06 Sep El Arzobispo invita a los Colegios Diocesanos a cultivar una educación basada en una “auténtica espiritualidad cristiana” abierta a la trascendencia, la solidaridad y la caridad La Catedral acoge el Encuentro de Profesores de inicio de curso, con más de mil docentes, acompañados por la imagen peregrina de la Mare de Déu
- “Nuestro ritmo de vida marcado por el activismo, la competitividad y el consumismo genera vacío, estrés, frustración y muchas veces eso puede cerrar el horizonte del ser humano a Dios”
La Catedral de Valencia ha acogido esta mañana el Encuentro de Profesores de inicio de curso, presidido por el arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, en el que han participado más de mil profesores de la Fundación Colegios Diocesanos-San Vicente Mártir, a la que pertenecen los 67 centros educativos del Arzobispado.
Monseñor Benavent, que ha expresado su “gran alegría” de poder compartir este primer encuentro como Arzobispo con los Colegios Diocesanos, ha incidido en varios aspectos importantes para desarrollar hoy en día una educación basada en la “capacidad de abrirse a Dios, en la apertura a la trascendencia” y en el cultivo de una “auténtica espiritualidad cristiana”, frente a los peligros actuales de reducirla a una “pura interioridad” -que en sí misma no es apertura a Dios y que a veces sólo busca el bienestar emocional de uno mismo- o a la “emotividad”, momento o instante que pasa sin llegar a profundizar en el verdadero sentido o comprensión de la fe.
“Si no existe esa dimensión de apertura a la trascendencia y de encuentro con Dios, al final será difícil dar sentido a una educación basada en los auténticos valores humanos y será difícil dar sentido también a una educación en la solidaridad y en la caridad del prójimo”, ha afirmado.
Según monseñor Benavent, la “sed de Dios acompaña a todos los seres humanos en toda su existencia” y “puede ser acallada, silenciada, puede ser no escuchada, incluso teóricamente negada, pero está dentro del corazón del hombre”.
Antes del comienzo del encuentro, la imagen peregrina de la Virgen de los Desamparados ha sido trasladada por una treintena de profesores desde la Basílica hasta la Seo, donde ha sido instalada frente al altar, estando presente allí toda la mañana.
Este encuentro ha concluido con una misa de envío de profesores, oficiada por el Arzobispo, y ha incluido, además, tres ponencias, el anuncio de las líneas generales de acción del nuevo curso y un homenaje a profesores jubilados.
“Vivimos en una cultura que muchas veces dificulta todo lo que lleva al encuentro con Dios”
Actualmente, según ha expresado el Arzobispo, “estamos viviendo en una cultura que muchas veces dificulta el cultivo de la espiritualidad y de todo lo que lleva el encuentro con Dios, una cultura que cierra en cierta medida el horizonte del hombre a la trascendencia. Nuestro ritmo de vida marcado por el activismo, por la competitividad, el consumismo genera vacío, estrés, angustia, frustración y muchas veces eso puede cerrar el horizonte del ser humano a Dios”.
Igualmente, “nos encontramos paradójicamente con otro aspecto que podría parecer contrario a esto: Junto a esta cultura que dificulta el acceso y la apertura del hombre a Dios también encontramos hoy en nuestro mundo cómo muchas personas sienten un deseo de silencio, de serenidad y de paz, un deseo de interioridad, de espiritualidad que muchas veces se presenta no como una apertura a Dios sino como una respuesta a la demanda creciente que hay en el ser humano de bienestar emocional, de equilibrio personal, de búsqueda de serenidad o de búsqueda de disfrute de la vida”.
Así, se puede hablar de una cultura que “cierra el horizonte del hombre a la trascendencia pero al mismo tiempo de una cultura que genera en el corazón del hombre una demanda de bienestar emocional, de equilibrio personal, de disfrute de la vida o de serenidad que lleva al cultivo de una cierta interioridad – yo no diría espiritualidad- para apaciguar tensiones interiores, para encontrarse con uno mismo, pero no a Dios”.
