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EL CAMINO DE LA CRUZ
(Domingo de Ramos en la Pasión del Señor- A -, 28-Marzo-2021)
La liturgia. El pórtico de la Semana Santa.
Para los que no asisten a la liturgia del Viernes Santo, hoy es el encuentro con Cristo paciente, en contraste con su manifestación gloriosa en el próximo domingo, día de Pascua. La procesión inicial imita la que se hacía en Jerusalén desde el siglo V. En todas las misas se debe resaltar hoy el rito de entrada, al menos con una monición y un canto apropiado, pero cuando se hace con los ramos y palmas se proclama el relato de la entrada triunfal de Jesús, este año -A- según san Mateo.
En la Misa, las dos primeras lecturas se proclaman todos los años. El tercer cántico del Siervo de Yahveh, el salmo 21 que, leído en su integridad, no es un grito desesperado sino una súplica llena de esperanza, y el gran himno de Filipenses en el que se ensalza la humildad de Cristo y la autenticidad de su encarnación cuando se rebajó hasta la muerte; también se proclama su exaltación a la gloria como respuesta del Padre a su obediencia. Toca así mismo leer este año la Pasión según san Marcos, en la que se resalta la dimensión universal de la redención obrada por Jesucristo, poniendo en primer plano la confesión del centurión romano ante el crucificado: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39). La celebración del sacrificio eucarístico manifiesta la unidad del Misterio Pascual de Jesucristo, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. Tal vez se debería aprovechar la sugerencia del Misal (n. 19) cuando indica que: “Cuando no se pueda hacer ni la procesión ni la entrada solemne, es conveniente que se haga una celebración de la palabra de Dios con relación a la entrada mesiánica y a la pasión del Señor, ya sea el sábado al atardecer, ya sea el domingo a la hora más oportuna”.
El sacrificio del Siervo de Dios
Las dos primeras lecturas constituyen el marco de la Pasión del Señor: Jesús no retrocede, se somete a todos los ultrajes de los hombres. Es precisamente esto, su entrega y abnegación hasta la muerte en cruz en medio de la historia, lo que hace de él el Señor de la historia - porque la pasión no es un "mito" intemporal, sino que ocurrió realmente "bajo el poder de Poncio Pilato" -, es la muestra de lo que ocurre desde el principio al fin de la tragedia de la humanidad: Dios es “golpeado, cubierto de insultos y salivazos”, mientras él, por nosotros y para tomar sobre sí nuestros pecados, se rebaja hasta el extremo, hasta someterse incluso a la muerte. De este modo, la meditación de la Pasión del Señor contribuye a explicar el carácter sagrado del tiempo, presidido por “Cristo que es el mismo ayer, hoy y siempre”, tanto en aquel tiempo como ahora, cuando estamos comenzando el tercer milenio cristiano.
El sacrificio eucarístico
La entrega eucarística de Jesús se produce después de que él ha revelado el nombre del traidor que le va a entregar (Mc 14, 19), por tanto con la Pasión ya sobre la mesa, con la certeza de que esta misma noche todos sus seguidores, incluido Pedro, y precisamente él (Mc,14,29-30), van a caer por su causa. Jesús sabe que debe sufrirlo todo en la soledad más completa, Ya desde el monte de los olivos la carga del pecado del mundo comienza a pesar en la soledad, con el Padre que desaparece. Jesús, ante la carga excesiva que se cae sobre sus espaldas, tiene que rezar: “Abba, Padre, tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sinó como tú quieres” (En el Antiguo Testamento el cáliz es la imagen de la ira de Dios por el pecado). pero el que se ha entregado ya eucarísticamente tiene que tomar sobre sí lo aparentemente insoportable, según la voluntad del Padre: en nuestro lugar, por nosotros. De este modo se cierra el ciclo que comenzó en la Encarnación, cuando el Primogénito entró en el mundo diciendo: “Aquí estoy, Padre, para hacer tu voluntad” (Hebreos 10, 5), continuó en el Bautismo en el Jordán y se desarrolló en la vida pública del Mesías que quiso asumir, ante todo, la imagen y el compromiso del Siervo humilde de Yahveh.
El camino de la cruz
En este último domingo antes de la Pascua, Jesús se confirma como modelo para el catecúmeno y para quienes renovamos el proceso catecumenal durante la Cuaresma. En el primer domingo decía que él vivía ante todo de la palabra de Dios; y ahora confiesa que el Señor le ha abierto el oído, para que pueda escuchar como los iniciados. Para todos nosotros, Jesús no sólo nos indica un camino, sino que él mismo es el Camino, que hemos de recorrer incorporados a él, llevando la cruz con él. Para ello, Jesús es nuestro modelo, si queremos avanzar en el camino de la perfección que comenzó en la iniciación cristiana, como buenos siervos de Dios, hasta llegar a ser exaltados como hijos en la resurrección con Cristo.
Jaime Sancho Andreu
LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO
En la bendición de las palmas. Evangelio de Marcos 11, 1-10: Corresponde este año leer el relato de san Marcos correspondiente a la entrada de Jesús en Jerusalén. Como es habitual en este segundo evangelio, se presenta a Jesús como el Salvador universal de los judíos y los gentiles.
Primera lectura. Isaías 50, 4-7: El tercer cántico del Siervo del Señor anuncia la pasión del Mesías, presentándola como una muestra suprema de obediencia a la palabra y la voluntad de Dios, al someterse al poder del pecado del mundo y padecer por ello mansamente. Gran importancia tiene la recitación del
Salmo responsorial 21, mencionado por Cristo en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Segunda lectura. Filipenses 2, 6-11: San Pablo proclama la unidad del misterio pascual de Jesucristo, humillado hasta la muerte de cruz como el Siervo de Yahveh y glorificado como Hijo de Dios en la resurrección.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos. 14,1-15,47: Según la intención propia del evangelista san Marcos, que escribía para los gentiles convertidos al cristianismo, se pretende suscitar la fe de estos nuevos cristianos, al mismo tiempo que se proclama que Jesús es el Siervo de Dios paciente, que acepta la voluntad a veces incomprensible del Padre; todos sus padecimientos estaban profetizados en el antiguo Testamento. |