
14 Abr Celebrar la Semana Santa Por Edgar Esteve, Delegado diocesano de Liturgia
1. LA GRAN PASCUA
Los primeros cristianos celebraban la resurrección del Señor cada domingo. El primer día de la semana, el mismo en que Jesús resucitó, todos los creyentes se reunían para celebrar la Eucaristía. En esta celebración, repitiendo los gestos y palabras de Jesús en la última cena, hacían memoria de su entrega por nosotros y de su gloriosa resurrección. No es de extrañar que en estas primeras celebraciones se leyeran relatos de la pasión de Jesús y del descubrimiento de la tumba vacía por parte de los primeros discípulos.
Muy pronto, además de la celebración del domingo o Pascua semanal, los cristianos de inicios del siglo II comienzan a recordar la resurrección de Cristo en el mismo día en que sucedió. Esta Pascua anual se fijó, tal y como se celebra ahora, en el domingo siguiente a la primera luna llena de la primavera. El contenido de esta fiesta era, sobre todo, bautismal, ya que en esa noche eran bautizados y participaban por primera vez de la Eucaristía los nuevos cristianos.
2. UNA MUJER LLAMADA EGERIA
La historia de la celebración de la Pascua cambió radicalmente gracias a una mujer consagrada de origen español, más concretamente de noroeste de la península, llamada Egeria, que decidió allá por el año 381 peregrinar a la tierra de Jesús.
En su viaje fue escribiendo un relato de todo aquello que iba viendo y, de modo particular, nos describe las celebraciones de la Pascua en la ciudad de Jerusalén. Egeria nos va narrando todos los ritos que se suceden ya que la peculiaridad de la celebración en aquella ciudad era disponer de los lugares exactos donde sucedieron los acontecimientos finales de la vida de Jesús.
Así, Egeria nos refiere la celebración en el Cenáculo la tarde del jueves, la oración en el Calvario en el viernes y la adoración de la cruz y la fiesta en la noche del sábado al domingo en el sepulcro.
Con su vuelta a nuestras tierras, el relato de Egeria se fue difundiendo por todo el mundo cristiano y en muchos lugares se quiso imitar lo que ella nos contaba de Jerusalén. Al no disponer de los lugares exactos, se pensó como solución el convertir el templo en la ciudad de Jerusalén durante una semana. Esta es la clave de la Semana Santa cristiana: nuestra iglesia se convierte en la ciudad santa. Así, el jueves nos reunimos en el Cenáculo, el viernes al pie de la cruz en el Calvario y el sábado en la noche en la intimidad del sepulcro.
3. JUEVES SANTO: CON CRISTO EN EL CENÁCULO
La celebración del Jueves Santo nos traslada espiritualmente al Cenáculo, donde Jesús celebró la última cena antes de padecer. La liturgia de este día tiene algunas peculiaridades:
· En el Gloria se hacen sonar las campanas, que ya no volverán a oírse hasta el anuncio de la resurrección el sábado por la noche.
· El evangelio del día puede representarse mediante el signo del lavatorio de los pies para reforzar en la mente y el corazón de los fieles esta enseñanza de amor y servicio del mismo Cristo.
· Después de la comunión, se reserva solemnemente el Cuerpo de Cristo en el lugar preparado, llamado común- mente monumento, donde podremos tener un momento de adoración a lo largo de la noche y de la mañana del viernes.
· Acabada la celebración, se despoja el altar de los candelabros y manteles y se retira, si es posible, la cruz del altar mayor. Si no, puede cubrirse con un velo.
4. VIERNES SANTO: AL PIE DE LA CRUZ
El Viernes Santo es un día litúrgico, es decir, en él no se celebra la Misa, sino que se comulga con el pan consagrado el día anterior. La celebración del día se denomina Oficios de la Pasión del Señor y en ella destacan:
· La iglesia está con poca luz y la celebración comienza en silencio. El sacerdote se postra ante el altar. Los fieles se arrodillan. Es un momento de intensa oración de la Iglesia que da gracias al Señor por su sacrificio.
· En la primera parte de los Oficios se lee la Palabra de Dios, en la que destaca la lectura de la Pasión según san Juan. Es la Pasión proclamada.
· A continuación, se tiene la oración universal, que es el modo solemne de la oración de los fieles de cada día. En ella, se reza por toda la humanidad, desde la Iglesia y sus miembros, hasta por el último ser humano, ya que por todos ha muerto Jesús. Es la Pasión invocada.
· La cruz es presentada, después, de modo solemne, bien descubriendo la imagen cubierta con un velo o bien entrando la imagen en la iglesia. El sacerdote besa la cruz como signo de adoración y, después, lo hacen los fieles. Es la Pasión venerada.
· Finalmente, la reserva eucarística se trae al altar y, de modo muy sencillo, se recibe la comunión. Es la Pasión comulgada. · Acabada la celebración, la cruz queda instalada en un lugar preeminente de la iglesia y es el único día del año en el que hacemos genuflexión a la imagen de la cruz.
5. LA VIGILIA PASCUAL: LA INTIMIDAD DEL SEPULCRO
La noche del sábado al domingo la Iglesia celebra la resurrección de Jesús. No hay celebración cristiana más importante que ésta en el calendario litúrgico. Cada rito, cada signo, son un momento de oración, de alegría y de asombro ante la gloria de Cristo resucitado. En esta vigilia resalta:
· La iglesia se encuentra a oscuras o con muy poca luz, ya que representa la oscuridad del sepulcro. El altar está ya dispuesto como para la Misa.
· La vigilia comienza con el Lucernario. Con el rito del fuego se bendice el cirio pascual y se tiene la procesión.
· Se canta o recita solemnemente el Pregón Pascual, un antiguo himno a Cristo resucitado.
· En la segunda parte de la vigilia se escuchan hasta nueve lecturas de la Palabra de Dios. En ellas recordamos los grandes momentos de la historia de la salvación y se nos anuncia la resurrección.
· Después de la homilía comienza la liturgia bautismal. Se bendice la fuente bautismal y se renuevan las promesas del bautismo. Todos somos asperjados con el agua recién bendecida.
· La celebración continúa con la celebración de la Misa de Pascua. En ella damos gracias a Dios por el don de la resurrección de Cristo que se hace presente, de nuevo, en su Cuerpo y su Sangre.