“No olvidemos que una cosa es la apertura a Dios, y la educación en la dimensión trascendente de la persona y otra cosa distinta y no necesariamente unida es el cultivo de la interioridad. La interioridad por sí misma no es apertura a Dios . Puede haber un cultivo de la interioridad que no lleve al encuentro con Dios y que por tanto no conduce a la meta a la que el ser humano está llamado por Dios”.
La espiritualidad basada en la pura emotividad no lleva a la comprensión de la fe
Asimismo, el Arzobispo ha mencionado otra posible respuesta a esta demanda del ser humano a través de la búsqueda de una espiritualidad basada en la pura emotividad, una espiritualidad que se reduce a ese instante, que se queda ahí, como cuando una persona participa en una celebración y asegura haberse sentido “a gusto, o bien”. Esa sería una espiritualidad que “no lleva ni a una comprensión de la fe, ni a la verdad, ni a un compromiso, ni al bien, se queda en esa dimensión estética”, ha asegurado.
La experiencia cristiana ciertamente incluye belleza, incluye verdad, incluye bondad. Y “si falta una de esas dimensiones no se da una auténtica experiencia cristiana”. Por tanto, “hay que evitar estas respuestas que son respuestas no plenas a la demanda, al deseo de Dios que hay en el corazón del ser humano”.
Por tanto, «en todo proyecto educativo, todo proyecto pastoral de los colegios debería incluirse una educación basada en una auténtica espiritualidad cristiana, que no se reduzca al momento emotivo, que no se quede tampoco en un simple compromiso ético separado de la experiencia de Dios y que no se reduzca a una educación moral también desvinculada de la experiencia de Dios”, ha añadido.
La “figura de Jesús es el horizonte de todo proyecto educativo cristiano”
En cuanto a los elementos fundamentales para una auténtica educación que abra al alumno a la experiencia de Dios y al encuentro con Dios, el Arzobispo de Valencia ha destacado en primer lugar, la figura de Jesús, porque “es el horizonte de todo proyecto educativo cristiano”. “Es el hombre perfecto”, como cita el Concilio Vaticano II, es el “modelo al que todos nos deberíamos parecer”.
Por tanto, la oración de Jesús, y la finalidad de su oración “no era encontrarse consigo mismo y estar bien consigo mismo, sino era encontrarse con Dios y estar disponible para cumplir la voluntad del Padre, porque el centro de la oración no soy yo, es Dios”.
También, otro elemento fundamental son las enseñanzas de Jesús sobre la oración porque nos enseñó a orar, sobre todo, el Padre Nuestro que es el modelo de toda oración cristiana. Igualmente, es importante “tener clara la meta de la oración cristiana, que no es el encuentro con uno mismo, sino crecer en todo aquello que me lleva al encuentro con Dios, es decir, crecer en las virtudes teologales. La oración me debe llevar a una fe más vida, a una esperanza y a una caridad más viva”.
Julio Tudela: “La verdadera escuela enseña a amar: si tu alumno no ama siempre estará insatisfecho”
Además de la intervención del Arzobispo de Valencia, en el Encuentro de Profesores han ofrecido también conferencias Julio Tudela Cuenca, profesor de la Universidad Católica de Valencia (UCV), y Aurora Aranda, secretaria general de Cáritas Diocesana de Valencia.
Tudela ha centrado su ponencia, titulada “Frente las ideologías: nuestra antropología”, en “el ecosistema posmoderno, donde están esas ‘voces’ que todos -dirigiéndose a los profesores- tenéis en vuestras aulas, familias, medios de comunicación, redes sociales”.
El profesor Tudela ha explicado que “la verdadera escuela enseña a amar y si no, no es verdadera. Amar es el fin, es lo importante: la caridad no hace mal al prójimo, es la ley en su plenitud; lo que quieres de tu alumno no es el éxito en la vida o gane dinero, es que ame, porque si no, siempre estará insatisfecho. Y ¿cómo enseñamos a amar? ¿Con discursos, amenazas o programas insufribles, o amando?”.
Respecto a los síntomas de ese ecosistema posmoderno “que invade toda nuestra actividad y existencia”, Tudela ha citado “la vacuidad: no hay preguntas ni respuestas; el reduccionismo emocional: la verdad y lo que vale la pena, es lo que me emociona; la intranscendencia; la provisionalidad: no hay metas, vivimos el instante; la instantaneidad: todo es efímero; el hedonismo: yo soy el centro, la verdad es el placer, la mentira es el dolor, evitemos el sufrimiento, lo que crea hombres débiles y frustrados; el individualismo y el aislamiento; y por último, el comportamiento mimético: el ser humano confunde la verdad con la conducta frecuente”.
