11 Nov Don Marcelino Olaechea y el laicado (IV) Artículo de Ramón Fita, Delegado para las Causas de los Santos, en el 50 aniversario del fallecimiento de mons. Olaechea
Muy pronto comprobó el arzobispo Olaechea la excelente organización que poseía el laicado católico valenciano; esa herramienta fue el mejor instrumento para hacer llegar a todos sus originales iniciativas, y orientó a los miembros de Acción Católica hacia una participación más directa en las tareas pastorales formando parte de las juntas parroquiales. No obstante, el arzobispo no arrinconó los organismos apostólicos preexistentes, ni a los otros movimientos laicales.
Don Marcelino se percató de la pobreza en la que malvivían muchas familias y quiso remediar, en lo posible, aquella penosa situación. Para esta ambiciosa empresa encontró la ayuda y colaboración de numerosos hombres y mujeres fenomenales que, con suma eficiencia, llevaron a la práctica las intuiciones del Arzobispo. Debemos citar, entre otros, al Dr. Juan-José Barcia Goyanes, catedrático de Medicina y Presidente de la Junta Diocesana de Acción Católica; a don José-María Haro Salvador, magistrado de Trabajo y “alma mater” de muchas actividades apostólicas; a don Vicente Hervás Vallés, Presidente de la Asociación Católica de Maestros, y a don Manuel Cortés Roig. Los tres primeros tienen incoado el proceso de beatificación y canonización. El cuarto, no sé por qué no…, pero opino que tiene fuste para eso. Cada uno de ellos, además de ser personas de excelente finura humana, religiosa e intelectual, supo respaldar, en sus respectivos ámbitos, la creación de grandes obras apostólicas y sociales, algunas de las cuales aún permanecen.
Al repasar la etapa de don Marcelino en Valencia destaca la inmensa y múltiple labor realizada en el campo caritativo y social. Resulta difícil contar sus obras, las instituciones creadas. Se puede afirmar que la acción caritativa y social fue el tema central de este insigne Prelado valentino. Pero hay algo que no se puede contabilizar en cifras ni registrar en fechas y documentos y es su constante preocupación por los necesitados y por lanzar a la diócesis en acciones de promoción de la caridad y por ella, de la justicia. En la biografía del Arzobispo Olaechea hay que señalar como una de sus características, la vivencia de la Caridad de Cristo que le impulsaba a mostrarse como el obispo padre de los necesitados y maestro y promotor de dirigentes sociales. Olaechea fue un maestro en las materias de caridad y justicia. Sus escritos, sus cartas pastorales, y exhortaciones, contienen siempre referencias a este tema. Se podría hablar y escribir mucho de cada una de las iniciativas sociales del arzobispo Olaechea, no obstante, dado que estamos redactando un artículo periodístico, solamente diremos algo sobre cada una de ellas:
Sobre el “Patronato de Viviendas de Nuestra Señora de los Desamparados” y sobre la “Tómbola Valenciana de Caridad”, ya se ha hablado ampliamente en el artículo nº 2 de esta serie.
El “Instituto Social del Arzobispado” fue erigido en 1948 para difundir la doctrina social de la Iglesia y su primer director fue el sacerdote don Fernando Ferris Sales. Las actividades de esta institución perduraron hasta 1978.
La “Escuela de Asistentes Sociales” fue erigida en 1958 orientada a preparar, durante tres años, a jóvenes para la profesión de Asistente Social. La directora fue Dña. María-Luisa Ballesteros Santuraín. Y, entre los profesores cabe resaltar a D. Francisco Tomás y Valiente.
La “Escuela Diocesana de Formación Profesional Agraria” fue fundada en 1964 en San Antonio de Benagéber, en una finca que tenía 12 anegadas de terreno, dos de ellas de regadío. Todos los cursos se realizaron en régimen de internado, lo que facilitó una formación íntegra. Se logró el perfeccionamiento en las formas sociales de educación; e1 hábito de convivencia y la preparación de auténticos dirigentes de que estaba tan necesitado el campo. Don Juan Bautista Antón Alonso estuvo al frente de esta Escuela, la cual estuvo íntimamente relacionada con la Juventud Agrícola Rural Católica (JARC), cuyo consiliario fue el virtuoso sacerdote don José Alba Alba.
La “Escuela Diocesana de Asistentes Técnicos Sanitarios” fue creada el 9 de noviembre 1953 y su objetivo era la formación de enfermeras; la directora jefe fue la Srta. Ana Balaguer Serón. Esta institución, situada en la calle Jesús nº 10 de Valencia, aún pervive puesto que se ha integrado en la Universidad Católica san Vicente Mártir.
La “Escuela de Periodismo” dio inicio a sus actividades en 1959, aunque el decreto de erección y la aprobación canónica de sus estatutos se formalizaron en 1960. El propósito era la formación de periodistas católicos. Al frente de dicha escuela estuvo don Ángel Carrasco López y como secretario don Manuel Cortés. Entre los miembros del claustro de profesores destacaron don José Mª. Haro Salvador; don José Mª. Cruz Román; don José Mª. Ibarra Folgado; don Miguel Sorríbes Santamaría. Esta escuela se clausuró en 1974.
La “Escuela de Deportes de la Iglesia” (Benimar). En 1948 los hombres de Acción Católica adquirieron en la playa de Nazaret un terreno y en aquel lugar don Marcelino deseaba, como hijo de Don Bosco, promocionar a la muchachada valenciana, no solo un sano pasatiempo, que ya era mucho, sino además situarles en un clima grato para su formación humana, deportiva y cultural. Aquella empresa fue una novedad en aquella época. Entre otras muchas personas relacionadas con Benimar, destacamos a los hermanos Jacinto y Baltasar Argaya y a don Elías Llagaria. La Escuela de Deportes de la Iglesia estuvo en activo hasta 1998.
Y el Montepío “La Divina Pastora” de Previsión Social para el servicio doméstico, nació en Valencia en 1957 con el objeto de brindar protección económica a las mujeres que carecían de prestación social, especialmente en el caso de las empleadas del hogar. Posteriormente cambio de denominación por Montepío de Previsión Social “Divina Pastora”. La denominación actual de esta corporación es la de Mutualidad General de Previsión del Hogar. Incentivado por el capuchino Vicente Piquer Alabort, conocido como el Padre Salvador de Rafelbunyol, desde el primer momento Mons. Olaechea le prestó su apoyo por el gran beneficio que significaba, para muchos trabajadores y trabajadoras que estaban siendo olvidados por las corrientes de previsión de aquel tiempo.
Su labor de apostolado en Valencia fue inmensa y su ayuda al necesitado constante. Se entregaba con audacia a la tarea con aquel ejemplar tesón que nunca le hizo declinar.