“El consuelo del Evangelio les da mucho ánimo” Entrevista al valenciano Mauricio Méndez de Hevía, misionero en Amazonía

“El consuelo del Evangelio les da mucho ánimo” Entrevista al valenciano Mauricio Méndez de Hevía, misionero en Amazonía

Mauricio Méndez de Hevía, valenciano natural de Rocafort, estudió Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia. Tenía una vida cómoda pero tras un proceso de conversión a la fe y la experiencia de unos ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola su vida cambió y marchó a la Amazonia peruana como misionero en un equipo itinerante. Tras una experiencia de trece meses volverá en breve como misionero laico enviado por la diócesis de Valencia.

– ¿Cómo surgió la idea de ir a la Amazonia peruana como misionero?

Yo tuve un proceso de conversión hace unos seis años, y antes de ese proceso de conversión, estaba muy comprometido en temas de ecología y sostenibilidad. Pero tras mi conversión entró muy fuerte la dimensión de la fe e hice unos ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, y allí me salió la posibilidad de sumarme a un equipo itinerante en la Amazonia visitando poblaciones indígenas. Yo había estado antes ya en la Amazonia, había estado trabajando como voluntario en un centro de rehabilitación de toxicómanos, allí en Perú, y esa realidad ya me conmovía. También fue el tiempo en que se celebró el Sínodo de la Amazonia y además el papa Francisco hablaba mucho de ecología integral. Por tanto, se iban moviendo muchas cosas respecto a la fe junto a mis mis inquietudes a nivel de ecología, sostenibilidad y mundo indígena. En esos ejercicios espirituales tuve ese encuentro personal con el Señor que confirmaba de alguna manera que se estaba abriendo la puerta para ir a la Amazonia.

– Hablas de que tuviste un proceso de conversión, ¿qué supuso para que vieras la necesidad de ir como misionero? ¿Qué es lo que has vivido para que tengas necesidad de contarlo, compartirlo, incluso más allá de nuestras fronteras?

Estaba en un momento de mucha angustia existencial y estaba desde la adolescencia muy alejado de la fe, pero tenía mucha angustia por los temas ecológicos y sociales. Estuve mucho tiempo en activismo, y en cierto momento tuve ese proceso de conversión, esa experiencia del Señor, y me empezó a entrar paz y esperanza y empecé a salir de ese pozo de ansiedad, de verlo todo negro, de no ver opciones. Al principio de mi conversión, hubo como un efecto rebote, me cerré mucho en mí mismo, estuve, como dice el Papa Francisco, ensimismado en mi propia fe, en prácticas de devoción, pero sin querer entregarme a los demás, estaba yo un poquito en lo mío con los consuelos que me daba el Señor. Poco a poco me fui comprometiendo, primero con la parroquia donde vivía, con Cáritas, ayudando en lo local, que es muy importante. Luego me fui como voluntario a Perú y tras los ejercicios a hacer la experiencia misionera.

– ¿Cómo ha sido esa experiencia? ¿Qué labor has realizado?

Llegué en enero de 2024 y he estado más de un año. He estado en un equipo itinerante que trabaja en el mundo indígena, visita comunidades, y sobre todo, trabaja en las triples fronteras donde hay menos presencia de la Iglesia y también de los Estados. Son los territorios más olvidados y abandonados.
El equipo itinerante tiene la misión de llegar allí donde no está la Iglesia insertada y llevar a cabo esa presencia de la Iglesia. También muchas veces se habla de una presencia consoladora con labores de pastoral y de educación, que realizan estos equipos itinerantes.
Y luego también, como todo está unido, tiene la misión de llegar allí como una presencia que escucha los problemas de esas comunidades y hace de puente para buscar soluciones. Muchas veces no hay esa presencia que, por ejemplo, hay en temas de educación, en temas de salud, o incluso en temas de denuncia, con abusos que hay de extractivismos que van allí y vulneran todos los derechos de las comunidades, de las personas y del ambiente. Entonces, también es esa voz de denuncia profética.

– ¿Por qué es importante acercar el Evangelio a las personas que viven allí? ¿Qué supone realizar esta misión desde el Evangelio y no desde otras convicciones?

Supone, entre otras cosas, dar esperanza en una realidad bien difícil, porque allí muchas veces no tienen lo más básico, no tienen agua potable muchas veces, hay problemas de malnutrición, hay problemas de salud, no tienen acceso a un tratamiento médico convencional. Ellos tienen su medicina tradicional, les sirve para algunas cosas, pero el hecho de que tú vayas allí y lleves el consuelo del Evangelio, les anima mucho.
Entonces, la presencia de los equipos itinerantes y de misioneros en general, sean religiosos o laicos, les ayuda a perseverar e intentar ir un paso más allá. Y también hay que decir que en esos lugares ya había presencia de la Iglesia, y por falta de vocaciones se ha ido en muchos sitios retirando, entonces ellos tienen una fe viva, que la han mantenido como han podido, pero muchas veces caen en el desánimo. Esa situación también la aprovechan las sectas u otras iglesias y por eso es importante que aparezca la Iglesia Católica.

Pero el contacto es esporádico porque es una región muy amplia y hay mucha dificultad de acceso. Hay lugares y comunidades donde las visitas de equipos misioneros son una o dos veces al año y a veces incluso se va sin sacerdote para los sacramentos. Siempre se intenta y se habla con los vicariatos o las diócesis para que se atiendan las necesidades que nos dicen las comunidades.

– Ahora quieres volver ya de una manera más comprometida como misionero enviado por la diócesis. Entiendo, por tanto, que ha sido una experiencia buena.

Sí, la experiencia allí fue muy buena. En este equipo itinerante me di cuenta que mi vocación quizás sea un poquito intermedia, no tanto de itinerancia, sino de itinerancia e inserción. En este sentido, surgió la posibilidad de ir al Vicariato de San José del Amazonas, en Perú, como misionero laico, unido a uno de estos equipos.
Concretamente, al que seguramente voy a ir, se llama Tacsha Curaray, lleva 13 años sin presencia de la Iglesia Católica, y hay un equipo de laicos de OCASHA, entidad de misioneros laicos. Atienden 27 comunidades y ofrecen ayuda en tema de pastoral, en tema de educación, en lo que haga falta también muchas veces. Cuando hablo de estas cosas me trae mucha felicidad y mucha alegría, porque ahí siento la llamada a entregarme.
Esto es lo que le da sentido a mi vida y, de alguna manera, no sé si suena bien, pero ahí tengo una deuda de amor y, al final, si he recibido, quiero dar. Suena igual un poco cliché pero la verdadera alegría está en dar, no en recibir. Yo, con mi trabajo de Biotecnología tenía estabilidad, tenía muchos ingresos, tenía tambiénuna pareja, es decir, tenía una vida así bien montada, pero de alguna manera, se desmontó y creo que para bien. Me siento más vivo ahora que nunca.

– La figura del misionero laico aún hoy no es muy conocida, al menos aquí en España.

Quizás suena un poquito extraño, pero allí justo en la Amazonia, en los diferentes países en los que he estado, es algo muy habitual, y más de la mitad de los equipos misioneros están formados por laicos. Muchas mujeres también, gente muy comprometida, que está allí ayudando y llevando la Palabra del Señor y haciendo presente a la Iglesia. El Concilio Vaticano II, y el papa Francisco también lo ha dicho muchas veces, hay una necesidad el compromiso de los laicos en la vida de la Iglesia. z



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