En la misma línea, Tudela ha enumerado las causas de este ecosistema posmoderno: “la ineducación: sin educación, el individuo está vendido a comportarse en manada, con criterio individualista y hedonista; abandono y soledad impuesta; la presión mediática y social, los eslóganes repetidos a todas horas; el materialismo; el utilitario: el fin justifica los medios; el ateísmo: quita a Dios y florecen las ideologías posmodernas., quita a Dios y el hombre queda huérfano, deja de ver el cielo”.
Sobre las consecuencias del ecosistema posmoderno, el profesor de la UCV ha señalado “la fragilidad del hombre posmoderno, no resiliente, vulnerable, no se le puede corregir; la dependencia mimética del grupo, el espíritu borreguil que te integra en no sabes dónde; las conductas adictivas, que son las vía para la satisfacción instantánea y el camino del hedonismo y punto de fuga de los sufrimientos, aparentemente; el infantilismo ético: qué está bien y qué está mal, cada uno tiene su verdad; la falta de sentido vital o existencial: no hay fin o motivación; depresión, suicidios e intentos de suicidio, frustración; desestructuración familiar; y la devaluación del valor del cuerpo y la naturaleza humana”.
“Las ideologías producto de la modernidad están de espaldas a la evidencia científica, despersonalizan, son beligerantes contra la fe, Iglesia, familia, sentido existencial fruto de la donación y crean el universo umbilical porque vives en tu ombligo”, ha indicado.
Frente a estas “voces”, Tudela sitúa “la Voz: la certidumbre del origen de la persona donde contemplamos la gratuidad en la creación, la verdadera ecología humana: el origen de la creación es el amor, hemos sido creados por amor, no por azar, y para amar; la certidumbre del fin: nuestro fin es ser para otros; la virtud en la conducta: con sentido frente a placer, austeridad frente a hedonismo, elección frente a sumisión, recta conciencia individual frente a colectivismo; y libertad frente a mimetismo acrítico”.
Por último, Tudela propone tres muletas para “recorrer el camino”. La primera es “educar en la verdad: que vuestro sí sea sí y vuestro no sea no; necesitamos testigos que viven lo que enseñan. Hablo de verdad en la conducta y verdad en el conocimiento”. La segunda es “educar en la bondad: en el agradecimiento, la paciencia y el perdón, la austeridad, la castidad, la compasión, la ternura y la caridad, y la humildad”. La tercera, “educar en la belleza: de la persona, de la relación y de la creación”.
Aurora Aranda: “Educar en la caridad compromete al alumno, a la familia, al educador y a la comunidad de la que formamos parte»
Por su parte, un mensaje de “luz y de esperanza” es lo que ha traído a este Encuentro de Profesores Aurora Aranda, secretaria general de Cáritas Diocesana de Valencia. Antes de afrontar su ponencia, titulada “Frente al egoísmo y el individualismo: la Caridad porque la caridad se vincula a la esperanza”, Aranda ha querido recordar lo emocionante que es “pensar en la cantidad de gente joven que en pandemia vino a Cáritas para colaborar, sin miedo. Sensibles a lo que les rodea. Una juventud en permanente búsqueda frente a esta sociedad que muchas veces nos hace estar parados”.
La secretaria general de Cáritas Valencia ha asegurado que la juventud de hoy en día, “los alumnos que ocupan las aulas de nuestros colegios”, son “creativos e innovadores en una sociedad que ha creado un mundo de diferencias” pero que ellos “han sabido asumirlas y aceptarlas y lo viven con naturalidad”.
Una juventud “con conciencia social, a veces no preocupada por lo que nos gustaría y con cierta rebeldía. Y ahí está la clave para poder encauzar hacia la reivindicación social”. Son personas que “frente al hedonismo sin sentido saben saborear la vida, se comprometen en las acciones de voluntariado, de la parroquia, de Juniors. Usan las herramientas que tienen para hacer un mundo con más luz y más esperanza”.
