“Desde lo hondo a ti grito, Señor; estén tus oídos atentos a la voz de nuestra súplica” (Sal 130, 1-2) Artículo de Santiago Bohigues, director del Secretariado Diocesano de Espiritualidad

“Desde lo hondo a ti grito, Señor; estén tus oídos atentos a la voz de nuestra súplica” (Sal 130, 1-2) Artículo de Santiago Bohigues, director del Secretariado Diocesano de Espiritualidad

Ante estos momentos de impotencia y de dolor de tantos valencianos, donde muchos lloran a sus seres queridos, no podemos abandonarnos a nuestros sentimientos inmediatos, ni hundirnos en el desprecio y en la desesperación… la fe, la esperanza y la caridad deben seguir iluminando nuestras vidas: “Estoy crucificado con Cristo: Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Que me amó hasta entregarse por mí” (Gál 2, 20).

El sentido del sufrimiento siempre ha sido y es un gran interrogante para el hombre: “Dios habla de muchas maneras, aunque no nos demos cuenta” (Jb 33, 14); “Él volverá a llenar tu boca de risas, y de alegría tus labios” (Jb 8, 21). La Pasión y la Muerte del Señor, la pasión y la muerte del hombre… ¿tiene algún valor?, ¿vale la pena tanto sufrimiento?: “Cuando era maltratado, se sometía y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca” (Is 53, 7):

» No es verdad que la noche sea terrible, no es cierto que en la oscuridad no exista ninguna belleza, porque a veces, sólo sabemos descubrir el gozo de la luz, cuando hemos atravesado, la inmensidad de nuestras noches» (Mons. Francisco Cerro Chaves, Arzobispo de Toledo).

Estos días de pasión y de muerte de muchos de nosotros, tenemos que dar la vida hasta el extremo, tenemos que sacar lo auténtico de nosotros mismos para llevar a todos a la resurrección, tenemos que creer que es posible sumar juntos para superar esta adversidad; el amor que pasa por el dolor y el sufrimiento madura, se purifica, se ensancha y se ennoblece. Lo que salva no es el sufrimiento, sino la actitud ante el sufrimiento: «no me quitan la vida, yo la doy por ellos «: «el amor sin sufrimiento es pobre, el sufrimiento sin amor es insoportable »  (San Carlos de Foucauld).

El amor siempre vence y cuando nos unimos al amor redentor de Cristo lo que hacemos tiene un poder inmenso. La muerte no es el momento final de nuestro existir, es el acto supremo de entrega, donde se muestra la «eficacia», la intensidad de amor… «ha llegado la hora… de dar la vida por Cristo… de dar a todos los valencianos lo mejor de nosotros mismos».