglesia como un gran papa, es la prueba de que él pensaba que su principal misión como Pastor de la Iglesia universal era alimentar al Pueblo de Dios con el alimento de la Palabra.
En un momento en el que se viven debates ideológicos en el seno de la Iglesia, que llevan a interpretaciones de la fe muy distantes entre sí, el papa Benedicto XVI nos enseñó la actitud fundamental que nos debe acompañar siempre a los católicos: no son las ideologías ni las modas de nuestro mundo las que deben condicionar nuestra comprensión de la fe, sino que es la fe, creída y confesada en el seno de la Iglesia, la que debe configurar nuestra manera de pensar. Cuando predomina la ideología, la Iglesia se divide; cuando priorizamos la fe, la Iglesia llega a ser un signo e instrumento de la unión de los hombres con Dios y de la unidad del género humano.
Ni en la seua obra teològica ni en el seu magisteri ha sigut el papa Benet XVI un fonamentalista: la Paraula de Déu ha sigut sempre l’ànima de la seua teologia, però ell ha exposat amb claredat i lucidesa les raons per a creure, la connexió de les veritats cristianes entre si, la qual cosa les fa més creïbles, i la seua relació amb la salvació que Déu ens ha oferit en Jesucrist. En el seu diàleg amb el món sempre s’ha guiat per una doble intuïció: el desig d’un món en el qual regnen el bé i la justícia és universal (en això tots coincidien amb ell); la veritat és l’únic camí per a la justícia i el bé (això xoca amb la mentalitat relativista que predomina en la nostra cultura occidental i li va causar moltes incomprensions). Mai va buscar cap poder terreny; simplement va voler ser un cooperador de la Veritat i només va acceptar sotmetre’s a ella.
Es va presentar al món com a Papa recentment elegit afirmant que era un humil treballador de la vinya del Senyor. Es va acomiadar amb estes paraules: “Només soc un pelegrí en l’última etapa del seu pelegrinatge en esta terra”. El treballador ha acabat la seua missió; el pelegrí ha arribat a la meta. Amb la seua humilitat s’haurà presentat davant el seu Senyor amb estes paraules: “Som servents inútils, hem fet el que havíem de fer” (Lc 17, 10). Confiem que el Senyor li haurà respost: “Has estat fidel en poca cosa, Jo t’encomanaré molt més. Entra al goig del teu Senyor” (Mt 25, 22).
†Enrique Benavent Vidal, arquebisbe de València.