Aurora Aranda ha destacado que “vivimos en una sociedad que vive en el relativismo y que prima más el ansia del reconocimiento. Una sociedad del miedo, porque es el síntoma de la incertidumbre. Y vivir con miedo es vivir triste y sin pensar en el otro. Miedo a no tener o a no ser”.
La sociedad de hoy en día es “una sociedad mercantilizada que hace muy difícil educar en la austeridad, que genera personas al margen, descartadas o ‘los nadie’. Es una característica de la lógica del ‘tener’ frente a la lógica del ‘ser’ o del ‘estar’, por ello es necesario educar en el ‘estoy contigo, a tu lado”.
Con los datos sobre la mesa, Aranda ha recordado las cifras que se desprenden del último Informe Foessa en el que “el primero de los problemas que se destacaba era la necesidad de sentirse querido, acompañado. De saber que lo que a mí me pasa le importa a alguien”. Esto nos lleva a la realidad de vivir en la llamada “sociedad de la imagen”, donde la forma prima más que el fondo. “Educar es cosa del corazón, del fondo. No lo hagamos sino cómo lo vivimos”, ha explicado.
“Estamos en una sociedad de la inmediatez donde todo es para hoy, para ya, y si no es así no sirve. La realidad de los más pequeños, de los que están en nuestras aulas, no es algo que se solucione hoy, es un tiempo largo, es un tiempo de Dios, de caminar, de estar permanentemente al lado de, que continúa y permanece”.
Asimismo, es una sociedad del individualismo que llega incluso al egoísmo. “Nos hace ser individuos que piensan y miran hacia uno mismo y no hacia el otro. La mirada de la caridad pone a la persona en el centro. La mirada de la persona tiene sentido en el vínculo con el otro. Ser persona en relación con el otro. Vivimos en la sociedad más desvinculada pese a vivir en la sociedad más conectada y la caridad, el amor al otro, al más frágil, al más vulnerable, se hace presente desde una mirada esperanzadora”.
Con una mirada esperanzadora, la secretaria general de Cáritas ha recordado que la diócesis de Valencia hizo la mayor colecta para ayudar a las familias ucranianas. “En un mundo herido no podemos permanecer al margen, tenemos que implicarnos. La tarea educativa busca ayudar a generar y formar personas, buenos cristianos que sepan hacer frente a los retos de hoy en día. No solo a formarse académicamente”. Y esto es importante a la hora de afrontar el cómo cuidamos a las personas que forman parte de las aulas.
“La caridad es la misericordia que sale a la búsqueda del más débil. Y es ahí donde hacemos realidad el mandamiento del amor. Y eso es lo que tenemos que llevar a cabo en los colegios, en nuestros hogares: centrarnos en el aula mirando a los ojos de cada uno, que nuestra tarea educativa salga del corazón. La calidad no se puede delegar, hay que hacerla nuestra. Educar en la caridad compromete no solo al alumno sino también a la familia, al educador y a la comunidad de la que formamos parte. Es necesario tener siempre presente el corazón de nuestros alumnos en nuestras manos y mirarles a los ojos y atrevernos a afrontar los cuidados de los más débiles que encontramos en nuestro ámbito educativo”, ha concluido.
Rafael Cerdá: “Necesitamos nuevamente abrir nuestros corazones para recibir a nuestros alumnos en este nuevo año”
El encuentro ha dado comienzo esta mañana con una oración tras la que Rafael Cerdá, vicario episcopal y delegado de Enseñanza del Arzobispado, ha dado la bienvenida a los profesores asistentes y ha dirigido unas palabras a los docentes allí presentes. Así, ha pedido “no caer en la tentación de sacar los apuntes del curso pasado. No se trata de ir haciendo lo que siempre hemos hecho. La tarea educativa no es una tarea de amasar, de poner ladrillos: ser maestro va más allá. Es estar cada día preocupados mientras vamos al colegio para ofrecer a los alumnos aquello que ellos necesitan”.
El delegado episcopal ha agradecido la presencia de monseñor Benavent en el encuentro, el primero que preside como Arzobispo de Valencia. “Cuando en la familia está el padre, el pastor, la vida de esa familia es más fuerte porque tenemos el referente de quien nos ayuda y nos acompaña”.
Cerdá ha pedido a los docentes que se preocupen por “revisar todos y cada uno de los momentos del curso pasado, hemos descubierto en ellos tantas cosas que han brotado en nuestros alumnos, pero también para pedirle al Señor que nos ayude a ser auténticos maestros de nuestros alumnos” puesto que “necesitamos nuevamente abrir nuestros corazones para recibir a nuestros alumnos en este nuevo año.
De igual manera, el delegado de Enseñanza ha incidido en la idea de “revisarnos personalmente” puesto que esto “nos llevará a que cada uno de nosotros estemos en actitud de atención a los demás, hacia nuestros alumnos”. Y el camino para llegar a ellos es “aportarles esperanza, para que los estudios vayan acompañados de un crecimiento de la propia persona.
El delegado episcopal ha recordado unas palabras del papa Francisco en las que aseguraba que “son las minorías creativas las que determinan el futuro”. “El Santo Padre nos dice que quienes piensan, sueñan y orientan el futuro son las minorías. Y desde ahí posiblemente seamos nosotros parte de esos que quieren ser grupos minoritarios, pero de trabajo, y que este trabajo lo veamos como el don, el regalo que nuestros compañeros nos ofrecen”.
Finalmente, Cerdá ha remarcado que “desde nuestros colegios la educación es el ofrecimiento de la propia vida a la vida del otro. La acción misionera de todo cristiano es testimonio y edificar. Nosotros podemos y tenemos que ser testimonio de la Iglesia de Cristo, y testimonio del mismo Jesucristo que por nosotros y para nosotros entregó su vida. Queremos alumnos que nos comprendan, que se acerquen a nosotros, que escuchen palabras de alegría y de esperanza”.
Cuatro líneas de acción para el nuevo curso
Igualmente, el gerente de la Fundación Colegios Diocesanos-San Vicente Mártir, Miguel Ángel Coello, ha explicado las “líneas generales del plan de acción de la Fundación para los Colegios Diocesanos” en este nuevo curso, comenzando por “la necesidad de contar con programas de cumplimiento normativo: generar en las comunidades educativas una conciencia de cumplimiento de la normativa que como colegios debemos tener”.
Una segunda línea es “la creación de grupos de expertos entre los profesores de los colegios diocesanos para abordar determinados temas de calado que requieran de un trabajo de análisis e investigación”, y la tercera “un modelo de gestión que genere una marca propia, consistente en una autoevaluación que los colegios harán desde unos indicadores y ver así el grado de cumplimiento de determinados estándares”.
Por último, la cuarta línea de acción es el plan de formación, conformado por un plan de encuentros y reuniones de trabajo con los distintos colectivos implicados en los colegios diocesanos para abordar distintas acciones formativas planificadas, como puede ser el liderazgo en los directivos o un programa de prevención de adicciones, entre otras.
Misa conclusiva presidida por el Arzobispo “Vuestro trabajo de profesores es más que un trabajo: es una misión eclesial”
El encuentro ha concluido con una misa de envío oficiada por el Arzobispo, quien ha destacado que “la palabra del Señor es lo que tiene que modelar nuestro corazón como educadores” y ha subrayado que “vuestro trabajo de profesores es más que un trabajo: es una misión eclesial”.
Como principales actitudes que deben tener los educadores, el Arzobispo ha propuesto “estar atentos a vuestros alumnos y sus familias, que quieren y desean algo más que una buena instrucción académica: orientación y consejo. Tened una actitud compasiva con sus necesidades, gritos y esperanzas. Y que todos los ‘ruidos’ que tenéis en el día a día en vuestro trabajo no os cieguen esa atención”.
“En el centro de la misión del Señor, y de vuestro trabajo, están las personas, los alumnos y sus familias, que son los primeros responsables en la educación de sus hijos a los que los educadores debéis ayudar en esa función”, según monseñor Benavent.
“Cada alumno tiene unas necesidades y debe encontrar su propia luz para avanzar en el crecimiento personal, humano y de fe: ayudad a vuestros alumnos a abrir los ojos a aquello que por ellos mismos no pueden ver”, ha concluido el Arzobispo.